Soy Mercedes, no soy ni he pertenecido al Opus Dei, pero tuve un director espiritual de la Obra, que me condujo a entrar de religiosa porque aunque yo no lo veía a él se lo decía el Señor. Yo le insistía en por qué Dios no me lo comunicaba a mí, pasándome tantas horas ante el Sagrario esperando su deseo. Al fin cedí y entré, alimentando ese deseo de Dios que me venía a través de este sacerdote, D. José […], con el cilicio y la disciplina. Estuve dentro un año, atrapada, angustiada, desesperada, sabía que me había equivocado pero me sentía tan mala, tan culpable por sentir como sentía. Un día cuando me castigó con el uso de la disciplina recitando el miserere... por enésima vez, le dije que nunca más, que si Dios era tan negativo lo que sentía cuando me azotaba, que no creía que Dios pudiera amarme si me quería de esa forma. No lo entendió, me dijo que el hijo prodigo hizo sentirse triste al Señor, yo le dije que sí pero que aún así el Señor lo dejó marchar, y me fui. 

Salí llevándome el rechazo de todas mis hermanas que no aceptaron mi decisión, su vacío, su desprecio hacia mí, cargada de culpa pero libre. 

Llevo fuera veintitantos años y aún tengo la herida de la culpa. Saber de vosotros me alivia y aunque no fui de la obra porque lo rechacé siempre ante su insistencia, sí sufrí su filosofía. Por poco me trastorno, y aún hoy siento en el estómago si Dios un día de estos me castigará...

Gracias porque estáis ahí, por vuestros testimonios.

Mercedes