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 Tus escritos: Mi especial discernimiento (ironía) vocacional en el Opus Dei (y IV).- Torch

060. Libertad, coacción, control
torch :

Mi especial discernimiento (ironía) vocacional en el Opus Dei (y IV)
Torch, 12/11/2012

 

El ‘pitaje’ (III)

En ese ambiente, en un colegio donde muchos eran del opus, con dos amigos de curso ya ‘pitados’, y otros más en los cursos superiores, era natural ser miembro del opus Dei. Ahora, visto con la perspectiva de la experiencia y los años, aquello es una locura, suena rarísimo, es un lavado de cerebro. Pero en ese entonces era natural – estoy convencido – que un adolescente más o menos piadoso y con sentido de la trascendencia, que ha captado el ‘espíritu de sacrificio’ y considera lo divino como sagrado, que estudia en un ambiente cerrado, que acude a un centro del Opus Dei y fuera del Opus conoce muy poco de la iglesia, se planteara lo que le dijeran...   



Creo que la confianza en la institución es capital para entender nuestro comportamiento. Si el numerario de turno me hubiese pedido caminar a un santuario de la Virgen descalzo, por una llamada divina, lo hubiese hecho. Más aun si un par de amigos míos me estuvieran dando el ejemplo. Por supuesto que es un despropósito (por la manipulación a la que los adolescentes pueden ser sujetos), pero yo lo hubiese hecho.

Por aquellos días hice mi primer curso de retiro (a la Escrivá). Gran experiencia, lo digo en serio. Fue la primera vez que pude rezar en un ambiente agradable y con comida de la buena. Seguía preguntándome por qué mi vocación no podría ser al matrimonio. Por qué cada vez que se hablaba de vocación, sólo se mencionaba el celibato, y tan sólo el celibato ‘en’ el Opus Dei, por qué no de carmelita, o de jesuita, o de franciscano, o de ‘oblato de María’ (la orden existe, y quizás esto hizo que José María Julián Mariano cambiara el nombre por ‘agregado’).

Durante ese curso de retiro el numerario de turno volvió a desplegar la artillería: que estaba claro que lo mío era ser numerario, que fuera generoso, que no se me aparecería un ángel para decírmelo, y que – y esto fue lo que pesó más en mí – Cristo pasaba una sola vez en mi vida… quizás ya no pasaría más (falacia 4). Si Le decía que no ahora, me alejaría definitivamente de Él. El argumento es manipulador y falaz (además de que pone en palabras de Cristo algo que sin lugar a dudas no dijo), pero fue eficaz.

Dos semanas más tarde el numerario de turno me citó para el círculo y – creo que con ‘pillería santa’ – le canceló a todos los demás asistentes. De manera que sólo fui yo. Por dos horas más o menos me mencionó una cascada de razones por las que me debería decidir a ‘pitar’. Yo le respondía que me dejara pensarlo un poco más. El me decía que cuando ‘pitaba’ alguien, era como un nuevo hermanito para los demás del centro, que se llenarían de alegría. Que sonarían ‘campanillitas’ de plata en el cielo y demás cursilerías. Al final me dijo que me llevaría a casa si ‘pitaba’. Era – ahora lo veo claro – como conseguir un cliente nuevo para un departamento (‘piso’) en tiempo compartido (de esos que hay en los centros turísticos). Como vender un seguro. Había que cerrar la venta. Ya al final le dije ‘sí’, ‘¿sí, qué?’ respondió, ‘sí’ repetí, ‘pero me lo tienes que decir tú con tus propias palabras’, ‘ok - dije – sí quiero ser numerario del Opus Dei… aunque no sé si Dios lo que me pide es ser supernumerario’. ‘De acuerdo – dijo el numerario de turno – tu escribe la carta y ya veremos después lo de supernumerario o no’. Por supuesto, no volvimos a tocar el tema en década y media.

En ese momento subió a hablar con el director que ya me estaba esperando. Había un ambiente de expectativa en el centro, al menos así lo percibí de las caras de los que pasaban. Al director le dije lo mismo, él me explicó lo del saludo de ‘pax – in aeternum’ y que no íbamos al cine. Yo ya había dado todo, ¿qué me importaba si cine o no cine? Como he dicho estaba dispuesto a lo que me dijeran, con muy, muy pocos mecanismos de defensa. Luego me informó (porque eso fue lo que pasó) que debía escribir la carta al vicario de la región y que debía pedir ser ‘aspirante a numerario’. Primera vez que oía tal cosa. Pero si eso había que hacer para decir ‘sí’ pues así sería. Meses más tarde escuché que a la obra se entraba después de pedirlo insistentemente y que se tenía la más absoluta libertad para salir. Mi caso – es obvio – no fue así, tuve una facilidad infinita para entrar (me insistieron por dos horas) y me costó años y años salir.

No quiero decir que en todos los casos fuera así. Es probable que haya quienes tuvieran que insistir reiteradamente. Lo que sí es más común es el modo de ‘plantear’ las ‘crisis vocacionales’. Es un proceso de discernimiento manufacturado, nada natural, en donde el ‘recluta’ es sujeto pasivo de las maquinaciones (con su plus de ‘santa pillería’) del numerario de turno. No es que uno se vea forzado a escribir la carta (‘toda la vida a una carta’ como románticamente decíamos), fui yo quien la escribió y quien dijo ‘sí’. El problema es que fue sobre premisas falsas: en mi caso, ni tener anhelos de cercanía con Dios significaba tener vocación al Opus Dei (falacia 1), ni preguntarse por la propia vocación a los 14 años significaba tener una llamada al celibato (falacia 2), ni era cierto que la Obra no me sacaba de mi sitio (falacia 3), ni dejarlo para después y pensarlo con calma, con más consejo, información y opciones era traicionar a nuestro Señor (falacia 4).

Después de escribir la carta, siendo sincero, sentí una gran paz y gran alegría. Le había dicho que sí a Dios. Es verdad que en su nombre se me estaba pidiendo algo que había sido completamente manufacturado, a veces usando el ‘terrorismo moral’ (por llamarlo de alguna manera). Es verdad que los directores estaban más preocupados por alcanzar la meta de las 10 vocaciones de numerario para ese año que de mi persona. Pero en mi conciencia – manipulada o no – yo estaba convencido de que era eso lo que Dios me pedía y le había respondido afirmativamente. Ahora que lo pienso, tengo el convencimiento de que igual alegría y paz hubiese sentido si el numerario de turno me hubiera dicho, o yo me hubiese dado cuenta que, por el momento, no debía preocuparme de la vocación, que ya no lo pensara y que me divirtiera con mis amigos, que buena falta me hacía, que siguiera tratando a Dios y ya.

Cuando uno necesita un guía neutral, se encuentra con un vendedor interesado. Esa es la tragedia del reclutamiento en el Opus Dei. El numerario de turno me indicó que seguiría hablando con él cada semana (algo me dijo que eso se le llamaba la ‘charla fraterna’) y que era mejor no comentar el asunto con mis padres. De hecho, que lo mantuviera escondido. Al final, me llevó hasta mi casa (o, desde ese momento, la casa de mis padres). Yo me sentía especial.

F I N

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Publicado el Monday, 12 November 2012



 
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