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 Correos: El latex que nos separa.- Coplasuelta

010. Testimonios
coplasuelta :

Es interesantísimo ver que la diferencia entre un integrista metodológico y un progresista cientifista se mide por el grosor del latex en un preservativo. En ese punto neurálgico se separan dos escuelas que aportan la visión pragmática y radical de ambas escuelas. Además, en docenas de obispados, en docenas de parroquias, en docenas de organizaciones y organismos, hacen valer esas diferencias sistemáticamente. Se encuentran a gusto en reconocerse como únicas, como valedoras de sus respectivas visiones. La órbita de la prelatura y la de algunos jesuitas pelea por ser la referencia moral y teológica, sobre todo moral, de la cristiandad. Sistemáticamente estigmatizan al resto de escuelas y grupos, personas e instituciones. Estamos cansados de llevar la contraria a la prelatura y ser tachados de progres, de ser pasados al otro bando. Estamos hartos de considerar como viejo y caduco al progresismo, y ser descalificados como fundamentalistas.

Nada nuevo. Los fariseos y saduceos llevaban el día a día de un pueblo sometido al Imperio, sin esperanza, sin glorias pasadas, agotado. Pactaban cada paso que daban con la fuerzas de ocupación, usaban ese pacto para someter al pueblo a sus deseos. Usaban el mal en su beneficio, entraban y salían del Mundo para oprimir a sus hermanos, mantenerse en el poder y asegurarse que eran los únicos esquiladores...



Ayer como hoy nos encierran en pequeños grupos, controlables, liberticidas, fanáticos y sectarios, con la excusa de que, la pureza ideológica es para minorías. Unos y otros pontifican sobre el pasado, presente y futuro, desde la vejez, desde la esterilidad y desde el sometimiento a la parte del Mundo a la que sirven.

Los dos prefieren mantener disputas artificiales, de la frontera teórica de situaciones forzadas por sus aliados en el Mundo antes de reconocer que son parte del problema.

Unos quieren hacernos creer que las religiones son parte del comportamiento moral y ético de la Humanidad, que hay que respetar sus ritos y liturgias, pero a costa de perder su liderazgo espiritual y, en el caso de la Iglesia católica, que deje de creerse la detentadora de la voluntad del único Dios.

Otros, en su pragmatismo, que no es más que su conservadurismo atrofiado, en su complejo de inferioridad con las izquierdas, nos hacen tragar con una libertad sometida a las leyes inmutables de la economía, generadora de las clases sociales jerárquicas y la base de cualquier comportamiento moral. La prelatura sabe mucho de como adorar al becerro de oro, al éxito económico, a costa de la Verdad, el Bien y la Bondad. Tenemos ejemplos de como la corrupción moral es condición para la instauración de su reino en el mundo.

Todo ello, como en tiempos de Jesus, se debe a que triunfan, en tiempos de silencio de Dios, los que siempre son fuerzas centrípetas, a los que quieren volver al pasado idealizado o quieren pactar de una vez con la realidad inmutable de los poderosos.

Sirven a los mismos dioses por sobrevivir, por sentido de la responsabilidad, por temor a desaparecer, por miedo o esperanza, en que la salvación no viene de Dios, sino de sus fuerzas. Ponen todo su empeño en construir una Iglesia al gusto de sus aliados y venderla por unas monedas para comenzar la reconstrucción, con la esperanza de tener un lugar en el Mundo.

Son todos esos hermanos que dicen profesar nuestra fe, que quieren vivir con honestidad nuestros carismas, pero que lo hacen a condición de que les dejemos liderar esta crisis a base de pactos con lo peor de cada escuela.

Es evidente que la Iglesia, en un proceso difícil de explicar pero sencillo de entender, ha dejado en manos de unos cuantos iluminados lo más sagrado y lo más profano de nuestra forma de vida. La administración de ese fracaso, el forzar a la Iglesia para colocarse en los momentos previos al Concilio Vaticano II y volver a empezarlo, a revisarlo, se hace apoyándose no en Dios sino en los poderes y facciones de este Mundo.

Aparece alineaciones con organizaciones, grupos, sectas cristianas, grupos de interés, multinacionales, grupos financieros y todo lo que haga falta con tal de que la Iglesia acabe siendo lo que tiene que ser “verdadera” Iglesia de “verdaderos creyentes” o la “autentica”, la asamblea del “auténtico pueblo de Dios” que emerge tras la represión de siglos como la voz del Espíritu.

Miedo. Pavor. Terror. Eso es lo que venden los sectarios de la prelatura. Pecado y pecado. Acorralando a las almas para ser esquilmadas por sus intereses corruptos y corrompidos.

Descompresión. Liberación. Espontaneidad. Esa mezcla de moral de clase media americana de autorrealización afectivo sexual y la apuesta por los movimientos revolucionarios a condición de que sean fuera de Europa, a condición de que yo quede libre de esos procesos totalitarios, consentidos y apoyados para sociedades retrasadas del Tercer Mundo, tras apoyarlas en Europa del Este.

Por eso el latex, el preservativo, es el único campo de batalla en el que se pueden reconocer unos y otros. ¿Dónde si no? Las pulsiones sexuales que tenemos que liberar o la represión necesaria para la vida ascética. Dónde si no tenemos tienen que estar, en medio de esa Iglesia obsesa, pansexuada, pederasta y liberticida. Dónde si no encontramos lo peor de las obsesiones de todos estos grupos por justificar métodos de represión química o sicológica. Dónde si no se pueden concentrar la realidad de la claudicación al poder de las multinacionales del latex, a las organizaciones internacionales de la salud y el desarrollo que han dictado la felicidad para quienes vivirán en el futuro, a condición de que capar, limitar, empobrecer y matar a los vivos de ahora.

En el grosor de un condón se pone la suerte de personas con nombre, reales, como condición de la vida de su aborto de la razón, de un pasado idealizado o de una utopia totalitaria. Los prelaturos defendiendo una dignidad, el sí a la vida que tanto manipulan, a personas que, gracias a ellos y a los suyos, la perderán antes de nacer en procesos económicos y sociales de esclavitud. Es la Cruz, es cumplir la voluntad de Dios, vivir sepultado de por vida.

Los progres liberando a los vivos de la responsabilidad de un mundo mejor, controlando la natalidad, para que no se rompa la frágil psicología de los oprimidos, para liberar al mundo y llegar a la utopía a base de la cultura de la muerte y la desolación, a la vejez que les encanta, como han hecho con Europa. Es tan importante que alemanes, suecos, italianos y españoles, tengan una vida plena, grande, libre, maravillosa, con la realización de la persona hasta las últimas consecuencias, que todo vale, que emerjan todas las formas y maneras de expresión individual, todas las expresiones naturales de las aberraciones más impensables, haciendo de nuestras naciones asilos.

Por eso tenemos a esos dos grandes monstruos creando las situaciones, alimentando los escenarios posibles, para vencer, para dar razón de sus ideas, luchando por que en el centro de África se use o no el preservativo, y todos sabemos que es en los pasillos del Vaticano donde se libra esa batalla. O emerge por la ley de la Historia una u otra sociedad cerrada, liberticida, totalitaria, o el caos.

Siguen pensando que el silencio de Dios, su ausencia, esta directamente relacionado con que el otro bando a cometido errores insalvables. Lo progres de la nada, nos quieren convencer que la crisis es por el aislamiento en un sistema de monarquía absoluta de la Iglesia. Los prelaturos saben que todo comenzó cuando se abrieron las puertas de la Iglesia a masones y rojos.

Y en esas estamos, esperando, llevando la cruz de soportar a tanto salva patrias, salva razas, salva sexos, salva naciones, continentes y tribus, a tanto totalitario liberticida, que no pierde el tiempo en abusar sexual, psicológica o políticamente de nosotros, de nuestros padres, de nuestros hijos. Podrán acumular amigos y pactos entre poderosos y ricos, podrán crear escuelas para explicarles y formarles en esa dominación de unos sobre otros, podrán deshacer nuestras creencias en un puñado de normas mal traídas para gustar a sus aliados. Esa libertad que nos niegan, Dios la permite por un amor que nadie comprende, entre ellos, y que nosotros, por haberlo vivido y encontrado, soportamos con honor y gracia, como Don. Se creerán que nuestro silencio es el del borrego al que esquilan.

Lo único cierto es que vemos como hacen pinza para hacer saltar el control y la sospecha sobre todo lo santo y noble que en la Iglesia se ha dado en el pasado y de lo que se ha hecho vida en el presente. Están ahí, en medio de nosotros, los vemos vivir disfrazados de los de su clase, de los de su grupo o su ideología, pululando, condenando, diciendo quien es quien, viejos, decrépitos, sin dar razón ni de su Fe ni de su Vida.

Es el preservativo, seguro, donde se decide el Amor de Dios, su Voluntad, es ahí en esa frontera del latex donde quiero ver a los moralistas discutir sobre la coherencia de mis creencias. Lo único que sé es que han puesto precio a mi cabeza, a puesto precio a mi vida y paseo por el mundo para ser condenado a la muerte física o civil ofrecida en holocausto tanto si mandan unos u otros. Soy el precio para que vivan de su amor al dinero y al poder.

Nada de lo que nos pasa lo ha dejado de vivir el mismo Jesús. Lo que no saben, lo que no quieren admitir, es que ha Resucitado. Esa frontera del latex fue el precio que pagó para salvarnos. Para que nuestro Amor sea libre y querido, no forzado, ni esclavo, tenemos que soportar que muchos de nuestra Iglesia digan que no, traicione esa libertad, y sienta deseos, porque es la raíz de todo pecado, de dominar al resto para romper con la Revelación. Han dicho que no a lo que Dios ha planeado, revelado, no lo soportan y dan a la ciencia, a las leyes que creen ciencia, el poder que le niegan a Dios. Y es curioso que el liberalismo y el marxismo adoren las leyes económicas. Prelaturos y progres son los mismos adoradores del mismo becerro, con distinto collar, unos resignados, en la Cruz, y otros esperanzados, obligándonos a crucificarnos en el progreso bailando, siendo auténticos y de fiesta en fiesta, anquilosando nuestra afectividad en sexualidad y manteniendo una adolescencia perpetua para que no nos quejemos del progreso.

Los dos grupos que llevaron, por celos y odio, a Cristo a la Cruz, no fueron rojos y masones, no fueron conservadores y fascistas, fueron sus hermanos en la Fe, fariseos y saduceos. Y ese proceso es histórico pero también universal, eterno, repitiéndose en cada uno de nosotros. Dios me libre de ser uno de ellos. Prefiero ser un pecador que traiciona a Cristo pero que llega a pedir perdón. Dios me libre de ser del Imperio, pero prefiero ser mil veces un profesional ignorado que se cruza con la Iglesia y se convierte, que un prelaturo o un progre resabiado, cruel y obsceno. Dios me libre de ser masa, de condenar a inocentes, movido por esos grupos de listos, pero prefiero ser del pueblo oprimido que se cruza con la Iglesia y se libera que formar parte de esas banderías de hipócritas y falsos profetas. Dios me libre de amar tanto el pasado como para pasar por judío fiel, pero prefiero ser un cumplidor escrupuloso que un corrompido y un corruptor. Dios me libre de buscar la muerte de alguien, de salir al monte a matar en nombre de Dios, pero prefiero ser un escandalizado por esos grupos de lobos que un seguidor de dictaduras militares o del pueblo, de la raza o la clase social.

Y lo que más deseo es ser fiel, en el silencio de Dios, antes de intentar llenar ese silencio de las últimas novedades de la ideología de turno. Por qué tendríamos que estar hincados de rodillas, pidiendo perdón, e implorando la ayuda de Dios por tanto mal y tanta locura que hemos vivido y hecho vivir. Ahora toca eso, parar a rezar, a renovar nuestras vidas y ponerlas en manos de Dios, despreocuparnos, para que sea Él quien, por lo menos, nos lleve desde la traición y el pecado, a libertad de los Hijos de Dios. Todos, y yo el primero, tendríamos que hacer un acto de humildad y empezar a pedir perdón por llevar a Dios al corazón de África para que pase el juicio del latex de un preservativo. Y hecho vistazo a los santos del siglo pasado y la mayoría han muerto a manos de uno de esos bandos. Tenemos que pedir perdón por ser verdugos y víctimas. Doble perdón, por llevar a la muerte a hermanos y por ser quienes lo hicieron positivamente, más allá de la omisión. En el siglo del activismo católico, el mal no ha sido el NO hacer, sino de hacer el mal a sabiendas.

Colpasuelta




Publicado el Friday, 11 May 2012



 
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