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 Tus escritos: Aquilina tiene razón y yo me equivoqué.- Vega

010. Testimonios
Vega :

Queridas Agustina, Aquilina y Martys:

Me disculpo con Aquilina (y doy la razón con ello a Martys) en el sentido de que yo no había interpretado bien su escrito, de lo cual solo yo soy la causa. Gracias a Aquilina por no enfadarse y valorar positivamente un escrito que no merece tanto, por no apreciarla a ella correctamente.

Efectivamente, yo no he sido nunca del Opus Dei, pero pasé mi infancia y adolescencia muy cerquita de él. Mi padre fue mucho tiempo un objetivo claro del Opus, y por ejemplo en mi casa estaban los libros típicos de la "Biblioteca Opus" (Urteaga, Camino, etc.).

¿Por qué no entró finalmente mi padre en el Opus, cuando tenía todas las papeletas, como católico integrista y superpiadoso y persona de cierta relevancia social, que además mantuvo muchos años su buena opinión sobre el Opus Dei? Sobre esto he reflexionado y obtenido alguna respuesta muchos años después, y mi conclusión es que fue a causa de que mi madre se resistió siempre, porque aun siendo tan supercatólica practicante como mi padre, no soportaba muchas cosas del Opus, como el (entonces evidente) desprecio de las mujeres, la minusvaloración de las madres de familia sin influencia social ni poder...  



Eso debe haber cambiado, porque su principal clientela y fuente de reclutamiento son ahora esas madres de familia, pero hace treinta años el objetivo era solo el influyente marido, y eso significaba tenerlo hasta las tantas de la noche rezando y siendo piadoso en algún centro, mientras su señora esposa, "con la pata quebrada y en casa" como dice el dicho, peleaba con seis u ocho chiquillos, sin su ayuda ni compañía. Para cabrearse. Todas las mujeres eran "auxiliares" para el Opus, no sólo las capturadas. Y mi padre finalmente se fue alejando.

Debo contar también, metida en estas explicaciones, que mi padre me mandó a un retiro del Opus siendo yo adolescente (adolescente rebelde, concretamente, para los estándares de mi familia, aunque no lo hubiera sido para la mayoría), del que volví con la decisión absoluta de mantenerme de aquello tan lejos como pudiera. (Solamente la existencia de las "auxiliares", su trato como a sirvientes de casa aristócrata antigua, que no se les pudiera dirigir la palabra ni apenas preguntar por qué no se podía... hubiera sido suficiente para ello, aunque hubo muchas más cosas).

Era evidente que yo no era carne del Opus, teníamos incompatibilidad de caracteres, y solo el interés por mi padre les pudo inducir a intentarlo. No por ello se privaron de intentar malmeterme con mis hermanas ("es una mala compañía, tenéis que tener cuidado") ni de asustar a mis padres con mi segura condenación. Lo mejor que consiguieron con ello fue alejar del Opus a toda la familia. Aleluya.

Sin embargo, el Opus no es la única institución o la única circunstancia vital que genera rigidez emocional, culpabilidad permanente, destruye la autoconfianza, produce dependencia y sumisión, además de una percepción distorsionada de la realidad de fuera del círculo (o de la jaula). Mi propia familia era así en buena parte, era en bastantes aspectos un holograma de lo que es el Opus (aunque mis padres nos querían de verdad, y mucho, y eso nos ha salvado finalmente. Ellos eran buenas personas, pero educadas como muchas otras en el miedo, el integrismo católico y con historias familiares emocionalmente indigentes, nada más raro ni peor, pero en casos extremos causante de gran sufrimiento, como la propia Aquilina ha contado). Y después, en la vida, he vivido de cerca otras situaciones de corte parecido, y he visto también a compañeras de estudios debatirse en la angustia ante la presión de Opus... y yo ya conocía el paño.

Por lo tanto, y a lo que iba la cansina explicación: conozco de primera mano, por sufrimiento en carne propia, parte (no todo) de lo que representa la situación de que se habla, y además conozco de cerca, aunque desde fuera, el Opus desde pequeña. Y he reflexionado sobre estas cosas, debido a esas circunstancias. Que esto tenga algún valor o no, es cuestionable, pero postizo no hay nada. Se puede tirar del pelo, que es mío y no se despega.

A lo que vamos. Cualquier secta, o cualquier entorno de las características dichas (más arriba y en mi escrito anterior), que induce culpabilidad y sumisión, que inculca un sentido absoluto de la lealtad y el deber a lo mismo que te está coaccionando y sometiendo... produce esa incapacidad para salir, esos dos sentimientos: de impotencia (no se puede salir) y de deber (salir es una traición) que Martys dice que no he explicado: Martys, eso mismo es una secta, y cualquier otra situación de características asimilables (en alguna medida). Eso mismo es el síndrome de Estocolmo. Eso mismo es el maltrato familiar. Eso mismo es la dependencia y sumisión inducidas.

Para peor, hay un continuum sin marcas claras entre la adhesión sana, la lealtad sana, la obediencia sana... (que están en nosotros porque como especie lo llevamos en los genes y nos permiten sobrevivir solidariamente) y las patologías del dominio y la victimización del otro. Por eso se nos puede obligar a pasar de una a otra. Porque la semilla está ahí, y forma parte de nuestra naturaleza y de la normalidad sana.

Hay una diferencia esencial, desde luego: la lealtad y la obediencia asumidos libremente se pueden abandonar libremente, y no llegan a anular nuestra voluntad ni a enfermarnos. Para conseguir que las alarmas no salten, hay que hacernos pasar insensiblemente de la lealtad sana, la devoción sana, la adhesión sana, a la captación y el lavado de cerebro insanos. La materia prima está ahí.

Por eso el "plano inclinado" es una práctica de todos los maltratadores, todas las sectas y todos los psicópatas del dominio, no algo particular del Opus Dei. Se dice de algunos animales que si los metes en agua fría y la calientas suficientemente despacio, se llegarán a achicharrar sin darse cuenta. Pues eso.

¿Cómo distinguirlas? A veces es fácil. Con respecto al Opus, y aunque sea feo señalar, la mayoría de la gente distingue sin mucha dificultad. (A ello ayuda desde luego no sentir particulares ganas de ser un santo ni particular adhesión a la Iglesia, aunque igual eso no inmuniza contra otras sectas). Pero para algunos no es fácil, y en muchas otras situaciones no está tan claro.

Si que hay un síntoma irrebatible y un criterio inconfundible, pero se dan cuando ya se está preso: el propio cuerpo, que protesta y se rebela, la propia infelicidad inocultable. Todos los que escriben en Opuslibros lo han dicho por activa y por pasiva.

Dije en otra ocasión que la libertad es una carga, pero es una carga que queremos llevar, y ser libre satisface de una manera que no tiene sustitutivo.

Se nos puede engañar, pero, por muy mala fama que tenga la denostada carne, es más difícil engañar a nuestro cuerpo, nuestro hígado y nuestro sistema nervioso que a nuestra elevada y ponderada conciencia.

"Escucha a tus tripas, escucha a tu cuerpo" parece un consejo claramente poco místico y nada elevado. Pero escúchalas, porque cuando te llevan la contraria, suelen tener razón.

Vega




Publicado el Monday, 19 September 2011



 
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