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 Tus escritos: El síndrome de Estocolmo y el Opus Dei.- Unocomocualquiera

040. Después de marcharse
unocomocualquiera :

Si lo conocieras, sabrías que esa persona –dentro de lo buena que pueda ser- es todo menos centrado. Este es un argumento ad hominem, como me lo enseñó Carlos Ll., con “golpe escondiendo la mano”, como me lo enseñó la Obra.

 

¿Qué es lo que hace que una persona, después de haber estado secuestrada espiritual y físicamente durante años por el Opus Dei –los mejores años de su vida, dicen algunos-, bajo una grave manipulación sectarista que es todo menos cristiana, al salir sienta remordimiento y ganas de regresar y pedir perdón?... ¿Es acaso la amenaza que hizo del fundador de que los que se fueran iban a dar al infierno?, ¿Es acaso el pensar patológicamente que al ser infieles se merecen nada más que sufrir? ¿Es posible decir sí-pero-no, es decir que era feliz en la Obra pero haberla dejado para casarse es aún mejor y también plan de Dios? ¿Pueden ambos, el fundador y la esposa tener razón, es decir se condenará pero es feliz? Todo esto es un sinsentido...



El Síndrome de Estocolmo se define por el sentimiento de amor que alguno –no muy centrado- desarrolla por sus propios captores/raptores. ¿Cómo puede alguien terminar amando a aquél que lo raptó?... al punto de que después de ser liberado se siga buscando su amor y favores?... Hay factores que hacen a unos más propensos que otros que no pienso describir.

Ya se ha mostrado aquí que la gente dentro de la Obra se encuentra secuestrada por una secta, con un lavado de cerebro sistemático y que usa y abusa del cargo de conciencia y escrúpulo para mantener a la gente dentro. El resultado es una institución enferma que lejos de generar santos genera enfermos y deserciones en cantidades tales que, de ser verdad que se van al infierno, resulta la cuenta en números rojos… El Opus Dei parecería haber generado más gente en el infierno que en el cielo, a razón de 8 a 1… Ay Escrivá, eso de la maldición del rejalgar… sí te pasaste dos rayitas!

Es de esperar que dentro de todos los que se han ido, por pura estadística, existan los que desarrollaron el síndrome de Estocolmo en distintos niveles, hacia la institución. Amigos se pueden tener, pero amor a una máquina del manipulación del mal, no. Habrá también los que lo hacen por pura conveniencia económica –listillos!, eso de los libritos-, o para minimizar el bochorno social. Es por tanto de esperar que existan también, dentro de los cuantiosos testimonios de gente herida, alguno que sea “positivo”, o de gente arrepentida, que trate entonces de explicar lo contradictorio… Me fui, aunque estaba feliz y ahora soy más feliz, y la Obra me acepta y me ama… Si esto es así, la Obra ha abierto una puerta de camino de salida que difícilmente podrá cerrar, ahora existe una opción de irse pero quedar bien con todos… ¡Ya no más rejalgar!

Pero, ¿para qué Escrivá amenazó con el rejalgar a los infieles? Es evidente, lo hizo como una forma de coacción psicológica, elemento que sin saberlo Escrivá- constituye una característica esencial de toda secta. Ese y el de los Directores saben más y siempre tienen la razón –la voluntad de Dios te viene por medio de los directores-. Si ahora la prelatura quita este elemento, ¡cuidado! Que se dejan venir en desbandada… Por eso la Prelatura juega igual su dominio de la doble verdad, del sí-pero-no, promueve tras bambalinas y extra-oficialmente el vídeo, buscando que estos de exOpus le bajen a sus críticas, pero no lo hace oficialmente para que nadie desde dentro se anime a salirse… Que nadie se confunda, el rejalgar sigue para todo el que decida irse.

La imagen de aquel que al salir se arrepiente y regresa pidiendo re-ingresar, con lágrimas en los ojos, a lo que la Obra le rechaza categóricamente, forma parte del imaginario romántico Opusdeista. Sin duda, es de esperar que ha pasado, digamos un 1% de la veces o así, que multiplicado por el volumen de gente que se ha ido, puede juntar un numero representativo de anécdotas.

Pienso que casi en todas las decisiones trascendentales de la vida, dependiendo del nivel de seguridad personal al, apenas haberla tomado, uno es tentado de echarse para atrás. Al pitar, para despitar; al despitar para re-pitar; al comprar un carro, para comprar otro; al elegir una carrera, pensar en otra; al casarse para cambiar de marido, etc., etc. Sin embargo existe algo en el gusto –y regusto- que le produce a la Obra el enmarcar estos eventos que me resulta un tanto enfermizo y anormal.

La Obra no debería de usar este tipo de estereotipos para acobardar a otros que están pensando dejar la prelatura, de igual manera el fundador no debió de haber amenazado a sus hijos del irse al infierno si dejaban la Obra, amén de sufrir terrible desdicha terrenal. Como un novio no debería de desearle ningún mal su ex, una vez que la relación ha terminado. Todo eso es parte de una Moral del Terror –terrorista- y del siglo pasado. Se debe motivar a que la gente ame y sea feliz dentro de la Obra, no en amenazarles si se van, motivación positiva y no negativa. Aquí radica uno de los principales venenos del Opus.

Aun asumiendo la imaginaria Opusdeista, que los que se fueron de la obra han actuado como el hijo que pidió su hacienda y se fue a disiparla, la Iglesia, y el mismo Cristo nos recuerdan continuamente la parábola del hijo pródigo, apenas mencionada el pasado Domingo… ¿Cual es la actitud del Padre?... Abrir los brazos, dar una fiesta, vestirlo de lujos… ¿Cual es la actitud del hijo mayor?, recelar de aquel que se fue y volvió. Díganme ustedes en qué parte de la parábola ven a la Obra y a su fundador –ese que llaman padre-.  ¿Qué espíritu de Cristo vive la Prelatura? ¿el de aquel buen pastor que deja a las 99 por aquella oveja perdida?

De modo que este asunto es equivocado de todos los ángulos. Explotar la imagen del infiel arrepentido para reforzar el miedo de dejar la Obra, amenazar con el rejalgar para evitar deserciones, ejemplificar con casos lamentables para retener a los jóvenes inseguros. Por ejemplo, conmigo usaron el caso de uno que solo tuvo hijos enfermos y luego terminó por divorciarse –dudo que sea verdad. Alegrarse en la desgracia ajena cuando existe es una cobardía. Luego, usar el nombre de Dios para despreciar y proscribir al que se ha ido, asumiendo que solo hay una verdad, la de ellos no la de Cristo, es una blasfemia.

unocomocualquiera




Publicado el Friday, 20 September 2013



 
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