Quería añadir a lo que ya se ha dicho sobre el cardenal Erdo, agasajado por el Opus Dei en Pamplona, que es además quien interviene de mediador en el conflicto entre la Universidad de Lima y el cardenal arzobispo de Lima y numerario, Cipriani.

Recuerdo que hay un enfrentamiento entre ambas instancias. No sé si Cipriani quiere mandar en la universidad, nombrar él las autoridades académicas. Parece que si la pontificia universidad quiere conservar su independencia, entonces debe de perder el título de "pontificia" a la vez que sus bienes pasarían a la diócesis de Lima.

Es lo que se lee aquí y aquí.

Un conflicto que deberíamos seguir de cerca. Y entran dudas, ¿qué le apetece más a Cipriani lo bienes inmuebles de la universidad o controlar los cargos universitarios? La fama que lleva el cardenal en Perú desde que soltara aquel exabrupto sobre los derechos humanos no es de lo mejor. En cualquier caso el mediador vaticano, "coincide", siempre las coincidencias en el Opus, que acaba de ser recibido con todos los honores en Pamplona. Según declaraciones recogidas en el artículo del País al final, Cipriani no se alegra de que el visitador apostólico vaya a mediar...

Me parece penoso todo lo que cuenta Haenobarbo de los cardenales y obispos agasajados por el Opus Dei. Nosotras no teníamos derecho como numerarias "obreras" a caprichos, sólo a exigencias. Llega un momento en que casi se te olvida lo que te gusta, tal es la alienación en que te hacen vivir en el Opus Dei. Hace tiempo que ya sé que los hombres de iglesia son así, bastante poco sufridos, como toda la gente que tiene poder. Sin embargo quiero dejar constancia de mi "indignación" a este respecto: siestecillas, postres, caprichillos varios... como son poderosos hay que adularlos. También es significativo que se alojara un cardenal en una residencia del Opus Dei a espaldas del obispo de la ciudad. Me parece un feo al obispo en toda regla. Ahora bien, si la jerarquía eclesiástica no está a gusto con el Opus Dei no se nota, están dando calor al monstruo.

Felicito a Flavia por darse a conocer en foto. Sigo esperando que otros asiduos escritores "den el paso". Es curioso que la galería de personas que ha puesto foto no coincida con los participantes habituales en la mayoría de los casos. Dar la cara y decir "aquí estoy" es de lo mejor que podemos hacer para estar al lado de Agustina en estos momentos de ataque y mentiras sembradas por el Opus Dei. Eso es un tanto a nuestro favor y síntoma inequívoco de que lo hemos dejado: ellos nunca dan la cara. Mandan abogados o tienen hombres y mujeres de paja intercambiables, que no se identifican con el mensaje de corazón. Máquinas parlantes. Nosotros no somos "portavoces" de nadie más que de nosotros mismos, y voceamos lo que hemos vivido.

Me interesó un escrito de Giovanna Reale sobre la cuestión de la infalibilidad.

En él se hace eco de las "ventajas" y "desventajas" de la infalibilidad. En el mundo actual y fuera del ambiente estrictamente eclesial que alguien se declare infalible me parece que se expone al ridículo más que otra cosa, por las razones que la propia Giovanna Reale expone. A propósito ¿es Giovanna Reale un pseudónimo o es un nombre real?

Giovanna Reale habla de la Humanae Vitae de 1968 del Papa Pablo VI. Efectivamente, fue a raíz de esta encíclica tan traída y llevada antes de salir a la luz por las dudas y las tensiones que generó la cuestión del control de natalidad en el propio pontífice, cuando surgió de manera especialmente notable el tema de la infalibilidad. Fue entonces cuando el teólogo suizo Hans Küng sacó su libro "¿Infalible? una pregunta" que tantos disgustos le costaría. En principio en 1975 se ganó una amonestación de la congregación romana

El cardenal Seper, un croata, entonces prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, se limitó a exhortar a Küng a no continuar enseñando dichas opiniones. Eran tiempos de menos rigor. En 1979 Juan Pablo II no fue tan suave y en un mes pidió a la conferencia episcopal alemana que retiraran la misión canónica de enseñar a Küng en el plazo de un mes. Así fue, todo un regalo de Navidad de parte del papa polaco.

Nos gustaría la misma celeridad vaticana en nuestro caso, pero parece ser que para los ex miembros del Opus Dei reza otro tipo de "temporalidad" eclesiástica que es la de la eternidad divina...

A lo que iba: efectivamente los papas medievales que vieron en la formulación de la infalibilidad eclesiástica una herejía demostraron más agudeza mental. Y es que como bien refleja Giovanna Reale en su escrito la infalibilidad deja maniatados a los propios obispos.

El "inventor" en la iglesia de la doctrina de la infalibilidad fue un fraile franciscano original Pedro Olivi (1248-1298). Es un poco complicada de explicar la trayectoria de esta doctrina en la iglesia que no aparece ni en el evangelio ni en el primer milenio de cristianismo.

La primera vez que se habla de infalibilidad en la iglesia es una herejía, herejía a la cual el Opus Dei se agarra hoy para justificar todos los goles "colados" en la portería de la iglesia católica: prelatura, canonización... etc, etc. La situación si no fuera por el dolor que ha sembrado el Opus y los cadáveres en el camino mueve a risa.

Efectivamente como deja ver Giovanna Reale la infalibilidad comenzó siendo una herejía, así lo declaró el Papa Juan XXII en 1324. No sé si esta condena vendrá en el Dezinger, aquel índice de documentos pontificios que los teólogos opusinos veneraban. El caso es que Olivi "inventó" la infalibilidad porque le venía bien en el contexto de la polémica milenarista suscitada por los franciscanos en la iglesia bajomedieval. Olivi tenía una interpretación muy estricta de la pobreza franciscana y quería extenderla al resto de la iglesia. En un momento para defenderse de las acusaciones de herejía le vino bien alegar la "infalibilidad papal" aunque no era ningún dogma. Pero había decretos de un papa anterior que le eran favorables y las trajo a colación en su defensa en virtud de la "infalibilidad".

En cuanto al "voto" del dogma de la Infalibilidad en el concilio Vaticano I no estuvo exento de problemas. Ya sabéis, si recordáis las clases del Opus Dei, que ese concilio nunca se clausuró oficialmente porque entraron las tropas de Garibaldi en Roma. Efectivamente, 1870 coincidió el concilio con la batalla por la unificación política de Italia. Y cuando estaban los cardenales reunidos ya sólo quedaban los estados papales por integrarse al nuevo mapa político de Italia bajo la casa de Saboya. Entonces los obispos franceses y alemanes se retiraron en su totalidad antes de la votación propuesta por Pío IX del dogma de la infalibilidad, mientras Garibaldi entraba en Roma por una brecha en la porta Pia.

El dogma fue votado por una mayoría de obispos españoles e italianos, países en los que la presión inquisitorial en la edad moderna había provocado entre otras cosas un menor desarrollo de la ciencia, un mayor peso cultural de la iglesia, y en suma, un retraso con respecto al reloj de la civilización europea.

En verdad si el cristianismo ha perdido posiciones en la cultura europea la culpa no la tienen tanto las corrientes anticlericales como los propios eclesiásticos. El caso de la aceptación del dogma de la infabilidad en 1870, es una buena muestra de que no necesitan a nadie que le ponga zancadillas. Se las ponen ellos a sí mismos. Me parece que se puede desprender algo así del escrito de Giovanna Reale.

Es curioso que la polémica sobre la infalibilidad surgiera en el siglo XX precisamente a propósito del control de los nacimientos. La decisión papal de no permitir a los casados los anticonceptivos fue causa de muchos sufrimientos inútiles una vez más en católicos de buena fe hace a finales de los sesenta.

Me pregunto: en la actualidad entre los católicos españoles sociológicamente mayoritarios, ¿quiénes están al corriente de estos dogmas y de estas prohibiciones?, y de los que están al corriente ¿quien se las toma en serio? Hay hechos en la historia de la iglesia sobre los que más valdría correr un tupido velo, desafían el más elemental sentido común.

Cuando Hans Küng sacó su libro sobre la infalibilidad la polémica estaba servida. Algunos teólogos le apoyaron. Entre ellos Joseph Ratzinger. Estamos hablando de 1970 y se puede leer lo que el hoy papa dijo en apoyo al polémico libro de su colega.

Más tarde otros teólogos tomarán posiciones razonadas, largas, con apoyo escriturístico a favor y en contra de las tesis de Küng, entre otros Karl Rahner, Lehman.... entre todos van desmontando los argumentos en favor de la infalibilidad "pura y dura", viendo su insustancialidad. En 1973 sale un volumen de "Balance" de todos los que pusieron su grano de arena en esa controversia. Coinciden en que el magisterio puede equivocarse, aunque pocos teólogos se atreven a reconocerlo abiertamente, coinciden en que habría que restringir y acotar la praxis de la infalibilidad.

También están de acuerdo en que:

1. El inventor de la infalibilidad fue un hereje, Olivi.

2. La autoridad de los concilios está en su raíz, el evangelio.

3. Ni en el Nuevo testamento ni en los primeros siglos de cristianismo hay infalibilidad ninguna.

¡Qué buenos tiempos cuando en la iglesia católica se podía hacer teología abiertamente e intercambiar opiniones! Para más información léase "Una verdad controvertida" de Hans Küng.

Ana Azanza