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 Correos: Para qué tanta discusión sobre moral sexual.- Daneel

010. Testimonios
daneel :

Estimada Ana Azanza, he vuelo a leer la nota de prensa que citas, y realmente no encuentro fundamento ninguno en ella para afirmar como tú haces que “Seifert y Carrasco de Paula parecen coincidir en aceptar que mejor no haya científicos en la Academia Pontificia de la vida que hablen de los tratamientos de infertilidad desde un punto de vista meramente científico”. Lo que yo leo en la nota es que Seifert escribió una carta al presidente de la Pontificia Academia de la Vida, a la sazón el obispo Ignacio Carrasco de Paula, pidiendo la dimisión de su equipo directivo, o sea, del mismo Carrasco (“Seifert wrote a sharply critical six-page open letter to the life academy's president, Bishop Ignacio Carrasco de Paula, and distributed to media outlets, saying the academy's directory board should resign”). La nota no cita opiniones personales de Carrasco, ni tampoco actuaciones suyas. En febrero la Academia de la Vida organizó la conferencia sobre infertilidad duramente criticada por Seifert. Siendo Carrasco el presidente, más bien hay que pensar que la conferencia se realizó con su beneplácito. Por tanto, si algo podemos inferir, es que Carrasco está más bien del lado de Ravasi, y no en su contra. Por mi parte el cardenal tiene también toda mi adhesión. De la Academia Internacional de Filosofía fundada por Seifert en Liechtenstein no sé nada más que lo que cualquiera puede encontrar en internet. Lo que me parece inaudito es que intentes desacreditarla insinuando que Liechtenstein es un paraíso fiscal. Siendo una de las principales contribuyentes en esta magnífica web, y con tanta información como aportas, me parece que tus escritos ganarían mucho en rigor si prescindieras de insinuaciones y argumentos “ad homines”...



Estimado Josef Knecht, gracias por resaltar los puntos en los que estamos de acuerdo. Me parece muy interesante lo que cuentas de la diferencia, que yo desconocía, entre el “primer Agustín” antimaniqueo y el “segundo Agustín” antipelagiano. Sinceramente pienso que este diálogo está siendo muy fructífero para los dos, y me gustaría que lo fuera también para otros. Las discusiones filosófico-teológicas pueden ser aburridas, pero sin ellas y sin el esfuerzo por encontrar la verdad, lo único que queda es dogmatismo irracional de uno u otro signo, ya sea impuesto por la autoridad, o asumido voluntariamente, pero también de modo caprichoso. Igual que tú, no pretendo pontificar, sino razonar, busco un ideal que yo mismo pueda asumir y que pueda proponer a otros, según aquello de “dar razón de vuestra esperanza” (1 Pedro 3, 15). Si somos seres racionales es porque nuestra conducta es fruto de la reflexión, no sólo en el juicio concreto de cada acto, sino también en la concepción global que tenemos sobre el actuar humano.

 

En cuanto a los puntos que señalas de discrepancia:

 

1ª. Acepto la matización de que en el judaísmo también tenía su peso la impureza sexual.

2ª. He leído con atención las dos cuestiones de la Suma Teológica que citas, y no creo que de ellas se puedan extraer las conclusiones que tú sacas. Sobre esto escribo más extensamente a continuación.

3ª. Esta objeción en realidad no se dirige contra mí, sino contra la moral católica oficial de hoy en día, ya que yo no he sostenido que todo acto sexual imperfecto sea pecado mortal.

4ª. Efectivamente, la doctrina es el origen de la catequesis y la espiritualidad, por tanto es lo primero que hay que reformar (o en algunos casos simplemente conocer mejor), por más que a muchos les pese tanta disquisición filosófico-teológica. El dramático caso referido por Dori se podría haber evitado si no hubieran sido tan ignorantes. Lo que quería decir es que no me parece que haya un problema de fondo insalvable en la doctrina cristiana, sino más bien todo lo contrario, que la propia tradición cristiana contiene los mejores elementos para su reforma, que ser modernos y progresistas no exige renunciar al Evangelio, sino redescubrir su fuerza liberadora original.

 

Volviendo sobre Tomás de Aquino y la Suma Teológica, lo que observo, por las dificultades que se tratan de responder, es que Tomás de Aquino escribe en un contexto en el que el placer corporal, y especialmente el placer sexual, está continuamente bajo sospecha. La respuesta de Tomás me parece razonable, en su contexto cultural (lo que no quiere decir, obviamente, que la asuma sin más). En STh I-II, q34, a1, que no cita a San Agustín, se pregunta si es malo todo placer o delectación. Su respuesta me parece bastante sensata, viene a decir que el placer será bueno o malo según incline o no a lo que es conforme a la razón. Refiriéndose en concreto al placer sexual escribe que “esta ligadura de la razón por el deleite en el acto conyugal, aunque no implique malicia moral, porque no es pecado mortal ni venial, proviene, no obstante, de cierta malicia moral, esto es, del pecado de nuestro primer padre”. Es decir, lo que procede del pecado original no es el placer, sino el hecho de que el placer nuble la razón. En STh I, q98, a2, se pregunta si en el estado de inocencia habría habido, o no, generación por coito (por tanto placentera), a lo que responde afirmativamente, incluso contradiciendo a importantes padres de la Iglesia como Juan Damasceno o Gregorio de Nisa, lo que reafirma su visión positiva del sexo en cuanto ordenado a la generación. Aquí sí cita a San Agustín, “quien no excluye los placeres en el estado de inocencia, pero sí el ardor de la sensualidad y el desasosiego de ánimo”.

 

Por tanto el placer sexual no es malo en sí mismo sino sólo en la medida en que nuble la razón, en la medida en que sea “concupiscencia desordenada”. Entonces deberíamos distinguir si, según Tomás de Aquino, el placer sexual es siempre concupiscencia desordenada, o sólo a veces. Que el deseo de placer sexual nos impulse a veces a obrar contra la razón creo que es bastante fácil de aceptar, los que mejor lo saben son los promotores de la industria del sexo. Lo que no aceptamos hoy día es que el deseo de placer sexual sea siempre desordenado, puesto que tenemos en gran estima el placer sexual cuando es expresión de amor. (Muchos preferirán sustituir esta última cláusula, “cuando es expresión de amor”, por esta otra, “siempre que no atropelle a los demás”. Ya expliqué por qué pienso que esto puede ser suficiente para la convivencia pacífica, pero no para el bien integral de la persona según el mensaje cristiano.)

 

En todo caso, no pretendo salvar a Santo Tomás, ni menos a San Agustín, ni apoyarme en ellos sin más, sólo pretendo hacerles justicia. Está claro que ambos son limitados en su concepción del sexo excesivamente ligada a la preservación de la especie, pero eso no invalida todo lo que dicen. Cuando Tomás usa en STh I, q98, a2 el curioso argumento, que hoy nos produce indignación, de que “la mujer ha sido creada para ayuda del varón, y no podría serlo más que para la generación, porque para cualquier otra cosa le sería más útil la ayuda de un hombre que la de la mujer”, me parece increíble que fuera capaz de ser tan reductivo en su lectura del “no es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2, 18). Pero el necio sería yo si no fuera capaz de entender que su perspicacia también estaba limitada por su contexto cultural.

 

Puede parecer que Tomás de Aquino comparte esa opinión negativa universal sobre el placer sexual (siempre concupiscencia desordenada), pero yo no lo veo tan claro, precisamente porque según él no es un placer malo cuando es ordenado. Incluso San Agustín admite un placer “ordenado” en el estado de inocencia, es decir, antes de ser fruto maligno del pecado original. Por lo tanto, si el placer no es malo en sí mismo, tampoco es un “mal necesario” en orden a la reproducción. En todo caso será, según ellos, un “bien corrompido”, un placer que “ya nunca podrá ser puro como antes”. Así pues, me parece muy discutible que la consideración del placer sexual como mal necesario sea el fundamento de la prohibición de los métodos anticonceptivos, como tú dices. Puede que algunos moralistas católicos, todavía demasiado gnósticos, se muevan consciente o inconscientemente por la idea de “que disfruten lo menos posible”, pero no es eso lo que argumenta la doctrina oficial. Puestos a promover la reproducción sin placer, si fuera eso de verdad lo que la Iglesia quiere, lo que habría que hacer es reemplazar masivamente ese “sucio” procedimiento natural por la inseminación o la fecundación in vitro… pero no parece que en el Vaticano estén por la labor (curiosamente, Gregorio de Nisa es criticado por Tomás de Aquino en la cuestión citada por decir que “en el Paraíso el género humano se hubiese multiplicado sin unión carnal”: ¿Gregorio de Nisa precursor de la reproducción artificial?). A mi modo de ver, la prohibición de los métodos anticonceptivos no se fundamenta en el rechazo del placer sexual, sino en el interés por preservar lo que desde la doctrina oficial se entiende como sentido humano pleno de la sexualidad, que incluye tanto el don personal de los esposos como la apertura a la vida (los famosos significados unitivo y procreativo). Es decir, que lo que disfrutamos juntos y nos une afectivamente, es lo mismo que hace que seamos o podamos ser padre y madre, y que si lo separamos en dos partes rompemos algo muy valioso.

 

Me llama la atención, querido Josef Knecht, que en varias ocasiones te hayas referido a la necesidad de una perspectiva personalista de la sexualidad para la necesaria reforma de la moral. No sé exactamente a qué corriente de la filosofía personalista te refieres, pero comúnmente se reconoce que uno de sus principales exponentes responde a las iniciales de KW y su “teología del cuerpo”, cuya sola mención en este foro desatará las iras de más de uno (aun así no pierdo la esperanza de que seamos capaces de juzgar su trabajo intelectual en este campo al margen de sus otros aciertos o desaciertos). Sinceramente creo que es uno de los mayores esfuerzos de la teología contemporánea por recuperar la visión positiva del cuerpo y la sexualidad, contra los restos de gnosticismo que aún contaminan la doctrina cristiana, pero claramente es un movimiento alineado con las posturas oficialistas. Este personalismo “oficialista” busca una fundamentación que supere la teología medieval. Se podrá estar de acuerdo o no con la doctrina de la Humanae Vitae y con la teología posterior que trata de justificarla, pero es justo reconocer que no se limita a repetir fórmulas medievales, aun cuando lógicamente busca la continuidad con la tradición cristiana.

 

En cuanto a los filósofos y teólogos opusinos, por lo que yo sé la gran mayoría desprecian el personalismo como una filosofía blanda y sin cuerpo, poco sistemática, pero también hay una minoría que parece estar en el núcleo fuerte de los que lo promueven. Una vez más, el opus es un fenómeno bien complejo que se resiste a ser explicado con tres esquemas simplistas. Que sea una institución que ha provocado muchísimo daño a tantos miles de personas no implica necesariamente que todo lo que hacen sus miembros sea perverso. Personalmente me parece singularmente paradójico que filósofos y teólogos que son capaces de reflexionar más o menos agudamente sobre la realidad humana sean incapaces durante tanto tiempo de darse cuenta de que están inmersos en una estructura de pecado; no obstante, el mismo Jacinto Choza, explicando su propio proceso personal, reconoce que la mayoría de sus miembros son gente que actúa de buena fe.

 

Un abrazo,

Daneel

 

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Publicado el Wednesday, 30 May 2012



 
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