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Gervasio :

El servicio doméstico en el Opus Dei: comentario a los comentarios

Autor: Gervasio, 26/10/2012

 

            Con mi artículo El servicio doméstico en las familias de vínculo sobrenatural de 24-X-212 en modo alguno pretendía entrar a valorar si la Administración —en ese peculiar sentido que el Opus Dei da a esta palabra— lleva a cabo bien o mal su tarea. Sería imposible una valoración en base a dos anécdotas, una de las cuales es además inusual, pintoresca y está caricaturizada.

            Deseo poner de relieve, apoyado en ese par de anécdotas, que en el Opus Dei, a diferencia de lo que sucede en las familias no basadas en vínculos sobrenaturales, no son los comensales los que eligen los menús, ni los horarios de comida, ni nada. Se da una situación parecida a la de las cárceles. Los internos no pueden invitar a sus parientes y amigos a comer en el comedor de la cárcel, ni tampoco salir fuera a un restaurante. No tienen acceso a la cocina ni a las neveras. No hacen la compra. No lava cada uno su propia ropa. No son ellos los que eligen los menús. Lo hacen las autoridades carcelarias, que tienen al efecto su staff; lo cual no quiere decir que no se proporcione a los reclusos, como reza el eslogan del Opus Dei, una alimentación sana, abundante y variada. La disciplina relativa a las comidas del Opus Dei no es la propia de una familia corriente. Carocha, no me vengas con que lo que hago es hablar de Manolitas vengativas y comida, mucha comida, de obligada y repugnante ingestión. Lo que critico no es la calidad de la comida, sino una disciplina que es propia de cárceles, conventos y otros falansterios pero no de familias corrientes y molientes. La Administración —so capa de servicio doméstico— está al servicio de la disciplina impuesta por los superiores del Opus...



           Resopón adopta una actitud reverencial hacia la Administración, muy frecuente entre los numerarios y los ex numerarios, como se refleja en casi todas las colaboraciones de Opuslibros. Considera que los numerarios no son dignos de una Administración que les lava, les plancha y les echa de comer. Con una situación económica como la actual (hablo de España), es impensable contar con una asistenta doméstica y, aunque pudiera, no estoy seguro de renunciar a las labores de hogar, aunque sólo sea por el placer que da pensar que hago algo que los cabronazos de los numerarios no hacen... (Perdón, Carocha, por el adjetivo aplicado a los numerarios; pero la cita es textual. Pido también excusas por mis groserías y dejo en manos de Agustina el dictaminar si me he excedido en el lenguaje o debo refinarlo).

           En la formación que me dieron en la Obra, la Administración era puesta más allá de las nubes, por los cuernos de la luna. Eran nuestras hermanas, nuestras madres, las que crean ese ambiente de hogar tan propio del Opus Dei. Debíamos estarles agradecidos y tener con ellas todo clase de detalles y deferencias. No éramos suficientemente conscientes el tesoro que teníamos. Las casas de ejercicios espirituales —por evitar algo que suena a asilo— eran hoteles de cinco estrellas, ¡Ja! ¡Ja! Etc. Pero la problema no es esa, ya lo dije. Pasé una temporada en el pabellón de La Pililla. De la administración de ese pabellón decía don Ricardo Fernández Villaspín (q.e.p.d.) que lo perfección no existe, pero que la Administración de la Pililla se acercaba a la perfección. Tenía razón. Pero personalmente no me gustan las cárceles, aunque sean de oro. Hay a quienes les gustan.

           Casi todos los ex numerarios excluyen a la Administración de sus críticas al Opus Dei. Excluyen especialmente a las numerarias auxiliares, a las que ensalzan una y otra vez. La entera Administración como institución está idealizada. Al igual que la Iglesia, carece de mancha o arruga, sine macula neque ruga. ¿Cómo va a tener una arruga una camisa planchada por la Administración? Quizá por eso a Resopón le costaba hablar por el telefonillo de ese tema. La Administración nunca hace nada mal y se adelanta a todo. Todo lo prevé. Es el dedo de la Divina Providencia. Sólo cabe otorgarle alabanzas; no digamos ya si uno se aloja en el pabellón de La Pililla.

          En el Reglamento de 1941 Escrivá dividía las actividades que desarrollan las mujeres del Opus Dei en dos categorías: 1) los apostolados propios del espíritu del Opus Dei y 2) el servicio doméstico. No deja de ser curioso que lo que menos éxito tiene son los apostolados propios del espíritu del Opus Dei y lo que más el servicio doméstico (Cfr. II. Régimen. Art. 3: “Las socias (hoy llamadas fieles) supernumerarias (hoy llamadas numerarias) pueden dedicarse en general a los apostolados propios del espíritu del Opus Dei, y entonces se llaman simplemente supernumerarias; o se dedican exclusivamente al servicio doméstico, en las actividades que lleven los socios del Opus Dei, y son y se las llama sirvientas).

Por mi parte prefiero vivir sin Administración. No la echo de menos nada. ¡Qué maravilla es carecer de Administración, de puerta de comunicación, de telefonillo, sin padecer la intervención de las autoridades de la Prelatura para las decisiones domésticas más nimias, sin sentir la amenaza de un “lamentamos”! No tengo que tramitar por escrito ni por telefonillo nada. Soy mi propia doña Manolita. Soy el amo de mi casa. No me gusta la Administración. La considero un invento desagradable y nefasto. Qué bien comprendo a U2: Es cómodo llegar a “casa” y tener la comida hecha, pero es más bonito poder comprar los alimentos que a ti te gustan, elaborarlos y comerlos con quien quieres y como quieres. Más cómodo todavía tener cocinera o cocinero con quien discutir —estudiar diría el fundador— los menús y las recetas de esos menús. Hay quienes, tras abandonar la Obra, hablan de la Administración como de un paraíso perdido. Creo que se expresan mal o que interpretan mal los propios sentimientos. Lo que echan de menos es alguien que les lave y les planche la ropa, haga la compra y les cocine. No es lo mismo echar de menos a una mujer que echar de menos las croquetas que esa mujer hacía. No es lo mismo echar de menos Egipto, que echar de menos las cebollas de Egipto, como les pasaba a los israelitas.

          Amigo, me cambias la anécdota. Eso es jugar sucio. Conviertes los dos huevos duros bailando en el plato en régimen de soledad, en el segundo plato de una cena. ¿Sabes tú cuál el primer plato y cuál era el postre, amigo sabihondo? Tampoco aciertas el perfil del supernumerario. Nada de que tuviese un título del Reino. Lo que tenía era hambre; hambre que no pudo satisfacer, aunque se añada a la cena una sopita y una manzana golden como postre. La cena no le dio ni para un diente. Se comprende, porque era alto y grandullón. Pero la culpa por supuesto era suya, por epulón y poco mortificado. Y nada de que era de especial moro fino. La problema no era que la sopita fuese una sopita de todos los diablos, sino que las sopas llenan poco. Tampoco se trataba de un hombre adinerado. En ese caso no hubiese sido invitado a cenar, al desgaire, sobre la marcha, de cualquier manera, sino que hubiese sido invitado a almorzar, con previa advertencia a la administradora de que se esmerase, con manjares adecuados, servidos por uniformadas doncellas. Tiraba más bien a patán, a tragón. Y, como me parece que te cae mal, voy a cargar las tintas. Probablemente tenía hongos en los pies. No gozaba de buena salud y su tos era desagradable. Además le sudaban las manos. Todo lo último no es verdad, pero a lo mejor te da tranquilidad. No se va ir así, de rositas, alguien que pone en entredicho la reputación culinaria de la Administración. ¡Qué afrenta! ¡Qué calumnia! Como pasa con nuestra Madre Guapa, la excelencia de la Administración no puede ser puesta en duda. La Administración nunca puede quedar mal. El culpable sólo puede ser el otro, el desalmado que la minusvalora.

          Mediterráneo agradezco mucho tus comentarios, porque te sitúas en la longitud de honda adecuada y respondes a los interrogantes con precisión e imparcialidad. Me gusta pensar —escribes— que comían bien, estaban bien alimentados y les gustaba lo que sacábamos (Así era). No recuerdo quejas de la residencia cuando venía la sección de varones. Estoy seguro de que eras o eres una de esas administradoras especialmente buenas de las que habla Calendario. El no recordar quejas por parte de los varones es algo que te honra. Buen corazón.

Gervasio




Publicado el Friday, 26 October 2012



 
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