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 Tus escritos: Las cosas como son. (Cap.3 de 'Bluf story').- Lapso

060. Libertad, coacción, control
Lapso :


Las cosas como son.

Cap.3 de 'Bluf story'
Enviado por Lapso el 13-6-2004

No se puede evaluar del mismo modo una decisión tomada en condiciones pésimas de madurez e información, o sea, prácticamente determinada por las circunstancias y con un concurso muy limitado de la voluntad propiamente dicha.... que otra decisión adoptada con un razonable conocimiento de causa y a la vista de una base documental y existencial más que suficiente para hacerse una idea cabal de las consecuencias. Y si cualquier crítica acerca del primer escenario merece toda clase de parabienes, el segundo supuesto es otra cosa. Que a una le vaya mejor o peor en el desempeño es cuestión diferente...

Si nos ceñimos a la legitimidad de la decisión (también a la legitimidad teórica de su promoción y aceptación institucional), hemos de convenir en que, si bien el primer impulso (el acto decisorio propiamente dicho) puede haber sido muy inconsistente, no tienen por qué haberlo sido también las ulteriores y personalísimas confirmaciones. Es un dato empírico que a mis catorce, a mis quince o a mis dieciséis no me cabía la posibilidad de tomar semejante decisión como Dios manda. Pero no lo es menos que a mis 20 y a mis 24 sí era perfectamente viable una decisión madura, un juicio coherente, una reacción negativa, una iniciativa correctora. Sí, ya sé que en muchos casos con sujeción a presiones más o menos intensas, con el indudable peso de los hábitos adquiridos, con una rotunda cosecha de costumbres y de mecanismos disuasorios que pesan un montón. Sí. Pero cuando se trata de la vida de una, de toda la vida, del resto de la vida de una, no hay decisión (y menos si es negativa, de apartamiento) sobre la que no recaiga un quintal de condicionantes. La decisión de seguir o no es una de ellas. Una más. De las gordas gordísimas, pero una más. Y no diré que sea "fácil", pues bien sé que en absoluto lo es. Pero es "posible", es viable, y bien pensado es hasta "exigible".

De manera que, igual que puedo achacar a mis Águila, Delegonio o don Inglan una mala precipitación, o una influencia aprovechona, o una imprudencia desdichada, o si me apuráis incluso un comportamiento desconsiderado y pernicioso (en términos objetivos, que sus conciencias no juzgo, of course).... igual he de achacarme a mí mismo la responsabilidad (la contumacia en el error) por el tiempo transcurrido desde que razonablemente tuve recursos para decicidir y ejecutar la rescisión de tan peculiar contrato, hasta que efectivamente lo hice.

Las cosas como son.

Y aún reconociendo que mis circunstancias, unidas a los recursos de mi natural condición, podían ser mucho más favorables que las de otras personas cara a la adopción de una decisión tan puñetera, tengo la pertinaz impresión de que hay gentes que abusan de las llamadas al Agobio, al Stress, a las Circunstancias, a las Influencias, a la Psicología, al Entorno. Gente que le echa todo el barro de unos años de frustración a "ellos". No voy a sostener que esas cosas no "dificulten". Pero como en muchas ocasiones parece pretenderse que "impiden", manifiesto mi desacuerdo con la automática aceptación de semejante argumento o justificación para limitarse a atacar. Desde determinado instante vital, contra la Santa Coacción siempre puede prevalecer la Santa Voluntad del santamente coaccionado.

Asumiendo el riesgo de parecer insensible, necesito remarcar que una persona mayorcita, con sus ventitantos o más años, que haya transcurrido allí una buena porción de su biografía, está normalmente capacitada para darse cuenta de que no era lo que parecía, o que no es lo que desea. Capacitada para plantearse una solución a su vida. Y para adoptar las decisiones que buenamente quiera, y desde luego ponerlas en práctica sin más costes que los que cualquier decisión difícil produce en la vida de quien -como yo mismo- se haya equivocado gravemente en algo esencial y aspire a corregir el yerro.

Coño: es la posible felicidad contra una mala temporada.

Las cosas como son. Puede alguien caer en la auto-falacia de excusarse por completo. Y creo que en muchísimos casos no sería justo ni cierto. Si uno está tan sumamente puteado, tan increiblemente subyugado, tan indudablemente jodido, tan globalmente descontento.... pues uno tendrá que adoptar determinadas medidas. Medidas que nacen en el fuero interno y cuya materialización no tiene por qué ser fácil, al menos en bastantes casos. Pero una cosa es admitir las objetivas dificultades de esa ejecución, y otra bien distinta endilgarle a los otros todita la culpa, todita la responsabilidad de ambas fases: la de tomar interiormente la jodidísima decisión de romper, y la de exteriorizarla y ejecutarla. Lo cierto es que quienes así hablan, en efecto, lo hacen ya desde fuera. Y eso muestra con alguna claridad , según Pero Grullo, que finalmente es asequible dar el paso. Pues si es asequible, si lo pudiste hacer, si estás ya al otro lado.... no te empeñes en buscar culpas a tontas y a locas; y si las buscas, no las busques solamente fuera de ti.

En mi particular proceso vital he acabado por comprender que si la primera vez que pensé seriamente en irme lo hubiera hecho, nada grave me habría sucedido. He de admitir que fui cobarde ante los argumentos contrarios; que no fui capaz de sostener los dictados de mi conciencia en el chubasco criteriológico que me inundó; que decliné mi propia manera de ver la vida (de verme a mí mismo, nada menos) para adquirir en las rebajas emocionales otras visiones ajenas; que o bien la seguridad en mi propio juicio no era tanta como pensaba, o bien claudiqué ante los embates de quienes merecían mi crédito; que fui débil, coño. Que no tuve la capacidad necesaria, que no estuve a la altura de las circunstancias. Que me dio por creerme cosas que eran falsas, por asumir mucho más allá de lo razonable el honor a la palabra dada.

No dudo que existan situaciones límite, algunas de las cuales he leido por aquí y han hecho girar mi higrómetro facial y contraerse mi apreciado estómago. Por algún motivo, me parece verosímil la mayor parte de las aventuras que se leen. Pero ni todas las situaciones son "límite", ni todos hemos sido "víctimas". Hay gente -entre los que me cuento- que desde el momento en que tuvo la capacidad vital para re-definir su vida, se abstuvo de hacerlo durante un prolongado lapso de tiempo. En condiciones bastante normales. Sin especialísimos puteos ni desmedidísimas "coacciones". A precio de mercado, vaya. Y qué queréis que os diga: echo de menos por aquí, con carácter general, más reflexiones acerca de tal circunstancia. Y como yo mismo ya lo mastiqué, pues os lo digo: busquemos dentro de nosotros mismos esa parte de cobardía, necedad, debilidad o incluso acomodamiento que en su día nos venció. Como servidora anduvo años en tal situación, lo expresa con tanto desahogo.

Que seamos autocríticos, caramba. Que seamos "también" autocríticos. Que mantengamos la claridad para admitir nuestros pasados errores. Y ya de paso (no va a ser muy popular, pero así lo pienso) una más holgada generosidad a la hora de asumir como buenas o correctas algunas (para unos más, para otros menos) de las cosas cositas cosas que nos pasaron, que nos hicieron, que les hicimos.

Por más que algunas de ellas parezcan extraídas del ingenio más castizo. ¿Os habéis fijado, por ejemplo, en que se mantiene un nivel altísimo de gracejo, incluso desenfado, al narrar episodios tan dolorosos? He llegado a pensar que existe... no sé si un "estilo", pero sí una estructura comunicacional propia de la cosa; un fondo que por lo que veo nos permanece a muchos, y que se refleja en el particular aire con que afrontamos el teclado. Una mezcla de relato descomplicado, humor más o menos patente, mucha claridad en la exposición de las ideas, una adjetivación mucho más rica de lo normal.... No sé si es una parte buena del legado que nos dimos a nosotros mismos al cambiar otra vez de vida, o si es más bien la consecuencia lógica de años de lecturas de mucha calidad literaria, de muy bien trabada corrección gramatical. Me ha parecido francamente curioso. No es fácil encontrar actualmente tanta calidad escribanera (del verbo "escribir") reunidita.

Lo dicho al principio es aplicable "después". Porque desde luego al "principio", a los dichosos catorceymedio, no. Lo de los niños es inefable. Más de una vez me he parado a recordar últimamente la cantidad de presiones que apliqué en tal o cual club o centro a auténticos niños, a decenas de ellos. Presiones, si. Y para más inri, encantado de encaminarles de ese modo a la felicidad eterna y a la temporal, que como en el híper la oferta era "dos por uno". Observándolo desde mi actual madurez (es un decir), verdaderamente me avergüenzo. Porque, al fin y al cabo, empujar a un chavalín de aquellos a que rezara, que hiciera pequeños sacrificios, fuera a misa, se dejara de gimnasias a media altura, pues es estupendo. Pero no recuerdo yo haber pronunciado trágicas palabras al respecto. Sí muchas y muy trágicas y heroicas cuando el tema era más específico: desde ven a la meditación o al círculo, hasta "tienes que pitar, Dios te lo pide a voces, debes ser generoso, no hay duda posible, todo indica que te ha tocado la lotería, eres uno de los nuestros, del resto de Israel, llamado a ser inmensamente feliz aquí y allá, mira tío: la felicidad en el cielo, y el ciento por uno (TAE) en la tierra....".

Eso es lo que se me atraganta. Diría que lo único que se me atraganta sin el menor asomo de tolerancia o comprensión, sin posibilidad de remedio. Y me hace reflexionar sobre la insondable condición humana: a mi me parecía que hacía lo que tenía que hacer, lo que Dios deseaba que hiciera. Iba de buena fe. Joder, sin ánimo de amargarle la vida a nadie, sin expresa conciencia de estar exigiendo muchísimo más de lo exigible, sin pararme a pensar en algo tan elemental como que hablar así a un niño de trece, catorce, quince años.... es una genuina barbaridad, una tropelía sin nombre. Y si es con buena intención... las consecuencias son las mismas.

Eso es lo más curioso. Que acabara uno desdibujando en su interior determinados límites. Que la ausencia de la más elemental información llegara a parecerle a uno parte de la magistral suavidad con que Dios trata a las almas. Que estuviera uno dispuesto a pelarse el trasero con tal de que fulanito (14 años) pite, o que menganito (15 años) no despite.

A todos ellos, mi reconocimiento. A los que después se han replanteado la vida con toda autonomía y libertad, mi enhorabuena: tanto a quienes asumieron y confirmaron después con serena madurez su situación, como a los que decidieron en cuanto pudieron que ese no era su camino.

Acabo de darme cuenta de que no os he contado nada de lo que tenía pensado para hoy. Otro día seguiré con la historia. Estos arrebatos reflexivos, que quede claro, son completamente impropios de mi condición.

Hasta ahí podíamos llegar.


Publicado el Sunday, 13 June 2004



 
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