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 Correos: Servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida (XII).- Ana Azanza

115. Aspectos históricos
Ana Azanza :

“Servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida” XII

Ana Azanza

 

En noviembre de 1973 tuvo lugar una Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal. El clima era tenso y apasionado. Algunos sacerdotes y seglares habían hecho una sentada en el seminario de Madrid para que los obispos se comprometiesen con las reformas y el apartamiento de la iglesia del régimen político. Se pedía el reconocimiento de la objeción de conciencia respecto del servicio militar obligatorio. Tarancón dice que aunque se empezó con muchos nervios, la Asamblea terminó en un clima más sereno y que le ofreció diálogo a Marcelo González arzobispo de Toledo.

 

En torno a este prelado estaban reuniéndose las fuerzas “ultras”. Se quería dar la impresión de que la iglesia española tenía dos cabezas, Tarancón representante de la mayoría reformista, y Marcelo González punta de lanza de los que soñaban con una unión eterna de la iglesia católica con el Estado como mejor medio para preservar la fe del pueblo...



Tarancón hace un retrato de los ministros franquistas un poco descorazonador:

 

-Carrero Blanco, el almirante que presidía el consejo de ministros, honrado, pero de elementalísima mentalidad política que nunca había pensado sobre los problemas de Estado y seguía con las ideas de 1936.

-Antonio María de Oriol y Urquijo, ministro de justicia, piadoso, tradicional, incapaz de diálogo razonable, se creía junto con el Opus Dei el gran defensor de la Iglesia con obligación de salvarla de ella misma.

-Carlos Arias Navarro, ministro de la Gobernación que confundía la política con el orden público.

-Laureano López Rodó, ministro de Asuntos Exteriores, uno de los pensadores del Opus Dei, hombre frío, calculador, que utilizaba todos los medios para alcanzar el fin que se proponía y que estaba receloso contra la Santa Sede y francamente en contra de la mayoría episcopal, buscaba su triunfo personal y quería valerse de la Iglesia para conseguirlo, necesitaba una Iglesia al antiguo uso vinculada estrechamente al poder.

-El ministro de Educación, Julio Rodríguez del que decían todos para explicar su conducta que estaba loco, mantenía con respecto a la Iglesia la postura que le señalaba López Rodó y hacía imposible la inteligencia con la Comisión Episcopal de Enseñanza.

 

Tarancón estaba convencido de que si los obispos se reconciliaban podían hacer mucho no sólo a nivel eclesial también político, por la gran influencia de la iglesia en la opinión pública española.

 

Por eso fue muy importante el encuentro en Ávila entre los dos grandes obispos del momento. Los de la Hermandad Sacerdotal y demás amigos del antiguo orden de cosas temieron que se les podía escapar una buena baza si ambos se entendían.

 

Los apuntes que da Tarancón sobre esa conversación me parecen fundamentales para entender los dos modelos de Iglesia frente a frente. Hoy en día, con otros matices, pero seguimos en las mismas:

 

- una iglesia aliada del poder político y fundamento del mismo frente a

- una iglesia desligada de la política, y consciente de las preocupaciones reales de las gentes de a pie, que no suelen ser las de los políticos.

¿De qué se quejaba la minoría amante de la España eterna y católica?

-De la publicación de las conclusiones de la Asamblea Conjunta de obispos y sacerdotes, se les daba un rango de enseñanza oficial de la iglesia que no podían tener puesto que no habían sido aprobadas por la Conferencia Episcopal.

 

Hago notar al respecto que dicho volumen fue llevado a Roma y presentado al mismo Papa Pablo VI así como a monseñor Benelli y demás autoridades y nadie preguntó por el nihil obstat del mismo. Todos lo alabaron.

 

Por su parte Tarancón replicó a esta queja que don Marcelo se había mostrado muy satisfecho tras la Asamblea y había reconocido ante los demás que había sido positiva. Don Marcelo replicó que se había dado la impresión de que estaban aprobadas, y Tarancón le volvió a decir que de ningún modo, que se había dicho taxativamente que no eran normas de la jerarquía.

 

Obsérvese en esta discusión la mentalidad “juridicista”.

 

-Don Marcelo se quejó de que la mayoría imponía los nombres de los que debían de elaborar una ponencia y las ponencias eran monocolores. Tarancón replicó que la minoría no se resignaba a no mandar, y que como no salía lo que ellos querían se consideraban desligados de la Asamblea. Cosa que nunca habían hecho los que anteriormente eran minoría.

 

Lecciones de democracia.

 

-Según el arzobispo de Toledo la Conferencia episcopal se había ocupado demasiado de temas sociopolíticos y se había desentendido de otros temas fundamentales, la defensa de la fe y de la moral y los temas propiamente teológicos y eclesiales.

 

En este punto me parece estar escuchando a Escrivá en aquellas tertulias multitudinarias por España y América, cuando voceaba que los curas no debían ocuparse de sociología ni de necedades. La defensa de la fe, ¿a qué se refieren? ¿ piensan aún en Covadonga y la Reconquista? La defensa de la moral ya sé en qué consiste.

 

Pero la respuesta de Tarancón fue que la culpa de esas preocupaciones episcopales era de los políticos españoles cristianos incapaces hasta el momento de aceptar las nuevas orientaciones del Concilio. No se podía obviar que según Vaticano II no se podía mantener la conjunción político-religiosa Iglesia-Estado, tal como estaba en España. Y que por esa misma realidad las mismas orientaciones religioso-eclesiales tenían una proyección política fuerte. Si la Conferencia ha de ser un organismo vivo y eficaz ha de estar atenta a la problemática real que se manifiesta en el pueblo de Dios y ha de acudir allí donde la necesidad sea mayor y más urgente.

 

Quizás se debería de afrontar problemas eclesiales, pero era muy difícil por la interpretación política que los periódicos del Régimen daban a todo.

 

Don Marcelo se sentía atado al régimen, por gratitud a quienes habían defendido la Iglesia y por estar convencido de que la pérdida de la unidad católica sería un mal para la patria.

 

Estos obispos a la antigua usanza no admitían que los “favores del 36” eran excusas para beneficiarse del apoyo de la Iglesia. La legitimidad que la dictadura no tenía en las urnas, la apuntalaba además de con la represión, con el ascendiente moral y el peso cultural indiscutible del catolicismo. Tarancón se da cuenta de que lo que le separa del otro obispo es una razón política, él no piensa que la supervivencia de la fe en España esté ligada al franquismo.

 

Luego se plantea el famoso y espinoso asunto que es un clásico: ¿qué cura se mete en política, el progre o el ultra?

 

Don Marcelo achaca que algunos curas se meten en política poniéndose en contra del régimen de Franco, y daba la impresión de que la Conferencia Episcopal y aún la Santa Sede apoyaban esa postura inadmisible.

 

Tarancón dijo que él tampoco aprobaba a los curas que se metían en política, pero le recordó que otros sacerdotes estaban metidos en política de una manera casi agresiva apoyando al gobierno.

Importante reflexión de Tarancón para España:

 

“Va a ser difícil que el entramado religión-política –que ha durado tantos siglos y que desde la “guerra-Cruzada”, con el desenlace del Régimen confesional que unía a la Iglesia al bando de los vencedores, ha convertido a la Iglesia en un instrumento del Estado y, en algunas cosas al Estado en instrumento de la Iglesia –pueda ser deshecho y podamos superar ese clima que hemos vivido tan intensamente.”

 

Hablaron de las conversaciones que Tarancón había mantenido en Roma en relación con las negociaciones concordatarias. El recelo de Marcelo González era mucho mayor. Dice Tarancón que los del Gobierno, por no decir López Rodó que era el encargado del tema eclesial, le habían informado a su manera. Hacían responsable a Benelli de la postura poco cordial y hasta inamistosa de la Santa Sede, hacían responsable a Tarancón por sus viajes continuos a Roma y porque además ¡él se atenía a las orientaciones de la Santa Sede!

 

Sobre el Concordato pendiente don Marcelo pensaba que debía hacerse en vida de Franco por lo que pudiera pasar después. El escándalo de la gente sencilla era su argumento, el pueblo no podía entender que el Papa no se entendiera con Franco. Mirando hacia atrás. Pero en Tarancón hacía mella el futuro de la iglesia que no se podía hipotecar con unos acuerdos que encontrarían contestación nada más ser firmados.

 

Don Marcelo no era partidario del diálogo con los seglares, es peligroso, se pone en peligro la autoridad de jurisdicción que tiene la iglesia. Tarancón opone que el Consejo Pastoral conveniente y aconsejado por el Concilio. No se puede dudar de la corresponsabilidad de los seglares en la acción pastoral de la Iglesia. No se puede ejercer la autoridad de manera autoritaria.

 

Otro punto de obsesión para Marcelo González es la ortodoxia de la fe, y piensa que la conducta de algunos obispos, la mayoría, la está deteriorando porque no se oponen rotundamente a las desviaciones. El pluralismo legítimo es una excusa para la desviación. Tarancón observa que Marcelo González está asustado y es incapaz de aceptar las realidades y la necesidad de una renovación intensa en todos los órdenes.

 

El hecho que según Tarancón afectó a este obispo además del talante de sus amigos los obispos Guerra Campos y Castán empeñados en la caza de brujas, fue su experiencia como obispo de Barcelona. No le agradaron las renovaciones que se pretendían hacer en esa diócesis, todas tenían un talante político y catalanista. Daba la impresión de justificar los excesos de la revista Iglesia-Mundo por los excesos de los demás.

 

A pesar de las divergencias la charla terminó en un clima de cordialidad.

 

Con respecto al tema Opus Dei, se puede concluir que la política que hacía el gobierno de Franco referente a la iglesia en 1973 era la de Laureano, él llevaba la voz cantante. Y el gran enemigo de las intenciones de Laureano en Roma era si no el papa, claramente monseñor Benelli. Este prelado pertenece al exiguo grupo de los que nunca simpatizaron con el instituto secular hoy prelatura. No cedió a sus encantos, a diferencia de otros muchos monseñores que se dejan engatusar por la política de halagos que el Opus Dei sabe prodigar con los poderosos.

 

(Continuará)

Ana Azanza

 

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Publicado el Monday, 11 June 2012



 
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