Chalypitt,

en mi modesta opinión tu problema es el puro miedo, la necesidad imperiosa de encontrar fuera de ti el sentido a tu vida, de agarrarte al Papa, a los dogmas, al Magisterio de la Iglesia…tras haberte quedado sin un suelo firme y seguro que pisar al abandonar la obra. Por eso no eres capaz de sentir como gran liberación la marcha de la obra. ¿Y ahora qué?...

Ahora, nada. Tú y Dios, como yo y Dios, y mi destino, mi camino personal libérrimo y responsable. ¿Y cómo desaparece el miedo? Con confianza en Dios, con abandono en su Infinita Sabiduría. La fe y la santidad para mí se cifran en esto. Y olvídate de carreras de obstáculos voluntarias, de cobardías y blandenguerías. Abandono en las manos de Dios es acoger con amplitud y ganas lo que llegue cada instante, sea agradable o desagradable, y fluir con ello, con la seguridad y el miedo, con la luz y la oscuridad…

No sé en qué Evangelio o supremo libro teológico encontraste esto: …” una disciplina más laxa nos viene bien a todos, pero obviamente obtendrán el premio mayor los que se sacrifiquen más.”

En mi opinión el gran pecado del Opus Dei es su Mentira. Tú ya expones gran parte de ella: no éramos normales ni por casualidad, ni vivíamos en medio del mundo, ni nos interesaban todas las almas, ni éramos libres...

Pero el colmo de la Mentira es por una parte, tomar el puesto de Dios mismo, justificando hasta lo más aberrante (engaño a la Santa Sede, fraude económico al Estado, desgarro de familias, engaño a menores, aniquilación y desamparo de las personas…sigue imaginando que aun te quedas corto!) y por otra parte la negación del libre ejercicio de la libertad personal, don supremo de Dios a cada persona.

Creo que confundes y en mi opinión te equivocas cuando pretendes entender que hemos sido vagos y perezosos y por eso, en parte, nos fuimos culpablemente.

A la inmensa mayoría no se nos hizo excesiva la exigencia ni nos pudo la soberbia como para no querer obedecer. Y creo que esto es así incluso en quienes dicen de que no podían con tanta norma…Con los años fuera podemos ver claro que no pudimos con la ausencia absoluta de sentido común en todos los órdenes de la vida dentro del Opus Dei, y con la exigencia de llevar a cabo nuestro propio suicidio físico, mental y espiritual. Eso más que un mérito yo lo veo como un inmenso pecado.

1- Hay que ser dueño de la propia vida para poder darla. Cuando uno pita en la adolescencia esto es imposible que se cumpla. No se es maduro, libre y responsable.

2- El sacrificio no es ni importante ni necesario en sí. La santidad es otra cosa, es un don gratuito de Dios. A nosotros sólo se nos pide la disposición abierta y confiada al querer de Dios. Por eso que los cilicios terroríficos son bien compatibles con una soberbia supina que no lleva a ninguna parte, más allá de la amargura avinagrada.

3- La norma suprema de decisión personal es la propia conciencia y no la voz del Papa o el Magisterio. Hay que formar la conciencia, desde luego, pero jamás se debe actuar en contra de lo que dicta, lo diga quien lo diga. ¿Por qué te da tanta seguridad lo que te diga el Papa o lo que te decían los directores y no lo que Dios habla en lo hondo de tu alma?. Dices: “Me importa tres pitos lo que diga mi conciencia si después de la muerte no hay nada.” La señal inequívoca de que es Dios quien habla es la PAZ, inmensa paz unida a tu recta intención. Y si te equivocas, en mi opinión y confiada en el amor de Dios, no pasa nada!!!