Me ha hecho mucha gracia el listado o decálogo de sugerencias que Soyyootravez (27.03.2013) dirige al nuevo Obispo de Roma, solicitando la máxima transparencia y eficacia en la labor apostólica de todas las instituciones eclesiásticas. De las diez peticiones quisiera resaltar la séptima: 7) Exigir a todos y cada uno de los obispos que confeccionen mapas de las necesidades más acuciantes de los fieles y de la población para proponer las soluciones pertinentes y llevarlas a cabo. Para lo cual deberá contar con el concurso de todos los movimientos, congregaciones, vicariatos, institutos pontificios, prelaturas de la Iglesia, las que deberán dedicar un 50% de su actividad –por lo menos- a estos fines. Se excluye solamente a religiosas/os de clausura.

En realidad, si nos atenemos a la literalidad del actual Derecho Canónico, las prelaturas personales son una figura jurídica que, creada en el Concilio Vaticano II, responde precisamente a esta finalidad: la de una mejor distribución del clero secular para llegar a cubrir peculiares necesidades pastorales o misioneras a las que llegan con dificultad –o no llegan– los obispos y el clero diocesano (ver cánones 294-297). Soyyootravez no pide, pues, peras al olmo, sino que se aplique bien lo que ya está previsto por la actual legislación eclesiástica.

Sin embargo, difícilmente se va a hacer realidad su sueño, cuando sucede a día de hoy que la primera –y de momento única– prelatura personal, el Opus Dei, no responde en absoluto a la definición de prelatura personal: ¿se da en el Opus Dei una mejor distribución del clero para cubrir peculiares necesidades pastorales o misioneras a las que los obispos diocesanos no llegan con su propio presbiterio? Es evidente que no, entre otras razones porque el 98% de los miembros de la Obra de Escrivá no son clérigos, sino laicos –y laicos que viven de acuerdo a los parámetros de religiosos mediante los compromisos contraídos en las ceremonias de admisión, oblación y fidelidad y mediante su plan de vida espiritual–; por ello, cabe preguntarse si se aplica bien la letra y el espíritu de esa ley canónica. La única prelatura personal no soluciona ninguna necesidad pastoral acuciante de los fieles ni de la población y tampoco presta ayudas específicas a las diócesis, sino que se administra a sí misma exactamente igual que lo hacen los institutos seculares o las órdenes religiosas en su vida interna y en sus actividades apostólicas.

A veces algunos sacerdotes de la prelatura desempeñan funciones diocesanas (párrocos, por ejemplo). Es cierto. Pero también algunas órdenes religiosas colaboran con las diócesis permitiendo que alguno de sus sacerdotes sea nombrado párroco. En esta colaboración, el Opus se identifica una vez más con el proceder de las órdenes religiosas y no con lo que se espera específicamente de una prelatura personal: “Con el fin de promover una conveniente distribución de los presbíteros o de llevar a cabo peculiares obras pastorales o misionales en favor de varias regiones o diversos grupos sociales, la Sede Apostólica, oídas las Conferencias Episcopales interesadas, puede erigir prelaturas personales que consten de presbíteros y diáconos del clero secular” (canon 294). Dicho de una manera llana: el Opus Dei, que en su funcionamiento interno, en sus labores apostólicas y en su colaboración con las diócesis se comporta como lo hacía cuando era instituto secular y como lo hacen las órdenes religiosas, se sirve de la figura jurídica de prelatura personal no para llevar a cabo peculiares obras pastorales o misionales a favor de varias regiones o diversos grupos sociales, sino para sus mangoneos en política eclesiástica y punto.

¡Cuánta razón y sentido común tiene Soyyootravez con su decálogo de peticiones o sugerencias!

Termino mi aportación de hoy adjuntando un enlace para compartir con vosotros un artículo y un vídeo que reflejan por dónde va el Papa Francisco, que no quiere mangoneos carentes de transparencia, sino sincera eficacia evangelizadora. Deseo, como Franciscus (15.03.2013) y Rácano (18.03.2013), que el Opus Dei inicie bajo el nuevo pontificado un sincero itinerario penitencial.

Josef Knecht