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 Tus escritos: MINUCIAS (IV) Libertad para hacer la charla.- Simplicio

070. Costumbres y Praxis
simplicio :

Ya comenté que poco después de pedir la admisión en el Opus Dei atravesé una época muy difícil de escrúpulos de conciencia, que duró bastantes meses. Gracias a Dios pude ir superando aquella situación, no sin dificultades pues siempre he tenido bastantes reparos para hablar de mi intimidad.

 

La persona que llevaba mi charla era el Director del Centro de Estudios; había sido la persona encargada de conseguir que pidiera la admisión, una vez que el amigo y compañero de curso que me había llevado por un centro de la Obra marchó a otra ciudad al acabar su estancia en el Centro de Estudios. Aparte del Sacerdote, era la persona con quien tenía una cierta confianza para hablar de mi vida interior; intentó ayudarme todo lo que pudo en aquella etapa de escrúpulos de conciencia...



Un día me dijo: a partir de ahora harás la charla con fulanito. Me vino completamente de sorpresa. Por una parte yo no sabía -nadie me lo había explicado antes de "pitar"- que la dirección espiritual se llevaba con un laico que te asignaban obligatoriamente los directores y que en cualquier momento podía cambiar por otra persona. Por otra parte, yo solo conocía muy superficialmente a "fulanito" y me repugnaba profundamente la idea de hablarle de mi intimidad.

 

Quedé profundamente preocupado porque creía, ya que así me lo habían dicho, que esa era la voluntad de Dios para mí y que resistirme era una falta de entrega. Pero la verdad es que no me veía con fuerzas para hacerlo y menos con la radicalidad de aquella "sinceridad salvaje" que predicaban continuamente. Así que antes de que llegase el día indicado para hacer la charla me presenté en dirección y dije que no "podía" hacerlo; que me confesaría como siempre con el sacerdote, pero que a partir de ahora no podía hacer la charla porque no conocía de nada a esa persona.

 

El director se sorprendió, pero al verme tan decidido se hizo cargo de mi situación y fue condescendiente. Bueno, no te preocupes -me dijo-, seguirás haciendo la charla conmigo. Y así fue durante un cierto tiempo en el que me fue mentalizando para aceptar "lo que está dispuesto en Casa". Mientras tanto yo tenía un complejo de culpa terrible y la autoestima por los suelos, pensando que mis dificultades eran producto de mi soberbia y de mi falta de entrega a Dios.

 

Ahora veo, por el contrario, que un cierto pudor a revelar la propia intimidad no solo es perfectamente normal sino además muy bueno; el pudor y la modestia no solo son los hermanos pequeños de la pureza (cfr. Camino, 128), sino también son los hermanos de la humildad, de la dignidad y de la integridad personal. ¡Cuánto se ha manoseado la intimidad de los miembros de la Obra!, con mentalidad burocrática y administrativa, desvalorizando enormemente esa intimidad y la dignidad de las personas.

 

Cuento esta "minucia" a propósito de la carta pastoral del Prelado de 2 de octubre de 2011 en la que se dice "porque aspiramos a nuestra santificación personal y a realizar la misión del Opus Dei en la Iglesia, no tenemos inconveniente, de ordinario, en hablar con quienes nos indican los Directores… siempre con plena libertad".

 

En primer lugar, parece que resulta claro el reconocimiento de que son los directores quienes toman la iniciativa de determinar con qué persona ha de hacer la charla cada uno, así como en qué momento se deja de hacer la charla con esa persona y quién será el siguiente a quien le corresponda recibir nuestra confidencia.

 

En segundo lugar, se dice que no tenemos inconveniente de ordinario en hacerlo así. Esto es una verdad a medias. Puede ser verdad que de ordinario la gente suele aceptarlo, si bien con más o menos indiferencia (porque uno se acostumbra a todo) o con más o menos resignación (pensando para sí que la natural resistencia a abrir la intimidad a un desconocido es fruto de la propia soberbia), pero en ningún caso se acepta que los miembros del Opus Dei tengan libertad para tomar ellos la iniciativa sobre su dirección espiritual, ni sobre su confesión. Yo hice la charla siempre a contrapelo y durante largas temporadas con mucha repugnancia. Nunca nadie me dijo que tuviera "plena libertad".

 

Por otra parte, la frase comentada contiene un sofisma subrepticio "no tenemos inconveniente…" porque "aspiramos a nuestra santificación personal…", lo que induce a la errónea conclusión de que si tuviéramos algún inconveniente sería porque no aspiraríamos a nuestra santificación personal.

 

Finalmente, y a diferencia de lo que han sostenido algunas colaboraciones en Opuslibros, no veo en la carta pastoral ninguna referencia clara a que a partir de ahora se pueda hacer la charla con la persona que cada uno decida y que ahora exista el derecho a elegir; no creo que la carta diga eso con claridad. Las escuetas palabras "siempre con plena libertad", antes citadas, no son suficientes porque complementan una frase que dice otra cosa, que más bien es lo contrario: que no tenemos inconveniente para renunciar a la propia decisión.

 

Simplicio

 

 

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Publicado el Friday, 18 November 2011



 
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