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 Correos: Mi vida sin mí (4).- Mariki

010. Testimonios
mariki :

 

 

Primer invierno de adscrita.

 

Empieza el curso. Por la mañana media hora cuesta arriba hasta que llegas a Misa de 8 al centro. Hay una a la misma hora en tu parroquia a 50 metros de casa, pero ni se plantea la posibilidad. 10 minutos de acción de gracias con orquesta de movimientos de tripas por doquier y a lo mejor con un poco de suerte te invitan a desayunar en la gran mesa redonda de la casa. Corriendo para el cole…

 

El invierno anterior te habías acostumbrado a ir en el recreo con otra compañera que también era de la obra como tú ahora a hacer la visita al Santísimo. Te encantaba. La gran iglesia del colegio a la que se accedía  desde una capilla lateral en penumbra, el olor a cera y a viejo,  la  imagen de santo Tomás de Aquino tamaño natural  por la que se pasaba obligatoriamente con su cara redonda y su tonsura tan graciosa, y aquella otra de santa Teresa con la paloma posada en la mano y, presidiéndolo todo la virgen de Lourdes con el fajín azul que tú siempre pensaste que era un mandil inexplicablemente partido por la mitad… Pero  se acabó. Te explica tu mentora con las gafas en la punta de la nariz que  ya no está bien que vayais juntas a rezar, carece de sentido… Pasma tan buen hacer con tan corta edad… Tanta asimilación de buen espíritu en aquel cuerpecillo delgado y gafapasta… Eso lo percibes ahora, en aquel momento lo añades a esa larga lista de despropósitos en que se va convirtiendo el día a día opusino…Te encoges de hombros y dejas de ir.

 

Por las tardes al centro a hacer los deberes… ¡Después a casa corriendo!

Los fines de semana ayudas en el club:  tienes a tu cargo un grupo de niñas irremediablemente pijas y que te vacilan con  dos o tres años menos que tú…

 

A veces te mandan, perdón: te sugieren, que ayudes en el planchero… De vez en cuando, te hablan de la carrera de Ciencias Domésticas, fantástica carrera universitaria, a punto de homologarse, para atender las administraciones de los centros y residencias de la obra de modo profesional.

 

También vas  a ayudar a una casa pequeña del  centro de varones de la localidad. Allí trabaja una numeraria de Madrid, no muy convencional, pelo muy corto y muchísimo estilo: A.A, que te hechiza con su simpatía y sus anécdotas. Entre otras cosas te cuenta que ella se hizo numeraria al pie del altar prácticamente y que los invitados e invitadas a su boda cambiaron los regalos por cosas para los centros de la obra. Por ejemplo unos que iban a regalarle una cubertería lo cambiaron por una máquina de cine para algún colegio mayor de la capital…

 

Había allí tres numerarias auxiliares… De una no consigo acordarme, otra era mayor (bueno, mayor para una niña de 15, a lo mejor tenía treintaytantos…) y otra monísima, con ninguna pinta de numeraria auxiliar y que recuerdo una tarde de domingo de las que solían venir al centro, escondiéndose para que nosotras no la viesemos porque llevaba puesta la ropa heredada de una de la casa: T., y le daba vergüenza… Aún me produce ternura si lo pienso. Las tres me llamaban señorita Mariki, o sita Mariki, y me trataban como si yo fuese la marquesa de Villatempujo, lo cual me hacía tanta gracia… Lo único que me apetecía era jugar con ellas…

 

Me enseñaron a hacer camas, a echar blanco de España entre los azulejos para blanquear las juntas y a preparar cenas frías que es un concepto muy opusino. Allí comprobé que los numerarios no solo no duermen  en tabla como las chicas, sino que ¡ni se hacen la cama! Que fuman como carreteros… Y que aunque vivan  como señoritos  con cuatro personas de servicio, todo en aquella casa transpira tristeza y mediocridad.  Ah y que uno tiene poluciones nocturnas… Qué vergüenza, Dios mío, y ni se molesta en echar las sábanas para lavar. Bueno que al menos tuvo  una pequeñita tampoco vamos a exagerar… En toda tu vida has  vuelto a ver algo semejante…

 

Y tu padre feliz de tener a su niña sujeta… Tan a salvo de los hombres, de un futuro incierto, ¡allí recogida y vigilada!  

 

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Publicado el Monday, 09 May 2011



 
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