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 Correos: La copia y lo original, el mismo perro con distinto collar.- Coplasuelta

030. Adolescentes y jóvenes
coplasuelta :

Alguno se cree que atacar a la prelatura es atacar a la Iglesia. Nada más lejos de la realidad. Es atacar a un movimiento ideológico de la extrema derecha con capa de católico. Alguno se cree que atacar a las congregaciones y movimientos de base es atacar a la verdadera Iglesia. Nada más lejos de la realidad. Es atacar a sucursales de la ideología de izquierdas. La Iglesia no es la suma de grupos que se anatemizan unos a otros, no es la suma de lo que llama carismas y que no son más que lecturas interesadas de la Revelación y el Magisterio de la Iglesia. Alguno considera que todo es un cálculo, una negociación, la existencia de diferentes tendencias ideológicas que luchan por su cuota de poder dentro de la Iglesia y que eso hay que respetarlo porque entra dentro del mismo pluralismo que se da en la sociedad. Lo cierto es que la pretensión totalitaria de una y otra tendencia, las manifestaciones de terror y crueldad de los sistemas sustentados por ambas ideologías nos tendrían que bastar para curarnos de caer en la tentación de hacer una Iglesia a nuestra medida. No es de ahora...



La Iglesia, tomar el poder y hacerla la medida de una u otra ideología es una tentación muy golosa. No se puede negar que la Iglesia tiene un poder moral y una presencia en el mundo que ideologías de todo signo la querían domesticar. Ahí están todas esas iglesia del pueblo en lo regímenes comunistas y la alineación de la jerarquía a los intereses de ideologías del signo contrario. Llama la atención que, tras contemplar al socialismo como el origen teórico y práctico de los regímenes que más terror y crueldad han sembrado en más lugares, sobre más gente y durante más tiempo, aún existan algunos llamados cristianos que se atrevan a usar esa ideología para interpretar la Fe de todos. Llama la atención que tras colaborar sistemáticamente con regímenes totalitarios de derechas, muchos sigan creyendo que el pensamiento conservador no tiene esa misma pretensión totalitaria. Más todavía llama la atención que, como sólo puede pasar en la Iglesia, cuando el mundo entero abandona esas verborreas que han demostrado en su inmadurez intelectual y moral los abismos del mal, haya grupos que sigan usando métodos de captación, de adoctrinamiento y de organización dignos de partidos totalitarios.

Llama la atención como nos ha costado a la Iglesia el tener que colaborar con esos poderes, el desprestigio tremendo que eso ha supuesto, sigamos creyendo que la solución está en mantener ese fanatismo ideológico acrítico. Es imperdonable, además, que para escenificar es depravación moral y depredación de incautos, sigamos construyendo comunidades, sigamos alimentando teorías, sigamos realizando estudios llamados teológicos, ascéticos o lo que sea, para evitar no caer en la mundanización de la Iglesia.

Robar pierde su peso inmoral si eso se hace escondido detrás de leyes económicas inexorables, la esclavitud no es más que el juego de la oferta y la demanda. Es curioso que haya que recordar que ese robo y rapiña necesita la restitución de lo robado en los términos de lo perdido, siempre, y de lo no ganado, sin duda. Es curioso que haya que recordar la dignidad humana, con sus derechos y deberes, como el principio del que partir, no el destino que se gane por trabajar para causa alguna. Es tremendo recordar que los actos homosexuales son materia de pecado grave contra la naturaleza humana y que no necesito caerle bien al mundo, ser moderno o lo que le toque al progre eclesial de turno curar de su enfermizo, ya muy enfermizo, complejo de inferioridad. Resulta más que chocante recordad que el matrimonio es un sacramento, que ese sacramento pasa por ser indisoluble, entre otras cosas. Es imposible defender en la calle la dignidad del no nacido si un segundo después la pierde al tener que ponerse en manos de unos y otros depredadores ideologizados. Es imposible no defender el derecho a la vida de todos, es radicalmente imposible no hacer todo lo posible por defender la vida antes de nacer y en la vejez para no caer ya no en la planificación estatal socialista o nazi, sino en la mercantilización de la vida privada. No podemos reducir al hombre a cosa y luego pedir que respete la vida en todas las fases de la misma. Si creamos sociedades inhumanas, de izquierdas o de derechas, no se puede creer y tener esperanza en la vida.

Decir que la prelatura es un grupo de extrema derecha con capa de católico es un hecho en su raíz, fundación, métodos, medios, fines y objetivos. Decir que las comunidades de base progresistas siguen los mismos reduccionismos sectarios y que responden a las tácticas, medios y fines de la ideología de izquierdas, es otra verdad que caer por su propio peso. Pues bien, todo eso, sumado, no es la Iglesia. Son los estertores de las ideologías en la Iglesia, los reductos que siempre han sido absurdos, desproporcionados, interesados, fundamentalistas, terroríficos y crueles, de ideologías del Mundo. Sucursales de algo que ni es de Dios ni se espera que lo sea.

En la Iglesia siempre se han dado banderías, grupos y grupetes. El tiempo de Jesús, muerto por la envidia de los verdaderos creyentes, ante el desprecio de los libertadores más comprometidos y con la complicidad de la parte del mundo opulento y satisfecho, ya estaban presentes. En los primeros dos siglos soporto la Iglesia incipiente a los gnósticos, que son lo más parecido a la situación actual. Luego llegaron todo tipo de carismas, herejías, bandas y bandidos. Aparecían como lideres laicos, consagrados, parte de la jerarquía, sesudos teólogos y no pocos politiquillos interesados por el poder. Decir ahora que la prelatura se erige en el grupo visible de una bandería y que otros están el lado contrario, no es descubrir nada. Lo terrible es que en esa lucha de poder quien ha perdido es la Iglesia en presencia en el mundo, en vocaciones, en humanización, en que se han abierto abismos de terror, dolor, maldad y depravación directamente proporcionales a los vacíos que están los conventos, las congregaciones y seminarios.

Cargar y recargar a los laicos con los fardos, con las moralinas, con las opiniones, políticas e ideológicas de unos y de otros, no tiene sentido alguno. Espantar a las almas, retorcerlas hasta que se les obliga a elegir a la Iglesia, a Cristo a condición que haya una conversión ideológica, es lo que ha provocado esta crisis. Las soluciones temporales, para adolescentes, de llevarlos a firmar lo que no disciernen, a probar la corrupción moral de los que se creen elegidos o a hincharse a cantar canciones comprometidas, a recibir arengas de que, allí, en la orilla de una selva se vive una Fe que aquí es imposible, no ha hecho más que un lugar común en nuestras sociedades de que somos, los católicos, una panda de idiotas, superficiales y complicados. Y si, esa juventud corrompida por el capitalismo salvaje, bebiendo en los botellones, es quien se ríe de nosotros. Se ríe porque somos aún más ridículos y patéticos. Y si, esa juventud que siente una interior vibración de talentos y deseos, encuentra respuestas en sí mismo, una Revelación de Dios, directa y no encuentra espejo donde ver esa misma revelación en lo que esos grupetes posesos de poder y de posición en el mundo les venden.

La imagen de Dios en cada hombre, en el espejo de esos grupos, aparece deforme, estabulada en un modelo, en una forma uniforme de comportarse, despersonalizada, entregada a la salvación del mundo según las sagradas escrituras de la ideología de turno.

Por eso, si alguien se cree que criticar a la Prelatura es defender a su simétrico de la izquierda, va de ala. Son el mismo perro con distinto collar. El sectarismo fanático no es, desgraciadamente, el monopolio de la derecha, es algo que se vive con una intensidad ferviente, con ejemplos nauseabundos, en la izquierda, y con un desparpajo en esas dos esferas de poder económico y político que uno madura dentro de la Iglesia a base de tropezar con esos nuevos fariseos.

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Publicado el Monday, 19 March 2012



 
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