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120. Aspectos económicos
tonijm :

Me he pasado días leyendo todo lo que he podido de esta web. Aún a costa de remover episodios críticos y traumáticos de mi vida me propuse hacerlo, proponiéndomelo como autoayuda, la que nos brinda Opuslibros ya con su simple existencia. De paso, ir cerrando alguna que otra heridita que aún estaba supurando después de 30 años de haber dejado de ser socio numerario del Opus Dei, sin haber llegado a proclamar la fidelidad (sic).

Como economista quizá tenga una tendéncia acusada de ver las cosas desde un punto de vista pragmático-material, pero a pesar de ello, nunca superaré en intensidad esta misma y obsesiva conducta que tiene la supuesta “obra de Dios”. Sólo comparable al mensaje de Jesúcristo según el Evangelio, pero mal interpretado. No es ironía, es comparativa gramatical del “déjalo todo y sígueme,...” al “déjamelo todo y obedece“. Empiezo con dos pequeñas anécdotas que me provocaron las primeras y serias repugnas a la obra...



Cabe señalar que nuestra familia era humilde, clase trabajadora. Íbamos justos para llegar a fin de mes. Padres con una única obsesión, la de dar la mejor formación posible, humana y religiosa a sus hijos. Mi madre, una ferviente cristiana católica, apostólica y romana, empezó a ser tratada por mujeres de la “olla”,... aquí lo llamamos así. Rápidamente fue “invitada” a asistir a un curso de retiro de un fin de semana. Pensábamos que regresaría entusiasmada por tantas prédicas, pues era persona que disfrutaba oír hablar de las cosas de Dios. Regresó con una sonrisa forzada. Nos dijo que todo muy bien, aunque estaba algo cansada. No le dimos más importancia. Hasta que no dejé de ser de la obra no me lo explicó: la directora la gritó y humilló al finalizar el retiro por qué no llevaba el suficiente dinero para pagar los dos dias de estancia,... Mi madre siempre cumplía y le prometió pagarlo en breve, pues ni pensaba que iba a costar lo que pidieron ni tenía suficiente dinero en aquellos momentos. Tampoco había sido informada préviamente de la tarifa. Al día siguente pidió prestado, cogió el autobús al salir de trabajar y se fue al centro de señoras a pagarlo. Simplemente les agradeció todo, pero les rogó que no la invitaran más. En aquellos momentos, año 1977, la “divina broma” sólo le costó el sueldo de una semana de trabajo. La pobre, nunca mejor dicho, jamás imaginó que escuchar la palabra de Dios fuera tan caro ni que se celebrara en una casa de tanto porte, al menos para ella. Pero aún así, nunca lo tuvo en cuenta para tener una sola palabra negativa de la ópera prima del humilde servidor de su Dios, san J.M. Escrivá de Balaguer, marqués de no sé qué.

Y la segunda anécdota, que me hirió y dolió especialmente: mi padre se jubiló y en aquel entonces la tramitación de la pensión llevaba unos tres meses. Por tanto, dejaba de entrar en casa un sueldo en un momento delicado y de necesidad, pues excepto mi hermana que era agregada, los demás estábamos estudiando y viviendo en otra ciudad. Concretamente yo estaba en la Opus West Point Academy, o sea, en el centro de estudios de turno. Mi madre le pidió a esa hermana mía que la ayudara económicamente mientras no llegara la pensión de mi padre. Ella le dijo que lo tenía que consultar y así lo hizo. La respuesta no podía ser otra que: “... no puede ser, la Obra lo necesita más que tú”... y otras lindezas como “... es una buena oportunidad para vivir la pobreza”. Gracias a Dios, estoy convencido de que este episodio sirvió de mucho para que mi hermana también lo dejara poco después.

Como he dicho, yo no supe de esto hasta que me salí y por tanto en nada influyó en mi supuesta “pérdida” de vocación. Pero sí influyó a posteriori para fundamentar con más razones y para ilustrar con estos “pequeños” detalles la pura y dura realidad. Ya sabemos que las anécdotas son importantes en la vida y más en la obra, pues forman parte de los predicamentos, las tertulias, círculos y de toda meditación que se precie. Nos iluminan el camino,...y son divertidas, te acuerdas?. Pero más allá de las anécdotas y su significado, lo realmente importante es la vivencia en su dimensión general. Situar las piezas para que encajen en tu vida y tu vida encaje en tu mundo y en el suyo. Por tanto, el poder leer tantos escritos de testimonios que han pasado por la misma institución (por llamarle algo), uno recupera esta parte de autoestima que nos fue arrebatada en nombre de Dios. Recuperamos algo de lo perdido. El tiempo no lo podremos ya recuperar y las cicatrices permanecerán, pero no precisamente las debidas a las laceraciones de los objetos mortificadores. Las heridas profundas, las otras. No nos interesa cirugía estética alguna para disimularlas, sería inútil. La cirugía fina y precisa que vivimos y sufrimos en demasía era más profunda, incisiva: atravesó la piel, el músculo, el hueso y nos hirió el alma. No afectó, para nada, a la simple estética de nuestro pobre cuerpo. Qué más quisieran ellos.

Cierro este primer capítulo con otra reflexión económico-social. Hace referencia a lo de “vivir la pobreza”. La paradoja que se dio por mis orígenes humildes y cuando empiezo a frecuentar el centro de la obra y sus actividades, cuando firmo la carta y empiezo a “sufrir” sus consecuencias es cuando realmente empiezo a vivir la... riqueza. Que nadie se llame a engaño, no me refiero a la riqueza espiritual, si no a la material. Yo ya sabía lo que era la verdadera pobreza en mi familia real, en mi verdadera casa, en mi calle y mi barrio. Empiezo a vivir como un rico!. Centros preciosos, en barrios buenos. Las comidas, una delicia. Las convivencias en una especie de paradores. El colegio mayor (West Point )... ufff!, qué dirían mis amigos del barrio si me vieran viviendo en tamaños edificios de la capital. Pagando, claro. Para eso trabajaban mis padres como verdaderos burros y por verdadero amor a sus hijos. Con decir que me daba hasta vergüenza si ellos venían algún dia a verme, no vestían a la altura!. Vivir la pobreza cuando uno es pobre no es una redundancia, no es lo mismo, ya lo sabeis. Pero para mi, vivir en esa “pobreza” era un verdadero lujo.

Más de uno pensará que los directores se equivocaron conmigo, yo debía haber ido a un centro de menor categoría, para agregados, por ejemplo. De hecho me lo propusieron primero y yo les dije que no, ni hablar. No estarían acertados con mi perfil y orígen social. Creo que no se atrevieron. Quizás alguien me lo pueda explicar. Me encanta pensar que no pudieron conmigo,... en casi nada. Mi expediente debía estar extraviado cuando en un curso anual me preguntaron si tenía algún bien a mi nombre: pero hombre, ¿no sabes con quién estas hablando? pensé en mis adentros. “Dámelo todo y obedece”... aquí tienes señor director: nada por aquí, nada por allá. ¿Estás seguro, lo has pensado bien ?. En el Evangelio se retira triste quién no va a seguir al Señor, porque tiene mucho que dejar. En mi caso, quién se retiró triste fue mi señor... director, porque nada yo tuve para dejarle ni alegrarle. Aquel día volví a sentir vergüenza de mis padres..

Prometo seguir. No he empezado con la exposición de los “derechos de autor”. Creo que tengo material para entretener. De paso, me comprometo a ayudar económicamente a esta web, pues ahora que puedo lo haré con mucho gusto.

Toni

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Publicado el Wednesday, 01 February 2012



 
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