Querido Kaiser, acabo de leer con dolor y pena tu rectificación en la página web. No te conozco, no sé quién eres y no quiero saberlo, me basta con saber que eres un ser humano –hombre o mujer– que como yo, has estado en una institución tan despreciable que no voy a nombrar. Jamás he utilizado una palabra semejante para referirme a nadie, pero a la vista de tu escrito debo decir que me he moderado como jamás en mi vida.

Es evidente que tu rectificación no es sincera; ¿después de más de 100 escritos, como dices, ahora todo resulta mentira? No te lo crees ni tú. Me consta que tú el primero no te lo crees y es a todas luces evidente QUE TE HAN OBLIGADO no sé de qué modo aunque me lo imagino: la famosa institución es tan, tan, tan previsible que no sólo yo sino todos los lectores de esta página nos imaginamos –sabemos– perfectamente lo que han podido hacerte o de qué modo han podido amenazarte.

Por supuesto tienes el derecho (¿obligación coaccionada?) a rectificar; como yo tengo el derecho a no creerte porque he vivido muchos años en el mundo de Orwell, y derecho a decirlo públicamente. Te habrán callado machacándote a ti, tu profesión o tu familia o todo junto, pero no podrán hacerlo con los miles y miles que nos hemos ido. Todos sabemos, porque lo hemos vivido en primera persona, que lo que ahora rectificas, es cierto que lo han hecho porque lo han hecho conmigo y con muchos de los que aquí escribimos. No sirve para nada que ahora te obliguen a decir que no es cierto, o mejor, claro que sirve: para confirmar ante el mundo que todo eso lo han hecho y están dispuestos a seguir haciéndolo como lo han hecho contigo, dentro, y ahora fuera.

Todo lo que han hecho, y siguen haciendo, está perfectamente establecido y descrito en los Reglamentos de 1941 que se han publicado y comentado en esta web; ese es el modus operandi, de forma que resulta muy difícil demostrar nada porque no dejan rastro. Pero quien miente y engaña, un día y otro, acaba por contradecirse y tarde o temprano acaba siendo presa de sus propias mentiras. Ellos tienen sus armas, nosotros también tenemos las nuestras y que sepan que por cada noticia que quieran callar, se difundirá mil veces más, desde esta o desde otra web, es igual porque no se pueden poner puertas al campo. Sólo siento que, a pesar de haberse advertido durante muchos años las irregularidades de los Legionarios y su fundador, haya tenido que estallar un escándalo de las dimensiones que conocemos para que la Iglesia haya tenido que tomar cartas en el asunto: a buen entendedor, pocas palabras bastan.

Tienes todo mi apoyo y mi comprensión, y lamento que no hayas tenido más remedio que escribir lo que has escrito; pero no te creemos.

Viriato