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 Tus escritos: La copia y lo diferencial (2).- Coplasuelta

090. Espiritualidad y ascética
coplasuelta :

LA COPIA Y LO DIFERENCIAL (2)

Por seguir un poco más con el tema, me gustaría relatar la mala copia que es la prelatura con respeto a lo que la Iglesia propone.

Cuando digo que nada distingue a los prelaturos del resto de los católicos sólo pongo de manifiesto que la vida de oración, de los sacramentos y las prácticas de piedad no es algo reservado a esta gente. La vida religiosa tiene otras características y una forma de vida que les distingue de la vida común de los fieles así como entre ellas. Si alguien no ve en la crisis de la vida consagrada, contemplativa o no, la explicación de la edad de hielo que vivimos en la Iglesia, esta ciego, dicho sea de paso.

Ahora bien, lo que es diferencial, la pertenencia al grupo, se basa en la exageración de esa vida de piedad hasta forzar esa diferencia con el resto de católicos. No se puede dar por diferente lo que no lo es sino se da una impostura.

La vida normal de los católicos casados, por ejemplo, la clase de tropa como ellos se definen, tiene su fundamento en el sacramento del matrimonio. En esa vocación, el esposo o la esposa, es el mismo Cristo y su santidad es la felicidad - sin “verdadera” detrás o delante- del cónyuge. Si el fruto de esa vida matrimonial son los hijos, la felicidad de ellos es una prioridad sometida al fin principal, la felicidad del otro cónyuge, sin duda...



Sólo una negación de la primera y segunda prioridad hace posible que el cúmulo de normas de piedad de los “verdaderos creyentes” se cumplan. Si lo primero son la normas y en segundo lugar el trabajo, todo los demás tiene que ser sacrificado. Así pues, lo accesorio deja paso a lo principal.

Es la organización la que sustituye al cónyuge y a los hijos. Las normas y el trabajo están orientados a los fines apostólicos de la prelatura.

Ese es el caso de cientos de mujeres que se dicen a sí mismas supernumerarias y no han sido más que comparsas de esa farsa. Cómo han salvado esas dificultades muchas de ellas ya sería un caso aparte de estudio. Algunas con abnegación dignas de ser contadas entre los mártires y otras delegando en chicas de servicio, colegios y clubs la pesada carga de esa soledad. La prelatura es tan parasitaria de la vida de estas mujeres que no se entiende su mantenimiento en el tiempo sin ellas. Sólo eso hace que aún no haya cerrado la prelatura. Y se han quedado sin relevo con lo que no pasarán ni 30 años para ver caer esa organización.

La desaparición de esa presencia paternal de los hogares es condición sin la cual no pueden fructificar vocaciones para la cosa. Es imposible acompañar a los hijos e hijas en su educación sin que queden inmunes a la acción de los comportamientos sectarios. A poco honesto que sea un padre, ya no digamos si es católico, las pretensiones de salvación totalitaria de la cosa quedarían desmontadas. Sólo creando traumas sin cuento y encadenados de edad en edad, se puede conseguir mantener una vocación en la prelatura. Ese es el juicio más elemental que se puede hacer sobre la prelatura: de los miembros más activos casados se sacan vocaciones contraídas y deslavazadas. La dedicación exclusiva de esos hijos a las necesidades de la prelatura es el termómetro del fracaso de la misma prelatura. Y esos indicadores del rendimiento de las prácticas sectarias estarán todo lo guardadas que quieran pero es un hecho, a pie de calle, que los niños y niñas dedicados a las necesidades de la prelatura se pierden ya no sólo para la prelatura sino para la misma Iglesia. Es vergonzoso que una supuesta vocación nueva viva sólo de los éxitos momentáneos de métodos sectarios y arrastre a la Iglesia en las criticas que eso merece.

Aislados en el bucle entre normas y trabajo, sólo queda “encomendar”, “rezar” y demás consejos que despejan el problema de quince en quince días para el director y el falso confesor. Es del todo conocido el enquistamiento durante años de la más mínima dificultad personal y espiritual. Hasta que se cae en la cuenta de que lo único importante son las necesidades del grupo. Tarde y mal, con la manipulación sicológica dando sus frutos, las personas viven encadenados a un Dios que les da todo lo que merecen sus pecados, los hayan cometido o no. Todas las manipulaciones del secreto de confesión y de dirección espiritual es para mantener los objetivos de la organización, confirmando que no hay ningún interés porque una persona sea o no santa ante Dios sino ante el grupo.

Es imposible que no ocurra otra cosa si el bucle diabólico entre normas y trabajo no deja sitio para otra cosa. Esas normas, además, que por su número y detalles formales, establecen una relación mecánica y superficial. Dudo mucho que los prelaturos tengan amigos además de los conocidos de la prelatura. Si tuvieran o hubieran tenido amigos, reconocerían, sin duda alguna, que la relación con el Amigo nada tiene que ver con repasar de memoria cientos de frases sólo por el mero hecho de hacer cruces al final del día en un papel.

Lo que ya es un monumento a la estupidez y la locura es conocer y saber que es imposible cumplir con esas normas. Ya no sólo es que no sean necesarias, sino que, proponiéndose el realizarlas, la falta de encaje en la vida normal de un católico, si quiere vivir su vocación matrimonial, hace que sea imposible hacerlas todas y mucho menos vivirlas todas. La santidad de vida, si se mide por el rendimiento diario, semanal, mensual y anual de esas normas, no tienen efecto alguno en la vida normal por el exceso. Lo que sí rinde y mucho es en la contabilidad de la organización y en la promoción de sus actividades.

Para que eso ocurriera tendríamos que vivir en una corte llena de ayudantes que nos permitan tener el ocio suficiente para vivir esas normas, sin trabajar, claro, olvidándose completamente de la pareja y de los hijos, como condición previa.

Entonces algo hay que ceder. Quien depende de un contrato laboral, cederá en vivir las normas y renunciara a ser padre y esposo, madre o esposa. Quien depende de sí mismo, si nos fiamos por los ejemplos públicos y los conocidos por cada uno, tendrá una profesionalidad mediocre o miserable, buscando atajos para completar sus obligaciones. Atajos que tendrán que ver con la justicia y con la caridad. Cada negligencia, chapuza, malversación, difamación, injuria o cualquier otra retorcida forma de sostenerse al grupo, se frena ya sea prevaricando o comprando voluntades. No quiero dar ejemplos de como los más destacados miembros lo han sido porque se han saltado toda moralidad elemental.

Por mucho que se guarden los datos del rendimiento de la organización sobre la utilización de la doble moral, es por todos conocido cómo se usa cualquier medio para mantener a la organización fuera de cualquier escándalo, lográndolo o no, llegando a multiplicar ese escándalo por la forma de corregirlo.

Nos copian la vida de oración, de sacramentos y algunas formas externas de vivir la vida de Fe en comunidad, sin duda, pero es una mala copia. Una copia falsa y llena de trampas.

En el trato con Dios, a través de la oración personal y comunitaria, en los sacramentos, uno encuentra el motivo y la raíz de su vocación matrimonial, en su entrega abnegada al otro. Uno no encuentra motivos para condenar a la sociedad, a la cultura, a las costumbres, a sabe Dios qué enemigos, que sirvan de excusa para no amar, aquí y ahora, y en directo, a los que Dios ha puesto como encarnación de su Ser.

No tiene que cambiar la sociedad entera, las relaciones de poder y mover la acumulación de ese poder y de ese dinero hacia la prelatura para que comencemos todos a poner orden en nuestras vidas. Ahora, ya, aquí mismo, podemos organizar delante de Dios nuestras prioridades sin que sean más de lo que puedan contarse con una mano. Todo lo demás redundará en beneficio o será un estorbo, por santo que sea o por mucho que el santo fundador lo haya escrito con ese estilo cursi, hortera y simplista que Dios le dio.

Este es el tercer termómetro bien guardado. Cualquier tema que tratara ese fundador, en una mínima búsqueda en la vida, primero vida, y obra de otro santo o maestro, deja a la obra escrita de ese pobre hombre a la altura de folletín sentimentaloide. El Corin Tellado español frente a Dante o Shakespeare. Es impresionante conocer la vidas de los santos para darse cuenta de la forzada, artificial y simple que ha sido la del fundador de la prelatura. Hasta la más humilde de las hijas de Teresa de Jesús o hasta cualquier beatificado en el siglo XX.

En lo que dejó escrito para la organización, en eso, tampoco fue original. Parece una mala copia de un partido político de masas. No hay nada más cruel y más inhumano, tal y como han hecho todas las organizaciones sectarias, que leer, releer, volver a leer, meditar y volver a meditar, las obras del líder de turno. No hay nada más alienante que someterse a la mediocridad intelectual y miseria moral de un líder. Nos juzga todos los días. No nos merecemos otra cosa. Nos ha tocado. Es nuestra vocación. Es la llamada. Eso desmoraliza al más fuerte entre los buenos y sólo puede alimentar al psicópata, como se ha demostrado. La organización está tan enferma como lo estaba su fundador y sus primeros seguidores. Es un hecho que no admite discusión.

La Iglesia no es la suma de grupos, no es elegir cada aspecto de la vida imitando a inimitables lideres. Ya estamos cansados, desgraciadamente, de grupos discretos, que viven en pisos, que enredan y corrompen todo lo que tocan, la norma de santidad que Dios nos pide, por seguir esta u otra forma de alinearse con este u otro poder fuera de la misma Iglesia.

Necesitamos, según la edad, el tiempo que se tenga, el número de hijos, de dificultades de una índole o de otra, seguir de la mano de un director espiritual que sea sacerdote. Ese sacerdote que nos integre en la vida de la Iglesia a través de una parroquia. Ese es el espacio natural del católico, allí se dan todas las miserias pero todas las virtudes de la vida en común. El roce y la convivencia con personas de distintos orígenes, culturas, edades y talentos, nos basta para oxigenar el alma, hacerla católica, universal y cercana, el que todo sea transparente, claro, sin dobles vidas, que cada padre tenga la paz de educar a sus hijos en la Fe, que encuentre apoyo en sus crisis y en sus alegrias. Que pueda compartir lo fundamental de la oracion comunitaria. Que se rindan cuentas del dinero, de las actividades, de los objetivos y fines de cada actividad.

Estamos hablando de seglares, de laicos, de personas que están unidas porque no tienen vocación especial, que sus carismas son sacramentales y su fundador el mismo Jesucristo.

Recuperar el ritmo de la oración de la Iglesia y perder ese alocado ir y venir de formulas de cumplimiento, remozarse en la originalidad de cada día de esa oración litúrgica, que tiene sus ciclos en relación a los misterios de nuestra Fe y no sobre las mismas normas de piedad. Salir de ese bucle diabólico de creer que la amistad con Dios es una especie de militancia política a un partido totalitario, el mantener, ¿cómo lo llamaban? ¿visión sobrenatural? para ser el pelele necesario para obras cada vez más corruptas y demenciales.

Crecer en amor a la Iglesia que no es la suma de grupos, sino algo más que la suma, que existe antes de la Creación, que está hecha para los hombres y no ellos para Ella, como bien recuerdan los mejores hombres de Dios.

¿Por qué copiar tan mal y tan superficialmente un aspecto tan relevante de la vida de la Iglesia en sus cristianos corrientes? Lo que les diferencia y les interesa es el grupo. Si lo primero es el trabajo y luego las normas, en el mejor de los casos, es porque nada es más relevante para el grupo. Estar en medio del mundo (¿quién no lo está?) si algo tiene de especial para estas personas es para servir, desde el trabajo, a las necesidades del grupo. Lo mínimo para entregar dinero. Si es relevante su posición, para favorecer al grupo en lo que pueda hacerse, con toda corrupción moral y favoritismo injusto y cruel, y, en el peor de los casos, para retorcer lo moral, lo legal y lo más humano, para tapar el gran fracaso de ese carisma. Estos son los frutos y con los que no queremos colaborar.

Por eso llega a ser una especie de reducción sectaria de nuestra Fe, totalitaria, utilitaria y con los fines que se alinean con los grupos más conservadores y totalitarios de cada país o nación. Sus fines son el tener el dinero y el poder suficiente para ser un actor como otros lo son ya. No es que unos cuantos de sus miembros tienen el poder y el dinero. Es la misma organización la que da y quita ese poder y dinero en función de la fidelidad a los fines y objetivos del grupo. No entro en si es más o menos evangélico. Ya se ha explicado hasta el aburrimiento que NO lo es y por qué no lo es. Sólo quiero dejar claro que el grupo sólo tiene fines y objetivos en sí mismos, sin necesidad de contar con los fines y objetivos de los miembros, que no los tienen o han de hacer todo lo posible por entender que, ser santos, significa que hagan con uno cualquier cosa, cualquier cosa.

Que estos miserables, y otros de la misma calaña, nos juzguen a los demás por lo lejos o cerca que estemos de sus enemigos, es irrelevante para el fracaso que han obtenido. La confusión entre sus enemigos y los de la Iglesia es sólo una forma de despejar el problema por elevación. Me es indiferente que un grupo sectario tenga sus fuentes de poder en una ideología u otra. Se convierten ambos en parte de los enemigos de la Iglesia dando igual que sea el totalitarismo de derechas o de izquierdas el que me persiga.

Muchos de nosotros lo sabemos. No hay nada que irrite más a estos grupos que no necesitarlos, el demostrar con nuestras vidas que la Iglesia es más que ellos, que no sólo no son necesarios para la salvación sino que son obstáculo para ella. ¿Cuantos no hemos sido juzgados, según con qué miserable de ellos nos crucemos, como progre o como conservador? No podemos ser el demonio con distintas caras en la misma vida, no podemos ser progres y conservadores al mismo tiempo.

Es curioso que vivamos encerrados en la difamación y la injuria, al viejo estilo de los fanáticos del partido o del Estado, durante años y emerjan, en la Iglesia, la vida de los santos que en nada han tenido que ver esos grupos. Qué curioso que, en cambio, de esos grupos aparezcan “sus” listas de santos que sólo reconocen sus adeptos, que disparan tantas adhesiones fanáticas como rechazos y, siempre, la indiferencia más absoluta por la gran mayoría. Docenas de santos del siglo XX han movido a las almas sin necesidad de peliculas, marketing o dedicación exclusiva a la propaganda. Hechos, no palabras.

Ya sé que la vida diocesana languidece por falta de vocaciones, que a veces no puede seguir el ritmo de las necesidades de cada uno de los católicos. Y ese es el termómetro exacto de la situación de al Iglesia. En un siglo entero dedicados a salvarnos por medio de esos grupos y lo relevante es que la Iglesia necesita, como siempre, sacerdotes y consagrados, contemplativos o no. En la dedicación de tantas familias por “el mundo”, hemos conseguido retrasar otras dos décadas más el efecto de la edad de hielo en el mundo. No hay nada más doloroso que ver que nada ha valido la pena y que la verdad sigue en pie: estas crisis mundiales lo son de vocaciones.

Por eso, ese esfuerzo titánico por hacer soldados de plomo ha perdido ya la indulgencia de la espera. Hemos esperado ya el tiempo suficiente. No hemos entendido nunca nada, todo eran prisas y atajos malsanos. Hemos esperado por la insistencia de que era de Dios y por la entrega de muchas mujeres y hombres buenos. Ahora que vemos los frutos, la cosecha del fracaso, nuestra sospecha se ha convertido en evidencia, en hechos, y no esperamos más. Que nos reafirme en ello o no la Iglesia es indiferente. Nada va a cambiar. Nosotros podemos haber llegado antes por ser actores y afectados, por ser victimas o verdugos. Con nuestra palabra debería bastar, con nuestras experiencias debería bastar, con nuestra rectitud de intención debería bastar. Con nuestra convicción de que no podemos vivir hipotecados a que un grupo u otro se haga con el poder aquí o allí, debería bastar.

Espero que se vaya creando una doctrina dentro de la Iglesia tras los casos de pederastas en la que podamos contar con las denuncias antes los tribunales civiles. Espero que, poco a poco, se pueda acudir a la justicia para tener la defensa de los derechos humanos más elementales, la defensa de la dignidad humana y podamos ir poniendo a cada uno en su sitio. Porque, eso sí, no todos somos iguales, gracias a Dios.

Por eso, para algunos que buscan que digamos algo bueno de la prelatura para ser justos, tengo que comenzar a decir que lo bueno está en lo que copia de la Iglesia y no en lo que le diferencia. Que lo bueno lo ha copiado mal y de forma monstruosa porque no tiene nada ni que añadir ni que mejorar ni nada que sea original. Esa vida, esa forma de vida, orientada al grupo y sólo al grupo, es una herejía de hecho, es una vida paralela a la Iglesia como han sido otras formas de vida. Hemos pasado ya por esos momentos en la historia y se han solventado algunas veces bien y otras mal. La única forma de hacerlo bien es insistir en la propia vida de la Iglesia, en la propia existencia de la Iglesia, en dar razón de la Fe, de la Esperanza, de la Caridad, ahora, hoy, insistir en lo que es esencial, en positivo, para que vuelvan la vocaciones a la Iglesia de sacerdotes y consagrados, contemplativos o no.

No me preocupa como quede esta prelatura, este grupo de la comunidad de base, de altura o de la hipotenusa. Son el aquelarre de quienes no tienen la suficiente humildad de verse a sí mismos como pecadores perdonados y amados por Dios. Eso es lo que no soportan: que Dios sólo sea eso, Amor y que todo sea un don, que todo sea don.

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Publicado el Friday, 17 February 2012



 
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