Bienvenido a Opuslibros
Inicio - Buscar - Envíos - Temas - Enlaces - Tu cuenta - Libros silenciados - Documentos Internos

     Opuslibros
¡Gracias a Dios, nos fuimos
Ir a la web 'clásica'

· FAQ
· Quienes somos
· La trampa de la vocación
· Contacta con nosotros si...
· Si quieres ayudar económicamente...
· Política de cookies

     Ayuda a Opuslibros

Si quieres colaborar económicamente para el mantenimiento de Opuslibros, puedes hacerlo

desde aquí


     Cookies
Utilizamos cookies propias y de terceros para obtener datos estadísticos de la navegación de nuestros usuarios y mejorar nuestros servicios. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Puede obtener más información aquí

     Principal
· Home
· Archivo por fecha
· Buscar
· Enlaces Web
· Envíos (para publicar)
· Login/Logout
· Ver por Temas

     Login
Nickname

Password

Registrate aquí. De forma anónima puedes leerlo todo. Para enviar escritos o correos para publicar, debes registrarte con un apodo, con tus iniciales o con tu nombre.

     Webs amigas

Opus-Info

NOPUS DEI (USA)

ODAN (USA)

Blog de Ana Azanza

Blog de Maripaz

OpusLibre-Français

OpusFrei-Deutsch


 Tus escritos: Mi vida: Otra historia que tampoco valió la pena (11).- No_valio_la_pena

020. Irse de la Obra
no_valio_la_pena :

MI VIDA: OTRA HISTORIA QUE TAMPOCO VALIÓ LA PENA (11)

Toda la serie completa
También en formato PDF
 

Me subí al avión.

Muchas veces he dado gracias a Dios por vivir en un país tan lejano. Porque muchas horas de vuelo, casi un día entero en total, dan para mucho. Y si el vuelo de ida fue importante, el de vuelta todavía más.

No sé exactamente cómo fue ni cuándo, pero en un momento dado, mi conciencia despertó y se hizo un rayo de luz en mi mente. Una bombillita se encendió. Algo ahí, en mi interior, me decía: te han engañado...



En el avión, lejos del acoso de detalles y cariño de villa tevere, de nuevo a solas con Dios, no podía negar algo que sería evidente a los ojos de cualquiera: no te han dejado hablar, no habéis hablado de los temas que te preocupaban y además te han dicho que estás obsesionado y te han incluso medicado para eso.

¿Por qué no se puede hablar de esos temas? ¿Por qué? ¿Por qué? (como diría un conocido entrenador de fútbol). ¿Acaso no te nombraron ellos? Entonces, si te dieron ese cargo, ¿por qué ni si quiera escuchan a lo que preguntas? ¿Acaso no es tu familia? ¿Acaso la obediencia ahí no es inteligente? Tú no te estás negando a obedecer a lo que te respondan. El problema es que ellos, ni siquiera te contestan.

Por otro lado... ¿de verdad estás enfermo? ¿De verdad necesitas medicación? Vale, muy bien, estás cansado y a veces no has dormido bien, pero es normal: ¿quién podría irse a dormir como si nada sabiendo que está dando su vida por algo que no es? Perder el sueño por cosas importantes no sólo es normal, sino que demuestra que amas de verdad. Pero, ¿significa eso que estás enfermo? Claro que no. Tienes una vida normalísima. Tienes muchísimos amigos, haces deporte dos días a la semana, sales, quedas con gente, estudias, trabajas, cumples el plan de vida sin ningún problema... ¡estás bien!

En ese momento tomé mi decisión: me voy. No sé cuándo, ni cómo, ni a dónde... pero tengo un por qué, y eso me basta.

Irme iba a ser muy complicado, eso lo sabía. Primero porque irme significaba empezar una vida de cero y yo le decía a Dios: ¿por qué me haces esto? ¿Por qué me pides ahora que me vaya? Me pediste que te entregara todo por la obra y ahora que lo he cumplido, me quitas eso, mi fidelidad, lo único que tenía. En fin, Tú sabrás, supongo que tus planes son los mejores. Al menos, échame una mano para que todo vaya bien. Y todo fue bien, aunque no fue fácil.

Tenía que ser rápido y pillo. Y tenía que estar preparado para lo peor. En la obra dicen que las puertas siempre están abiertas para irse pero... suficientes motivos tenía yo para pensar que de abiertas nada. Así que estaba preparado para empujar, porque ahora sí, veía más claro que nunca, que tenía que marcharme, pasara lo que pasara.

No me gusta ni sé mentir. Sabía que como muy tarde, una semana después, tendría que hacer la charla con el vicario regional, como todas las semanas. Y no estaba dispuesto a contarle cara a cara por qué me iba. Sabía que sería hablar con una pared: dijera lo que dijera, no me entendería. Y además yo ya no tenía nada que hablar: hablé con él varias veces antes de ir a Roma y hablé muchas veces en Roma, también con el Padre. ¿Con quién más tenía que hablar? No tenía nada más que decir ni escuchar. Así que me di una semana de tiempo para escribir la carta al padre pidiendo la dispensa de los compromisos que adquirí con la fidelidad.

Lo que voy a decir ahora os sorprenderá, pero puede servir a los que estén en crisis. Las crisis, ya lo dije, son procesos no lineales. Y yo, por ejemplo, a pesar de que había tomado mi decisión de marcharme, seguía cumpliendo todo el plan de vida y lo que es más increíble: ¡seguía tomándome las pastillas! ¿Por qué? Porque todavía no estaba totalmente liberado... una parte de mí, una parte pequeña, seguía pensando que tal vez ellos tenían razón.

Así que, me dije, a pesar de que has tomado tu decisión, tienes que hablarlo con alguien que sea imparcial y que pueda aconsejarte bien. Eso te ayudará a ver las cosas desde un punto de vista más objetivo.

Tenía sólo siete días. Así que empecé a hablar. Hablé con mis hermanos y con mis padres, pidiéndoles que no lo comentaran. Les conté lo que había pasado en Roma y... claro, con lo de las pastillas se quedaron de piedra, no era para menos. Les dije que en conciencia pensaba que tenía que irme y lo entendieron muy bien. Fueron de gran ayuda porque me apoyaron desde el primer momento. Les dije la verdad: que no sabía qué haría, dónde viviría ni nada, pero que estaba bien y que me iría a los pocos días.

Hablé con un muy muy buen amigo. Le debo muchísimo, se lo he dicho muchas veces. Él me escuchaba lo que contaba y si le preguntaba su parecer, me contestaba: yo creo que tú sabes. Tómate tu tiempo, piénsalo bien, pero yo creo que tú sabes lo que tienes que hacer. Y así, escuchando y apoyando, me ayudó muchísimo. Una vez más: gracias. Mis padres y hermanos fueron fundamentales, pero estaban a miles de kilómetros. Necesitaba alguien cercano y él para mí fue un hermano más.

Además de hablar con todo ellos, decidí que tenía que hablar con un sacerdote. Pensé que me ayudaría. Él tendría más experiencia y sabría decirme si estaba haciendo las cosas que Dios me pedía o no. Fui a verle. Evidentemente no era un sacerdote de la obra, porque un sacerdote de la obra nunca hubiera sido imparcial. Era un buen amigo mío y, además, conocía un poco la obra.

Le conté un poco lo que había pasado y mi viaje a Roma y le pregunté qué pensaba. Me dijo que en todas las instituciones de la Iglesia hay problemas, que es normal que haya malentendidos, que a veces se hacen cosas mal pero no con mala intención, que siempre hay que perdonar. Le dije: sí, eso lo sé y yo habría dicho lo mismo que tú, pero el problema es que no me he explicado muy bien, deja que te cuente mejor a qué me refiero. Y después de hablar un buen rato, le dije: por eso he venido a hablar contigo, porque a pesar de que en la obra es de mal espíritu dirigirse a un sacerdote que no es de la obra (sus ojos abiertos como platos... ¿es de mal espíritu? ¿por qué no se puede hablar de vida interior con un sacerdote católico que no sea de la obra? yo también soy un sacerdote católico... me dijo) necesito tu consejo. ¿Qué piensas? Yo esperaba un: piénsalo bien, son muchos años, no hay ninguna prisa, podemos hablar más veces... Sin embargo, me dijo tres cosas y las tres, creo, muy acertadas:

1. No tomes nunca más esas pastillas. Esas pastillas, ¿para qué son? No lo sé -respondí- me dijeron que no hiciera mucho caso del prospecto. Me contestó: léelo, pero no las tomes más. ¿Las has tomado hoy? Sí, dije. Con razón te notaba extraño, me contestó. No las tomes nunca más. Tú estás sano.
2. Véte.
3. No pierdas la fe.

Sí, le dije, si me voy, es precisamente porque si sigo allí o me vuelvo loco de verdad (me paso la vida negando lo que es evidente y tengo que medicarme en serio para poder soportar una mentira así) o pierdo la fe (después de lo que me ha pasado... ¿voy a poder seguir pensando que Dios está en la Iglesia o en cualquier institución humana?).

Le di las gracias por su consejo y le pedí que rezara por mí. Me dijo que Dios me ayudaría. Le dije, sí, lo sé, pero tengo que empezar una vida totalmente de cero. No tengo visado para estar en este país (mi visado dependía de ellos), no tengo trabajo, no tengo casi experiencia profesional (profesor part-time de español por poco más de un año), no tengo una casa ni un sitio donde estar, no tengo dinero, casi todos mis amigos están relacionados con la obra...

¿Por qué dices que no tienes dinero? Después de todos esos años allí, te van a ayudar ¿no? No, le dije, cuando uno se va, se va sin nada. Todo lo que ganó ya no es suyo y si trabajó para ellos, no importa por cuántos años, tampoco recibe nada. Y me dijo: ¿cómo es posible? En mi congregación, si un sacerdote por cualquier motivo se va, se le asigna un sueldo, se le da una cantidad cada mes. Es normal, es un modo de agradecer su trabajo de tantos años. Olvídalo, le dije, ahí las cosas no son así.

Nos despedimos con un cariñoso abrazo y me fui con mucha paz.

Continuará.

Ir al primer capítulo

<<AnteriorSiguiente>>




Publicado el Friday, 08 July 2011



 
     Enlaces Relacionados
· Más Acerca de 020. Irse de la Obra


Noticia más leída sobre 020. Irse de la Obra:
En homenaje a Antonio Petit.- Libero


     Opciones

 Versión imprimible  Versión imprimible

 Respuestas y referencias a este artículo






Web site powered by PHP-Nuke

All logos and trademarks in this site are property of their respective owner. The comments are property of their posters, all the rest by me

Web site engine code is Copyright © 2003 by PHP-Nuke. All Rights Reserved. PHP-Nuke is Free Software released under the GNU/GPL license.
Página Generada en: 0.119 Segundos