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 Correos: Aspectos de actitud integrista en la Obra.- Rescatado

125. Iglesia y Opus Dei
rescatado :

Después de haber vivido veintitrés años en el Opus Dei, desde 1950 hasta 1973 –cinco años como laico y dieciocho como clérigo– considero que es correcto afirmar que en esta institución experimenté el predominio de un modo de pensar y de praxis de estilo integrista. Y tras la información recogida, durante los últimos cinco años, de los testimonios comunicados en esta web, mi hipótesis es que, probablemente, desde los años posteriores a 1973, esta actitud no sólo no ha disminuido, sino que se ha acentuado.  

Entre las características psicológicas que pienso que forman parte de lo que se entiende actualmente por “integrismo” o “actitud integrista”, encuentro las siguientes cinco:

a)     Malestar y resistencia respecto a las manifestaciones de evolución, de cambios

b)    Tendencia a no diferenciar entre lo esencial y lo accesorio o lo circunstancial 

c)     Temor y aversión al pluralismo 

d)    Dificultad para la práctica de un diálogo que ayude a ambas partes en la búsqueda de la verdad 

e)     Tendencia al autoritarismo, a la reglamentación excesiva, y a la sobrevaloración de la obediencia



a) Malestar y resistencia respecto a las manifestaciones de evolución, de cambios, tanto en las interpretaciones teóricas como en la praxis (en relación con la fe cristiana y la Iglesia)

Si mal no recuerdo (mi memoria a veces falla, y más con los ochenta años cumplidos), oí varias veces a Escrivá referirse a las Constituciones de la Obra como “santas, perpetuas e inmutables”. Le recuerdo también expresándonos en Roma, a un grupo de más de cien jóvenes numerarios, su enfado con el papa Pío XII por el hecho de que éste hubiese dado el visto bueno para el “Método Ogino”, dando lugar con ello a un ligero cambio en la doctrina oficial sobre la moral sexual. Por el contrario recuerdo la alegría de Raimundo Panikkar, después de que en la encíclica Divino Afflante Spiritu del mismo papa, se viniese a acoger la aportación del famoso padre Lagrange respecto a los requisitos para una interpretación no fundamentalista de la Biblia. Esto suponía un cambio respecto a la actitud anterior de dirigentes de la Iglesia, obstaculizadora de las investigaciones de Lagrange (que no hay que confundir con el padre Garrigou-Lagrange). Con mayor razón el fundador del Opus Dei se debió de enfadar respecto al concepto de “paternidad responsable” –a la hora de decidir tener o no más hijos–, acuñado por el moralista Bernard Häring, doctrina finalmente acogida por el Concilio Vaticano II.

Uno de mis teólogos preferidos es el norteamericano Avery Dulles, especialmente por sus trabajos sobre “modelos de iglesia”, “modelos de Revelación”, etcétera. Casi siempre que se hace referencia a la Iglesia –y especialmente en esta web– se presupone casi sólo el modelo de “Iglesia Institución”. Muy pocas veces desde el punto de vista de otros “modelos” de Iglesia según Dulles: “Iglesia como comunión mística”, “Iglesia como mensajera”, “Iglesia como sacramento”, “Iglesia servidora o humanizadora”.

Tres colegas psicoterapeutas de mi equipo –dos psicólogas y un médico– a los que orienté –como a otros– en su proceso de conversión desde el ateísmo o el agnosticismo a la fe cristiana, no han podido integrarse en la Iglesia Institución por cuestiones de legalidad eclesial, y sin embargo los considero miembros de la Iglesia, desde el punto de vista de Iglesia Comunión Mística, Mensajera y Humanizadora. En cambio una cuarta psicóloga recientemente conversa desde el ateísmo va a poder integrarse también en la Iglesia Institución, y por lo tanto, va a poder recibir el sacramento de la reconciliación, y la comunión sacramental (actualmente practica con fervor la comunión espiritual, más eficaz, seguramente, que una comunión sacramentar rutinaria). Esto se debe a que, a diferencia de los casos anteriores, su marido, ateo de toda la vida y militante eurocomunista, es muy buena persona, ha respetado las experiencias de su mujer, y está dispuesto a “acompañarla” en una breve liturgia sacramental matrimonial, y a aceptar y respetar los compromisos que adquiera ella con la Iglesia (educación cristiana de su hijo –no bautizado hasta el momento–, etcétera). Así ella podrá integrarse en la Iglesia Institución, cosa que en realidad considero menos importante que su vinculación a la Iglesia desde los otros “modelos”.

Naturalmente que no me voy a detener aquí en describir esos otros modelos de Iglesia. Sólo veo oportuno incluir una cita de este teólogo que muestra su gran tolerancia respecto a posibles cambios, o errores, o nuevas interpretaciones de la letra del Magisterio Oficial. El subrayado es mío:

la perseverancia de la Iglesia en la verdad del Evangelio le da una cierta infalibilidad, sin necesidad de que quede garantizada cada proposición propuesta por el magisterio eclesiástico, ni siquiera en sus actos más solemnes (Dulles, 1979, p. 190).

Sin embargo este teólogo mereció ser nombrado miembro de la Comisión Teológica Internacional (1991-1997), el principal organismo teológico que asesora al papa y a la Curia Vaticana, presidió la Catholic Theological Society of America y la American Theological Society, y en 2001 fue nombrado cardenal.

Fue descrito como “príncipe de la concordia” por su capacidad para reconciliar corrientes teológicas antagónicas y por haber logrado concordia entre teólogos innovadores y representantes de la jerarquía protectora de la ortodoxia. A los que habéis participado en el reciente debate os aconsejo que repaséis detenidamente el citado párrafo de Dulles.

La exposición oficial de la doctrina católica experimenta evolución, cambios, o nuevas interpretaciones teniendo en cuenta los contextos y condicionamientos sociológicos, culturales, psicológicos, etcétera del texto original. Y, a veces, se identifican errores. La inmensa mayoría de los documentos del Magisterio oficial no pretenden ser doctrina infalible.

Quiero manifestar aquí mi agradecimiento y valoración positiva a Josef Knecht por sus recientes aportaciones y aclaraciones respecto al Magisterio de la Iglesia y a las deficiencias de la formación teológica que se nos transmitió en la Obra, que puede seguir influyendo en sus ex-miembros –permanezcan o no en la fe cristiana– principalmente en estas interpretaciones de estilo integrista y fundamentalista sobre la Biblia, y la doctrina católica.

b) Tendencia a no diferenciar entre lo esencial y lo accidental o lo circunstancial

Esto puede constituir, muchas veces, el factor causante de la aversión a los cambios indicado en a). Precisamente una de las características del integrismo, según el teólogo Olegario Gonzalez de Cardedal –que también ha sido durante años miembro de la citada Comisión Teológica Internacional– es el hecho de que “no reconozca grados e intensidades en la propias verdades cristianas, identificando los más sagrados misterios revelados con las más minuciosas prescripciones canónicas” (1985, p. 48). Pienso que esta actitud ha podido ser en la Obra la causa de su aversión a buena parte de los cambios promovidos por el Concilio Vaticano II, sin afectar a lo esencial del credo católico. Asimismo esto pudo influir en la credulidad de muchos miembros de que cualquier indicación concreta procedente del Consejo Central, o del Consejo local, o del director particular –laico o clérigo– había que considerarlo voluntad divina, implicada en la esencia del mensaje místico del dos de octubre. Todo era aplicación concreta de unas Constituciones “santas, perpetuas e inmutables”. Estas dos primeras características –a y b– tienen que ver con lo que afirma un especialista del tema del integrismo.

El integrismo trata de entender la fe y su práctica desde un sistema doctrinal ahistórico e inmutable, en lugar de explicar el edificio dogmático desde la Iglesia regida por el Espíritu Santo […]

Pero el integrismo se da también cuando en una determinada configuración de la fe en una forma específica del catolicismo, la cual está necesariamente condicionada por las personas y tiempo, y en consecuencia es unilateral, se considera injustamente como la característica del catolicismo creyente (W. Molinski. “Integrismo”, en Sacramentum Mundi, tomo III, pp. 947ss.).

c) Respecto a la aversión al pluralismo

Fue el papa Pablo VI el que decidió que estuviese representado un pluralismo de corrientes teológicas en la Comisión Teológica Internacional. Desde entonces los papas ya no serían asesorados sólo por teólogos tomistas o neotomistas, sino también por los de otras corrientes, incluidos los de la Nouvelle Théologie. Con ello se contribuía desde la cúpula de la Iglesia a respetar el pluralismo en Teología.

Ya en el Concilio Vaticano II una proporción importante de los teólogos asesores de los obispos habían sido personas que en tiempos de Pío XII, y bajo el control del cardenal Ottaviani –hacia el que Escrivá sentía gran simpatía– habían sido destituidos de su actividad docente en centros eclesiásticos, superiores. El más ilustre fue Yves Congar. Es decir, el papa Juan XXIII cambió, modificó, lo decidido por Pío XII (para lo cual este debió de tener sus razones en aquellas circunstancias).

En 1953, cuando yo hacía tres años que era numerario había proyectado una tesis doctoral en el Angelicum de Roma sobre “El concepto de tiempo según Henri Bergson”. Me encontré que este ilustre filósofo francés de la corriente espiritualista tenía todas sus obras en el Índice. Por cierto que pocos años después, a través de su filosofía y de su admiración hacia los místicos cristianos, se convirtió a la fe cristiana. Rápidamente fue retirado del Índice.

Acudí al Obispado de Barcelona para pedir permiso para poder leer sus obras por requisitos de mi investigación. En diez minutos ya tenía la concesión del permiso en mis manos.

Unos doce años después, encontrándome en Córdoba se me encargó dirigir una Jornada de Teología Pastoral para clérigos andaluces sobre el tema “La teología del laicado”. En aquellos años la obra sobre este tema más reconocida por los teólogos del momento era del dominico Yves Congar: Jalones para una teología del laicado. Envié a la delegación de Sevilla la solicitud de un permiso para leerla. Respuesta negativa. A pesar de tratarse del teólogo que destacó más como asesor de obispos en el Vaticano II. Congar, como teólogo de la Nouvelle Théologie había sido muy mal considerado por Ottaviani. En sus escritos aparecían muchas innovaciones, y un gran respeto al pluralismo.

Y mientras Raimundo Panikkar presentaba teorías teológicas más innovadoras que las de Congar, Rahner, Schillebeeckx o Hans Küng, el papa Pablo VI no tuvo inconveniente en llamarle para pedirle consejos sobre cómo adaptar a las culturas de la India las liturgias católicas. Es decir, evolución, cambios, respeto al pluralismo de culturas, diferenciación de lo esencial con lo cultural, circunstancial, accesorio.

d) Dificultad para la práctica de diálogo auténtico

¿Han recibido formación, los miembros de la Obra, para poseer la capacidad de ejercer un diálogo auténtico con personas de diferentes teorías teológicas o creencias religiosas, etcétera? ¿Se caracterizan por la capacidad para un diálogo en el que ambas partes se comunican y escuchan con respeto y acaban probablemente enriqueciéndose en la búsqueda de la verdad?

El papa Benedicto XVI acaba de publicar el tomo III de su libro sobre Jesucristo, que ha dedicado a su infancia, tema en el que hay más pluralismo de interpretaciones católicas y evangélicas. Por ello, aunque ya lo había advertido en el tomo primero, con mayor razón en el tomo tercero ha subrayado que “cualquiera es, por lo tanto, libre de contradecirme”. Declara que se trata de sus opiniones personales de un estudioso sobre aspectos como la historicidad o no de determinados textos evangélicos, etcétera. Ha habido y volverá a haber en el futuro algunos teólogos que interpretarán de otra forma algunos de estos textos. Es decir: auténtico diálogo teológico, a partir de un pluralismo de interpretaciones de los expertos, en su búsqueda de la verdad. Menos mal que lo ha advertido, para evitar que los católicos integristas, o los ateos agresivos encontrasen nuevos argumentos para afianzarse en sus posturas.

Si alguien tiene interés en conocer la evolución del Magisterio de la Iglesia en su actitud respecto a las religiones no cristianas puede pedírmelas a mi e-mail (ramonrosal@terra.es) y le enviaré mi respuesta en 40 páginas.

Lo que sí quiero subrayar es que la afirmación de alguno diciendo que “la Iglesia católica o el Cristianismo es la única religión verdadera” es una afirmación integrista, si se interpreta al pie de la letra. Sin embargo, El Magisterio de la Iglesia, por ejemplo a través de la Encíclica Redemptor Hominis de Juan Pablo II reconoció la acción del Espíritu Santo en las religiones no cristianas (no sólo en algún místico aislado).

Hoy ha sido reconocido por el Magisterio eclesiástico, por ejemplo por las Conferencias Episcopales Asiáticas, que otras religiones no cristianas –por ejemplo Hinduismo, Budismo, Islam– pueden estar contribuyendo a los que los cristianos llamamos “la propagación del reino de Dios”. Al fin y al cabo se cumple en ellos que “La palabra era la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Juan 1,8).

Según mi información, entre las aportaciones del Concilio Vaticano II que fueron mal acogidas por Escrivá y, en general, por los principales dirigentes de la Obra, fue lo referente al “Diálogo Ecuménico”, y el “Diálogo con las otras religiones”. Se había producido también aquí un cambio, una evolución. Ya no se trataba de que los cristianos no católicos, los “hermanos separados”, volviesen a la Iglesia. Se trataba de un diálogo auténtico en el que ambas partes podríamos escuchar con respeto y aprender. Omito detallar aquí influencias que cristianos evangélicos han ejercido sobre la Iglesia católica y viceversa. Yo también he escrito sobre influencias del Hinduismo y Budismo e Islam que pueden ayudarme a vivir mejor mi fe cristiana. También influencias del Agnosticismo y del Ateísmo humanista.

e) Actitudes autoritarias y normativas excesivas

Tenéis todos sobradas experiencias de este estilo autoritario y sobreprotector en la praxis y la vida de la Obra, y de su exaltación de la obediencia a los directores. En la Iglesia se han producido algunos cambios. Por ejemplo, Pablo VI suprimió el Índice de libros prohibidos y dejó a la responsable conciencia de los cristianos adultos la actitud prudente ante las lectura. Ya sabéis cuál fue la reacción de la Obra.

El autoritarismo en la doctrina moral católica ha disminuido notablemente, y continuará en esta línea. Decir que la Iglesia condenó la Teología de la liberación es una simplificación falsa. Había varias corrientes, y una de ellas dependía excesivamente del Materialismo dialéctico marxista y de su visión fatalista de la lucha de clases. Pero otras corrientes no caían en esto. Por ello Juan Pablo II llegó a decir que “una Teología de la liberación es necesaria”. Leonardo Boff se encuentra entre mis diez o doce teólogos preferidos (lo cual no quiere decir que comparta todo lo que diga; no hay nadie de quien comparta todo, ni de los evangelistas o de los profetas que distorsionaron a veces, con sus condicionamientos culturales, psicológicos, etcétera, el mensaje inspirado).

Me preocupa darme cuenta del peligro de que aquellos ex-miembros de la Obra que vivieron durante años bajo el influjo de estos enfoques integristas de la fe cristiana puedan caer en dos peligros, al dar por supuesto que la esencia y el conjunto de la Iglesia –y quizá incluso el proyecto de Jesucristo– reclaman esas características, en cuyo caso:

1) Unos, indigestados, decidan desmarcarse, partiendo de este presupuesto. Cosa distinta es si lo hacen por otras razones

2) Sigan, con buena voluntad, vinculados a ese enfoque, con constantes sensaciones de alarma ante las manifestaciones eclesiales que muestren evolución, cambios, pluralismo teológico, litúrgico y moral, reconocimiento de la presencia del Espíritu Santo en otras religiones, mayor espeto en la libertad de las conciencias, etcétera, etcétera.

Es decir, ante actitudes muy diferentes a las de suponer que toda enseñanza o directriz de un representante oficial de la Iglesia es palabra de Dios, es voluntad divina, en este caso, no dependiendo de una posible experiencia mística privada de un dos de octubre, sino de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.

Respecto a Mois, si quiere conocer mis respuestas a sus preguntas teológicas que planteó el pasado 16 de noviembre puede pedirme a mi e-mail mi explicación sobre la misteriosa unión entre Dios y Jesús de Nazaret (50 folios), pero no una respuesta tipo Catecismo de Astete o de Ripalda.

Rescatado




Publicado el Monday, 03 December 2012



 
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