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 Tus escritos: Censurón (Cap.5 de 'Erase una vez').- Félix

060. Libertad, coacción, control
Felix :


Censurón.

Cap.5 de 'Erase una vez'
Enviado por Félix el 16-06-04

Máximo Soberbio llevaba meses muy disgustado. Estaba locamente encaprichado de Prímula, una encantadora muchacha que no le prestaba atención; sus razones había, pues entre tantos cuantos la pretendían Máximo era el menos favorecido de todos: pequeñajo, raquitico, con chepa, de ojos bizcos y rijosos... pero, eso sí, pobre. Llevaba Máximo Soberbio días y días sin dormir, suspirando a todas horas, regando la cama con sus lágrimas y en una de esas veladas de pertinaz insomnio escuchó una voz que, como el eco de sus pensamientos, exclamaba: "¡Es tan fácil! ¡Es tan fácil!...

-¿Quién eres? -preguntó con un nudo en la garganta...

Pero a su reclamo tan sólo seguía oyéndose: -¡Es tan fácil! ¡Es tan fácil!...

Dio a la luz de la mesilla de noche y nadie había allí, mas la letanía de esos "es tan fácil" continuaba. Ya he enloquecido, pensó, cuando de pronto ¡flash! se plantó ante él una esbelta figura encapotada en negro, de barba lanceolada color cobre; de ojos grandes y brillantes, como si dos lunas llenas se le hubieran clavado en el rostro.

-Por... por favor... no me hagas daño... -Balbuceó Máximo Soberbio aterrorizado.
-Mi única intención es ayudarte -respondió el aparecido con meliflua voz.
-¿Y quién eres? -preguntó más tranquilo.

El espectro era un diablo de nombre Censurón, quien al ver tanta desesperanza de amores se había materializado para ayudarle a forzar a Prímula hacia él.

-¡Pero querrás a cambio mi alma!
-¡Tú has leído muchos cuentos!
-Es lo normal en estos casos, ¿no?
-Pues no.
-¿¡Ah, no!?
-No. Forzar la voluntad de esa mujer es un pecado; cada vez que yo te ayude pecas y... Bueno, en realidad sí que quiero tu alma, pero cobrándomela a plazos. Tú sólo tienes que aceptar mi ayuda y esa mujer será tuya.
-¿Y cómo lo vas a hacer?
-Pues robándole los pensamientos.

Le explicó que para un demonio eso era algo muy sencillo. Sólo tenía que meterse en la cabeza de Prímula y cada vez que ella intentara pensar en un pretendiente iba él y ¡zas! le robaba el pensamiento; así al cabo de poco tiempo sólo le quedaría en la cabeza la idea de Máximo Soberbio como único hombre del mundo y añadió: -Porque, amigo mío, para elegir hay que tener delante todas las ofertas; si a una persona se le impide contemplar todas menos una ella se creerá muy libre cuando toma esa, pero en realidad es una pobre esclava que necesariamente ha de aferrarse a lo único que se le pone delante.

Firmaron el trato y cada vez que Prímula intentaba observar a un chico iba Censurón y la hacía torcer la mirada a otra parte, cuando ella abría una revista y la foto de un hombre podía eclipsar a Máximo Soberbio él la imbuía que eso era pecado y ella pasaba la página, le quitó los pensamientos de ir a lugares y fiestas donde podría entablar amistad con varones, de ver señalados programas de televisión, de ir al cine, de estar a solas con hombres, de leer determinados libros... Como no podía pensar en ningún otro pretendiente excepto en Máximo Soberbio sus sentimientos, afectos y pasiones se volcaron solamente en él... y a todos extrañó mucho cuando al cabo de unos meses Máximo Soberbio la pidió en matrimonio y ella aceptó.

Prímula compartió con ese hombre largos años de desgraciada existencia. Estuvo unida a alguien con quien, ni loca, se habría casado si Censurón la hubiera dejado pensar en cualquier otro. Y lo más curioso de esta historia es que durante lustros ella afirmó apasionadamente que nadie la forzó a elegir a ese cheposo como marido. Hasta que llegó un día en que Prímula... Bueno, esa es otra historia que contaré próximamente.

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Publicado el Wednesday, 16 June 2004



 
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