Aquí me tenéis, frente al ordenador, sufriendo mucho, muchísimo. Ahora os cuento.

Ante todo, Agustina mía, un abrazo por todo, pero ahora en especial apoyándote por la enfermedad de tu hermano. Si rezase, rezaría, he intentado rezar, pero no estoy segura de haber rezado, tú entiendes mi buena voluntad ¿verdad? Pues eso, en serio, de verdad.

Y ahora me explico: Es que estoy muy mal, con una ansiedad muy grande y un temblor y una taquicardia que el corazón se me sale del pecho, estoy "mala de acostarme" que diría la insigne flamenca Martirio.

¡Pero cómo voy a estar si ahora me entero de que voy a condenarme, que soy una miserable pecadora, que Jezabel a mi lado era pura como la nieve cuando nieva que aquí donde vivo nunca nieva y eso quizás haya influido, desconcertándome en el tema de la pureza... no sé, por buscar un atenuante, digo; que prácticamente he estado ejerciendo la prostitución (de lujo, eso sí)!

Pero, vamos, a mí es que nadie me avisó, ni me dijo nada, esto es grave ¡la salvación de mi alma en juego! ¡POR LLEVAR SANDALIAS!

Y es que, además, soy una diablesa impenitente, porque aún no ha llegado la primavera y ya estoy deseando volver a ponérmelas. "Errare humanum est, diabolicum perseverare"

¡Tú sabes la de hombres, incluso casados, la de santos varones, incluso ordenados, la de adolescentes que habré pervertido e inducido a pecar, enseñando los dedos de los pies! ¡y con las uñas pintadas de rojo pasión!

Al Infierno que me voy.

¡Qué fuerte y todo por culpa de la gente retorcida y poco ejemplar de Opuslibros que me corrompisteis!

Sino de qué me iba a poner yo sandalias, ¡hombre ya!

Solidaridad