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 Tus escritos: El pecado es lo de menos, para ellos.- Manzano

070. Costumbres y Praxis
manzano :

El último escrito de “Inmaduro” me ha transportado por un viaje en el tiempo a esos oscuros, cuanto menos extraños años que pasé por ese complejo, imperfecto y postizo engendro llamado Opus Dei.

Concretamente la gran bronca que me llevé al contar en la charla haberme confesado en una parroquia –tuve la necesidad en aquel momento, la necesidad que me habían provocado ellos mismos con sus escrúpulos enfermizos- y he aquí que ya por entonces deduje que el pecado –aunque “materia grave”- era lo de menos. Me consuela haber leído por aquí otros muchos testimonios más. Y así fue…



Estaba residiendo en el Centro de Estudios y por mi temprano horario universitario, algunos días debía salir apenas levantarme para poder pillar una misa en una iglesia de camino a la facultad y ya muy cercana a la misma. Así se había -habían- decidido mis superiores por cuestiones prácticas y mayor provecho del tiempo.

Debía hacer la oración durante este tránsito, llegar justo para la misa y salir volando, dando gracias con la lengua fuera para lograr entrar a tiempo a la primera clase.

Aquel día era consciente de que yo no podía ir a comulgar. ¿Qué debía hacer?: cumplir con mi religión y mi fe o cumplir con mi “vocación” particular, como si fueran cosas antagónicas, incompatibles. Es muy triste y lamentable plantearlo así, pero es un claro ejemplo más de la locura vivida.

Tuve que tomar una decisión y a fe de Dios que decidí lo que mi conciencia vio claro: aprovechar que había un confesionario abierto y operativo en aquel templo y meterme dentro como un poseído.

Sabía y era perfectamente consciente de lo que nos habían machacado hasta la saciedad con lo de que la “ropa sucia” se lava en casa y todas esas monsergas sectarias. Sabía que debería contarlo en la charla, que me costaría caro, que me darían un repaso por infiel, por mal espíritu. Pero jamás imaginé que el gran problema se hubiera centrado en una cuestión mucho más importante que mi pecado. Expresado en una pregunta con voz grave y entrecortada por parte del que recibía mi charla semanal que, saltando con un brinco de su sillón como si le hubiere mordido una víbora en el culo, espetó: ¡¿has dicho a ese confesor que eras del Opus Dei ?!.

De nada sirvieron mis excusas, de mi necesidad espiritual de hacer las paces con Dios en aquel instante para recibirle en la sagrada comunión: ¿y quién coño te has creído que eres mamón?, es lo más bonito que escuché.

Yo, cabizbajo –sin atreverme a replicar ya más- lamiendo absorto mi herida con aquello de que si muero atropellado aquel día, cosa factible por el trepidante ritmo a que estaba sometido, habiendo considerado superior el criterio opusdeístico al de la salvación de mi alma, me sirvió como único ungüento para reparar el desgarro interno.

La llaga externa tardó algo más en cicatrizar. Me llamaron a capítulo, primero el director del centro de estudios, después el sacerdote confesor habitual asignado, el cual me “recomendó” volver a confesarme otra vez de lo mismo y sugiriendo añadir de paso y por si acaso mi última travesura, la de haber acudido a un “mal pastor”.

Incluso fue la última charla con aquel pobre secretario de grupo, me cambiaron de interlocutor a la semana siguiente y -como personalmente comprobé- se podría bien denominar al que recibe tu charla en el Opus Dei como el “Amplificador y Divulgador de Confidencias”. Eso sí que hay que divulgarlo, amplificarlo y denunciarlo.

(Algún lingüista podría de paso proponer a la Real Academia de la Lengua Española un nuevo término: “Desconfidente”. Quizás ya exista, al menos en nuestra conciencia y tiene fácil definición.)

En fin, que lo de mi pecadote pasó de puntillas en aquel ambiente, pero lo de haberme confesado con un pastor de cabras descarriadas nunca más pasó por alto en la prelatura: más de una y de dos veces fui preguntado si había vuelto otra vez a lavar mi alma en agua sucia o en lavandería sin garantía de la casa.

Es lo que tiene el prestigio, el precio de vivir de un fraude. El escándalo que les provoca que alguien –de dentro, de fuera y mucho peor de ambientes religiosos- sepa que la gente del Opus Dei son tan humanos y pecadores como los demás, no lo digieren ni con Almax. Acertado nombre para un antiácido gástrico.

Manzano




Publicado el Friday, 24 August 2012



 
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