El 27 de octubre pasado, se realizó en la Universidad de Navarra la investidura de tres nuevos Doctores Honoris Causa. Entre ellos, cómo no, un Cardenal de la Santa Romana Iglesia.

Su Eminencia el Cardenal Péter Erdö, “arzobispo de Esztergom-Budapest, primado de Hungría, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Hungría y presidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa. Se trata del segundo miembro más joven del Colegio Cardenalicio”, el entrecomillado es copia textual de la nota de prensa emitida por la Universidad...

La nota como se puede ver no tiene desperdicio: el Cardenal Erdö no es un pintado en la pared y por si fuera poco y como coletilla, es el segundo miembro más joven del Sacro Colegio.

Al buen entendedor y puedo asegurar que sin malicia alguna, esto debe leerse más o menos así: después de un largo pontificado y de un anciano pontífice de transición, este es un candidato con muchísimas probabilidades en el próximo cónclave.

Por si todos los cargos que ocupa fueran pocos, la nota añade: en la Curia romana es miembro de la Secretaría de Estado, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, la Congregación para la Educación Católica, el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, el Pontifico Consejo para los Textos Legislativos y el Pontificio Consejo para la Cultura.

Todo un personaje. Las negritas en el texto anterior son mías y pretenden resaltar tres puntos clave: la Secretaría de Estado, el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica y sobre todo el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, es decir el lugar donde debería hacerse una interpretación auténtica de los cánones relativos a las Prelaturas Personales, cánones que el actual Pontífice y también Doctor Honoris Causa de la Universidad, en una actuación magistral, consiguió sacar de la ubicación que el Opus Dei le había conseguido en el Código de Derecho Canónico.

Todo esto ha traído a mi memoria varias cosas que me ayudan a reconstruir lo que deben haber sido los días que el Cardenal ha pasado en Pamplona.

No dudo que todo debe haber estado controlado al milímetro porque el Opus Dei en estos casos no deja nada a la improvisación: es posible –me juego el pellejo– que lo alojaran en la zona de huéspedes de Aralar, una de las sedes del Seminario Internacional de la Prelatura. Y esto porque de ninguna manera lo iban a dejar a merced del Arzobispo de Pamplona, ni de su seminario y menos de un hotel donde cualquiera hubiera podido tener acceso a su persona.

Ahí debía percibir el “ambiente de familia” que se vive en la Obra. Lo habrán paseado por la administración, donde habrán tenido cuidado que destaquen unas cuantas auxiliares exóticas, quienes como quien no quiere la cosa, le contarían anécdotas edificantes, para mostrar la universalidad de la Prelatura, y sobre todo, que la Obra “no es” española, algo que les da muchísima vergüenza.

Desde luego la administración, estaría previamente advertida de los gustos culinarios del Eminentísimo, que algún vivillo se habrá encargado de averiguar con picardía a las monjitas que atienden al Cardenal en Budapest.

No me olvidaré nunca de las fresas que le gustan a Ratzinger, o de los espárragos de la rivera que enloquecían a Baggio y de los que fue abundantemente servido en su estancia en Aralar, en aquellos días en que se alojó ahí, coincidiendo con las reuniones de la “Comisión Paritetica” que estudiaba el tema de la Prelatura y de la que Baggio formaba parte

Un excursus: en esa oportunidad Baggio fue a Pamplona para que le hicieran un chequeo, gentilmente ofrecido por el Prelado, en la Clínica Universitaria, eso solo habría sido causa suficiente para recusar a cualquier juez de cualquier Tribunal, sin mencionar los espárragos “cojonudos” y las botellas de Vega Sicilia que se descorcharon en la semana que estuvo ahí. Los alumnos del Centro de Estudios, debían andar en puntillas a la hora de la siesta para no perturbar al Eminentísimo; por la noche velaban en el hall de entrada, no vaya a ser que se presentara algún imprevisto y desde luego no había que comentar con nadie y por ningún motivo que el Cardenal se alojaba en Aralar, no vaya a ser que el Arzobispo de Pamplona se entere y pretenda acaparar al purpurado.

Es posible que el Cardenal haya sido llevado a alguno de los “convictorios” donde la Prelatura con materna solicitud, recibe y forma –previo el pago correspondiente lógicamente– a los seminaristas de obispos de muchas partes del globo.

Así el Cardenal podría ver con sus propios ojos la maravillosa extensión de un concretísimo servicio que la Prelatura hace a la Iglesia: le habrán puesto por delante un puñado de sudamericanos, algunos africanos, algunos húngaros, y sin duda unos cuantos seminaristas de los países que estuvieron tras el telón de acero, y desde luego, si hubiera un lapón, o un chino de la China comunista, estaría en primera fila.

El caso de Ratzinger es paradigmático: en 1981 emitió su dictamen relativo a la verdadera naturaleza jurídica de las prelaturas Personales. Hacia 1984 u 85 fue invitado al Colegio Romano de la Santa Cruz, donde se le preparó un recibimiento y un agasajo impresionante, que tuvo como postre unas frutillas con crema, que al decir de Javier Echevarría con su habitual gracejo, “hacía 20 años que esperaban a su Eminencia en la nevera de Cavabianca”. Si,… Ratzinger se hizo de rogar antes de poner un pié en un centro de la Prelatura. En 1998 se le concedió el Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Navarra.

Es de esperar que el Cardenal Erdö, que por lo que he visto en el video colgado en la red por la Universidad, no hizo gala de la púrpura romana en el acto de investidura, sino de un simple clregyman, no se deje impresionar por la parafernalia que esta gente suele montar en estos casos.

Cardenal Erdö: no es Vuestra Eminencia el primero, ni será el último...!!

Haenobarbo