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 Correos: ¡¡¡Más anérdotas!!!.- (Cap.10 de 'A quien pueda...').- Satur

010. Testimonios
Satur :

¡¡¡Más anérdotas!!!

Cap.10 de 'A quien pueda interesar'
Enviado por Satur el 30-5-04

Daba un curso de preparación para la Primera Comunión en un colegio de cuyo nombre no quiero acordarme. Era un colegio de provincias donde en cada aula se juntaban especies de lo más variado: desde el niño de familia top ten supersocorro que me ataca un Lacoste hasta el urco que le decía a su pápa "pááápa, que me duelen los ojos", y el pááápa le contestaba "no te de preocupes, Riíííchar, que eso es de que vas a romper a leer". No era fácil aunar intereses y formar según un criterio común. Pero, bueno, la verdad es con los años te haces a ese paisaje y te acostumbras a todo.

Entonces yo era un experto en preparar a niños para la Primera Comunión. Y a sus padres...

Tenía mis charlitas preparadas, con sus anéldotas, sus referencias al Evangelio, sus citas. Modestia aparte, me tenían por un tipo simpa y ameno, y ese encargo me caía año tras año. Aquella tarde impartía una charla para padres en una clase. Serían unas cuarenta personas: treinta y nueve madres y un padre. Un señor de esos que tienen cara de papá preocupado por la formación de sus hijos. Las señoras solían venir vestidas para ser vistas por las demás señoras, o sea, "¡ Tu eres la cacatúa de mi amor, ¡¡¡sí señor!!!". Una de ellas era nueva aquel curso. No la describiré no vaya a ser que lea Orejas y pringue, pero era asín como muy exagerada y muy excesiva, de esas que van con airbag de serie incorporado.

La charla era sobre la necesidad del sacramento de la Penitencia y en ese momento glosaba la escena del Evangelio donde el Señor perdona a la mujer adúltera. Se percibía en el ambiente un no se qué de emoción contenida. Tiraba a histrión en mis charlas y tenía a punto de Klinex a las damas. Y en esto, sin previo aviso, sin solución de continuidad , en vena, llega la "Airbag" y levanta la mano.

- ¿Sííí...?, dime - le dije con cara de jefe de planta de perfumería del Corte Inglés.

Muy seria va y me suelta.

- Oiga, ¿por qué me ha mirado a mi cuando ha dicho "adúltera"?

Si me pinchan me sacan pegamento Imedio.

- ¿Qué yo qué...?
- Sí, sí, que usted me ha mirado siempre que decía "adúltera".

Se escuchaban a las mamás diciéndose entre ellas cosas como "Dios mío", "¡¡¡oiiiight!!!, absolutamente perplejas. Yo apenas podía respirar. Puse cara de tonto -ya la tenía aprendida (ver mi foto en capítulo anterior)-, de "¿cuál fue la pregunta?" y balbuceé.

- Pues no me he dado cuenta, se lo juro... le he mirado a usted como podía haber mirado el pomo de la puerta o qué sé yo... De verdad, sin intención.

- Vale, vale - contestó más relajada.

Todavía tengo pesadillas con esa mujer.

Don J. P. Diodeno Hurt, sacerdote ordenado el curso pasado y de prácticas en el colegio antes de su nuevo destino en otro país, entró en mi despacho arrebolado y exultante. Se encargaba de la dirección espiritual de los niños que aquel año recibirían la Primera Comunión. Esos días les preparaba para su primera Confesión.

- ¡Dios mío, Satur, es increíble notar como actúa el Espíritu Santo en estas almas!. Es, a la letra, lo que decía el Señor, eso de te doy gracias porque estas cosas se las has ocultado a los grandes del mundo y se les has enseñado a los humildes...¡ es maravilloso!.

Tiendo a emocionarme con facilidad- en Buscando a Nemo ya me puse a llorar cuando jiña la madre-, así que ya me diréis. Le pregunté por la causa de tanta fiesta espiritual, que diría la supernumeraria chilena de la película de Tabancura, esa de "iba yo un día con mi niña para la Misssa".

- Pues, fíjate, les estoy preparando a los de Tercero para la primera confesión, y hoy he confesado a Pedrito. Nos metemos en el confesionario y cuando termina de decir sus pecados y le digo que diga la jaculatoria, recita el niño "Señor, Tú lo sabes todo, tú sabes que soy un GUSANO".... ¿No es maravilloso?; ¡es lo que decía nuestro Padre!. Y es que además le ha salido de dentro tan espontáneo. Y es el Espíritu Santo, Satur... ¡¡¡cuánto tenemos que aprender!!!.

Mientras le escuchaba sentía como un nudo en la garganta y unas grandes expansiones de querer ser así, un niño en manos del Espíritu Santo. Incluso le glosé a Don J. P. Diodeno Hurt alguna anécdota más de mi experiencia con los niños en ese sentido. Fue una charla enriquecedora.

Al día siguiente entra Don J., P. hecho una furia en el despacho.

- ¡¡¡Mecagüen la gallina Caponata y los críos del turrón!!!.

- ¡¡¡Pero, bueno, ¿qué te pasa?!!!.

- ¿Qué qué me pasa, qué qué me pasa? -contestaba rojo de ira y lanzándome encima de la mesa una cuantas cartelas plastificadas de esas que se colocan en el confesionario por el lado del penitente y que indican las respuestas a la liturgia del Sacramento.

- Tranquilo JP -le calmé- ¿qué es esto?..

Las cartelas estaban muy bien falsificadas, eran igualitas a las originales, salvo que donde tendría que escribir la jaculatoria "Señor , Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo", se escribían variaciones algo curiosas tipo la del GUSANO -que no era la peor. Al parecer J. P. se comenzó a mosquear cuando el primer niño que confesó aquel día le contestó al requerimiento del sacerdote para que expresara su contrición "Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que soy un auténtico y verdadero EXCREMENTO" (¡criatura, ¿qué sabría él qué es un excremento!). J.P. pensó que por mucho que el Espíritu sopla donde quiere, aquello era más bien diabólico.

Calló el sacerdote. Entra otro niño. Y cuando llega la jaculatoria.. ¡¡¡lo mismo!!!: que es un auténtico y verdadero EXCREMENTO. Así que se mete en lado del penitente y pilla que la cartela está falsificada y, lo que es peor, debajo del reclinatorio hay más falsificadas -se supone que para más atentados contra el sacramento perpretados, lo supimos más tarde, por dos alumnos de bachillerato: dos auténticos cabroncetes.


Eran cuatro las cartelas falsificadas y perfectamente plastificadas. En otra decía ser el penitente "UN EPILÉPCTICO SIN PAR". Se jugaba con la inocencia de los niños que no tenían ni idea de que significaba eso y repetían como loros lo que veían escrito.

J.P. Diodeno Hurt dejó de visitar unos días el despacho y omitimos hablar durante un tiempo de la acción del Espíritu Santo en las almas.

Don Manito Ándale de Ya era, cuando le conocí, un sacerdote que dejaba huella: barroco en sus formas, afectado, ampuloso, rococó, histriónico... muy exagerado e imprevisible. Se le tenía por poeta y literato. Él también. Envió una novela al premio Planeta sobre Santa Elena (grandes y muchos debieron de ser los pecados del jurado de aquel año para que la Providencia les hiciera leer semejante ladrillo). En sus días de gloria fue un predicador de masas -las arrebolaba con su verbo encendido y florido- aunque quizás con el tiempo y los años se convirtió en una caricatura de sí mismo. Cuando yo le conocí chapoteaba con gusto en la cursilería sin pudor ninguno. Eran famosas algunas de sus meditaciones -cuando habías asistido a bastantes convivencias con él sabías perfectamente, dependiendo del tema, cual te endilgaba-, donde se recreaba hasta el delirio; por ejemplo, era clásica la escena donde dibujaba la Encarnación " La Niña, al oír las delicadas palabras de aquel portento de hermosura, cerró los ojos..."

Como muchos sacerdotes de su generación era mandón, aristocrático y tocado por el dedo de Dios en alguna de sus virtudes. Era difícil de parar cuando predicaba y con frecuencia se pasaba en quince minutos la reglamentaria media hora, con el correspondiente mosqueo del director de turno. Más de uno le cortó en seco, así en vena, con un "Santa María Spes Nostra Sedes Sapientiae" que parecía más un modo de decir "vete a tomal pol saco, palizas" que una jaculatoria. La verdad es que se lo ganaba a pulso.

En ocasiones le daba el puntazo y te sorprendía. Él pensaba que eran recursos de oratoria que ayudaban a la tribu a meterse más en la meditación, pero a veces provocaba el efecto contrario: un cachondeo y unas risas flojas que hacían imposible que la meditación siguiera adelante. En un curso de retiro entró en el oratorio -era muy ceremonioso en sus andares- se arrodilla al lado del altar, apoya sus manos sobre el mismo y la cabeza en ellas, y en lugar del consabido "Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí..." después de un largo silencio va y suelta "Hermano mío... vas a hacer un rato de oración delante de este Jesús que lleva dos mil años esperándote...". Nadie esperaba semejante entrada, así que empezó la peña a darle un no se qué de risa tonta, de despiporre contagioso y de yuyu que se quedó con tres (y uno era sordo).

Uno de sus recursos favoritos era la repetición, el darle aire de misterio a las anécdotas. Una de sus meditaciones comenzaba con un encuentro que tuvo... "en una lejana ciudad, hace muchísimo tiempo, con un niño... ¿o era niña?... no lo recuerdo..." Y contaba la lección que le dio aquella criatura que ahora no viene al caso. Durante la meditación glosó varias veces eso de " y aquella lección que me dio hace muchísimo tiempo ese niño... ¿o era niña?... no lo recuerdo". Y terminó diciendo "y esta fue la lección que me dio hace muchísimo tiempo aquel niño... ¿o era niña?... no lo recuerdo" Tanto lo había repetido, y con tanta pasión, que uno de los asistentes, Antonio V. (ya fallecido, y un tipo extraordinario) en la oscuridad de la meditación dijo en voz alta "Don Manito, eso te pasa por hablar con travestis en medio de la calle".

Y el oratorio se vino abajo.


Publicado el Sunday, 30 May 2004



 
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