Respondiendo en parte al tan interesante artículo de joseph knecht, que reflexiona sobre esta nueva espita abierta acerca de las heridas que quedan durante años en los miembros y que, muchas veces, pueden socavar las relaciones amorosas o matrimoniales de los exnumerarios, en lo que él con mucho acierto llama “psicograma”, deseo aportar aquí un libro que será de muchos de vosotros conocido, una absoluta joya al respecto, de Eugen Drewermann, que se titula Clérigos. Psicograma de un ideal, ed. Trotta. Este escritor, psicoanalista y sacerdote hace una radiografía de las principales enfermedades psicológicas que le esperan a las personas que han entregado su vida a un ideal religioso, en este caso cualquier orden o asociación de la iglesia católica, y, luego, se han visto atrapados en una maraña de intermediaciones burocratizadas y nada exaltantes que convierten su vida en un plomizo y tibio y desencantado "infierno en vida"...

La tesis que sostiene Drewermann es que muchos de los que entran en estas asociaciones o sectas no acaban mal tras su paso por ellas, sino que ya estaban dañados en su psiquismo y, por eso, son pasto fácil de las mismas. Para los que no lo hayáis leído, se trata de una verdadera summa de la psicología religiosa y no tiene desperdicio. Todo lo que comenta sobre los fenotipos enfermizos responde cien por cien a lo que hemos visto, vivido y padecido en el Opus. Es un libro muy luminoso y que ayudará a limpiar muchas heridas, aunque solo sea por el valioso procedimiento de reconocerlas. Creo recordar que el libro le costó a Drewermann la suspensión “a divinis” por parte del Santo Oficio, en aquel entonces, finales de los ochenta, en manos del cardenal Ratzinger.

Pero lo que se deriva de esta reflexión es algo que ya traté en mi artículo “¿Síndrome de Estocolmo?” y que deseo compartir con vosotros con todo respeto hacia las creencias de cada quién.

Hay mucha obsesión en esta web, derivado de las honradas creencias de muchos y de una pizca de ingenuidad, por deslindar la Iglesia Católica Romana del Opus Dei, mediante varios argumentos que, generalizando un poco, vienen a decir: - El Opus es una secta, pero la Iglesia es Santa y divina. - Yo sigo siendo buen cristiano a pesar de haber abandonado la Obra. Adviértase aquí la falacia: yo no era buen cristiano cuando estaba en el Opus, el Opus me enseñó a mentir, a fingir, a ser hipócrita, a descuidar a mi familia, a no tener amigos, sino “gente a quien tratar”, me hizo un tipo raro “en medio de ninguna parte”.

El Opus no hace buena gente, lo cual no quiere decir, faltaba más, que en el Opus no haya buena gente, pero ¡a pesar de la Prelatura! Yo me temo, y pido perdón de antemano a quien ofenda, que el Opus es la quintaesencia del catolicismo, no ahora que esta desmigajado y perdido en su propio laberinto, aunque aún pueda hacer mucho daño, como vemos (y no vemos) por tantos testimonios que aquí comparecen, el Opus es dañino a fuer de católico, católico aristocrático, machista, baturro y preconciliar, pero católico. Y digo que una pizca de ingenuidad porque hay quien se ilusiona pensando que si en esta web hay muchos “buenos católicos” que critican al Opus, al cabo la Santa Sede tomará cartas en el asunto y les pedirá daños y perjuicios.

La Santa Sede mirará siempre hacia otra parte mientras no se conculquen sus intereses, básicamente monetarios y de poder, y en eso los de Javi son unos campeones. La Santa Sede, como el gobierno de los USA en el caso Leman Brothers, no tomará cartas en el asunto hasta que no vea que el chiringuito hace aguas por todas partes y amenace con llevarse por delante la instancia superior. Mientras tanto, se tapará la nariz y apoyará a los suyos, no a esta “minoría de resentidos” exopusianos que cuentan sus penas en una página de internet. Vale.

Ramana