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 Tus escritos: Influencias familiares y culturales.- Unocomocualquiera

075. Afectividad, amistad, sexualidad
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La represión emocional y el Opus Dei (II)
Influencias familiares y culturales

 

Es indudable que nuestras experiencias tempranas determinan en gran medida el estilo con que manejamos nuestros sentimientos. En el caso de los numerari@s, en especial si se pito como aspirante a temprana edad, mucho de esta determinación está influenciada por la Obra, más aún si se estuvo en un colegio del Opus, y aún más si se puede, si sus padres eran supernumerarios...



En efecto, una de las razones por la que tantos nomerari@s se sienten incómodos con sus sentimientos es que somos todos productos de una cultura opusina caracterizada por un fuerte prejuicio anti-emocional a la que la Obra añade fuerza. Para Escriva, con una cultura de principios del siglo pasado, los sentimientos y las emociones eran algo que se tenía que repimir, tal vez por la terrible experiencia de sus tragedias de infancia, que para el “tornearon su carácter”. En la Obra, como consecuencia, se enseña a admirar la racionalidad "viril" como un rasgo al que se debe aspirar, en tanto que el sentimiento es menospreciado por considerárselo femenino e infantil. Las numerarias duermen en tablas sin colchón para enreciar su carácter!. La cultura Escrivariana ha glorificado al hombre fuerte, silencioso, que nunca "cede" ante sus sentimientos, pintándolo como un ser noble, heroico y hasta sexy/varonil. En contraste con ello, la expresión abierta de los sentimientos es vista como algo embarazoso, poco serio o indecoroso, y a quienes manifiestan sus sentimientos se los suele considerar débiles y tontos, llamándoles despectivamente “sentimentalistas”.

Por supuesto las diversas regiones en la Obra tienen actitudes distintas frente a las emociones y se ajustan a distintas reglas respecto a la manera de expresarlas. En términos generales, las culturas alemana, escandinava, inglesa e irlandesa tienden a una represión emocional mucho mayor que las latinas y mediterráneas. Son secos y aprecian de los latinos la calidez. Cuando hablamos del prejuicio anti-emocional que impregna la cultura Opusina, nos referimos a una tendencia de la corriente cultural dominante, que hasta el presente se halla sometida sobre todo a la influencia de las culturas de Europa del Norte de principios del siglo pasado.

Es verdad que este prejuicio antiemocional tiene su lado positivo. Dado que los negocios y las relaciones sociales serían imposibles si todo el mundo diera rienda suelta a sus emociones, cierto grado de represión emocional es necesario para que podamos vivir en un mundo aceptablemente ordenado, eficiente y civilizado. Pero es igualmente cierto que esa represión torna difícil para mucha gente la saludable aceptación de sus emociones, tan crucial para el bienestar psicológico y el mantenimiento e relaciones satisfactorias. Recuerdo, por ejemplo, que mis amigos buscaban mi consejo por considerarme frio y poco emocional, pero muy racional… y yo en mi ignorancia lo consideraba un halago!

Junto con el prejuicio general contra los sentimientos, prevalece en la cultura opusina la idea de que ciertos sentimientos son especialmente malos. Así, por ejemplo, muchos nuemrari@s consideran que la pena y la tristeza son sentimientos impropios, enfermizos y de mal gusto para un cristiano en medio del mundo. A los numerari@s se les enseña que no tenían derecho a ellos, y que experimentarlos era una tontería, una falta y una grosería. Tal vez sus directores les inculcaron que los "niños grandes no lloran", trataron de convencerlos de que "en realidad no te sientes de ese modo", los fastidiaron con expresiones como "te falta visión sobrenatural", o les dijeron "no tienes derecho a sentir lastima por ti mismo, mira a Jesús en la Cruz". Les enseñaron con el ejemplo de Escrivá, que a veces tenían que hacerla de payaso, aunque sintieran lo contrario o que su destino virtuoso era el de morir en la Cruz.

Aun cuando a un numerari@ se le permitía experimentar pena y tristeza, lo más posible es que se le enseñara a no dejar que tales sentimientos se prolongaran demasiado, pues corría el riesgo de acabar "hundiéndose" en ellos por ser muestra de egoísmo –piensas demasiado en tí. De ahí que cuando experimentan tales sentimientos en la edad adulta, muchas personas reaccionan con impaciencia y enojo contra sí mismo, diciéndose que están en pecado y que deben "salir de eso lo antes posible".

El enojo es otro sentimiento que a muchos numerari@s se les enseñó a ocultar, o incluso a no permitirse experimentarlo. El castigo podía ser manifiesto, como en el caso de niños a quienes se les pegaba cuando tenían una rabieta o se enojaban. También podía ser sutil, como en el caso de los padres que retaceaban afecto, aprobación o alimento hasta que sus hijos empezaban a sonreír como ellos creían que debía hacerlo un niño.

El sexo es un factor de peso para determinar cuáles son los sentimientos que aprendimos a considerar inaceptables. Por ejemplo, a las mujeres se les da por lo general más libertad que a los varones para tener sentimientos y expresarlos. Pero el problema es que esa libertad sólo se aplica al grupo relativamente pequeño de emociones humanas consideradas "femeninas", tales como la compasión, la ternura, la humildad y el amor romántico y maternal. Otros sentimientos humanos como la ira, la lujuria, la ambición, la agresión, el odio, y la vanidad están catalogados como "no femeninos".

También los varones aprenden que sólo ciertos sentimientos son aceptables. La ambición, el orgullo, los celos y la arrogancia son permisibles; no así las emociones más tiernas y "femeninas". Y si bien en la infancia se les enseña a niñas y varones que la ira es mala, en la edad adulta los hombres gozan de mayor libertad para experimentarla. Los "jóvenes iracundos" representados por figuras de actores muy famosos y sexys, constituyen un elemento aceptado. El fuerte carácter del Padre. En cambio no existen imágenes correspondientes de jóvenes iracundas igualmente atractivas, como la dulce imagen de tía Carmen o la Abuela. En una sociedad que prohíbe la ira en las mujeres pero las acepta y alienta en los hombres, "a menudo las mujeres se deshacen en lágrimas en lugar de tener un estallido de ira, en tanto que los hombres se enfurecen cuando alguien lastima sus sentimientos y tienen ganas de llorar".

Como resultado, algunos exnemerari@s los sentimientos más perturbadores son los de índole sexual. Para quienes viven con incomodidad, o no aprendeiron a vivir con ellos,  los sentimientos sexuales, el sexo para ser más específico, más que un medio para llegar a la intimidad, puede ser una barrera contra ella. Por ejemplo, la exnumerari@ que siente repugnancia por los genitales de su marido; en cambio con sus amigos podía relajarse y aceptar afecto, porque estaba sobreentendido que había límites claros para el grado de contacto físico permitido. Pero la relación con su marido que debía incluir por definición, el contacto sexual, le resultaba amenazante y abusiva.

En una situación inversa, ciertas exnumerari@s son capaces de experimentar intimidad con su pareja sexual, pero se sienten muy a desagusto cuando conviven con otras personas del sexo opuesto. Ello se debe a que asocian el sentimiento cándido de ser amado con el "cosquilleo" de la excitación sexual y les causa terror la posibilidad de que el sentimiento cálido de la amistad pueda encender sentimientos sexuales que consideran inaceptables.

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Publicado el Wednesday, 19 June 2013



 
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