El 31 de mayo de 2010 aconsejé en este foro que los usuarios de opuslibros no entrasen al trapo de las provocaciones de Calandria y que, ninguneándola, se abstuviesen de comentar sus escritos; aporté como argumento de mi propuesta el bajo nivel intelectual de los pseudo-diálogos con Calandria que perjudicaban el prestigio de opuslibros. Mi consejo fue muy criticado por la mayoría de usuarios, y éstos han seguido respondiendo a todas y cada una de las aportaciones de Calandria con impetuoso apasionamiento: fue, pues, a mí a quien de alguna manera se ha ninguneado desde entonces hasta ahora. A la vista de lo que recientemente está sucediendo en esta página web con las intervenciones de Calandria y con las réplicas a ella dirigidas, manifiesto mi acuerdo con lo que ha escrito Daniel M. (9.08.2013): la página web opuslibros se convierte de vez en cuando en calandrialibros, lo cual –insisto– daña la buena imagen de esta página web. Por tanto, a partir del acertado análisis que Agustina (14.08.2013) ha hecho del comportamiento de esta numeraria, me pregunto si no habrá llegado ya el momento de dar carpetazo definitivo a Calandria. Sin duda alguna, caladrialibros perjudica el prestigio de opuslibros porque baja su nivel de calidad. Aquí venimos a dialogar bien –o, al menos, lo intentamos con mayor o menor acierto–, pero no venimos a mantener diálogos de besugos; en esta página web no se deberían establecer nunca monólogos paralelos: el de Calandria, impermeable a todo lo que se le replica, y el de los demás, que no cala en ella para nada, pues, como bien explicó Agustina, su “yo institucional” se lo impide de raíz (un “yo” ahora inflado e inflamado por la reciente noticia de la próxima beatificación de Álvaro del Portillo). En mi modesta opinión, conviene salvaguardar el buen nivel intelectual y humano de opuslibros evitando diálogos de besugos –o, lo que es lo mismo, debates infructuosos– y, por supuesto, otras posibles extralimitaciones como insultos o salidas de tono, que hasta ahora no se han dado, si mal no recuerdo.

Josef Knecht