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 Tus escritos: De Vademecum libéranos Domine. (Cap.4 de '¿Qué nos hicieron?').- Angel

060. Libertad, coacción, control
Angel :

Cap.4 de '¿Qué nos hicieron?'
Enviado por Ángel el 27-5-2004

De Vademecum liberanos Domine

La publicación del Vademécum de los Consejos locales pone de relieve un aspecto muy negativo, del cual hemos tenido experiencia quienes teníamos algunas inquietudes intelectuales, del Opus Dei por las consecuencias que conlleva: la censura y control totales que se ejercen sobre el conocimiento y la información que adquieren los fieles de la Prelatura...



La lectura se acepta, dentro de una concepción utilitaria, sólo como un requisito -además peligroso- de las exigencias de la formación profesional. Leer por placer, para estar actualizado o sencillamente incrementar conocimiento no sólo no es considerado, sino que tácitamente se desalienta. Esta concepción negativa aflora cuando en el Vademécum, se advierte sobre esta tentación de leer que puede tener como trasfondo "posibles falsos motivos: desde la vana curiosidad, escondida quizá como 'interés científico', o 'necesidad de estar al día', hasta un posible complejo de inferioridad ante falsos prestigios construidos por una opinión pública hostil a la doctrina de Jesucristo" (pag.100).

Se lee por motivos profesionales y no para perder el tiempo. La única excepción son las lecturas para distraerse en épocas o momentos de descanso, que están rigurosamente reglamentados en el Estatuto: "Por las exigencias de la propia vocación, muchos fieles de la Prelatura han de leer libros y publicaciones en relación con su trabajo profesional, y con los distintos aspectos de la formación doctrinal y cultural, o, en fin, como distracción en momentos o temporadas de descanso" (pag.99).

Tampoco es prioritario ni necesario estar informado de las nuevas corrientes: "Lo aprovechable de las nuevas corrientes de opinión, en materia de fe y de costumbres, podrá ser asumido por los no especialistas sólo cuando tenga las necesarias garantías" (pag.96). De esta manera, la ignorancia de lo actual se convierte en virtud.

El objetivo es claro y para eso basta para la mayoría de los fieles de la Prelatura una formación básica de un catecismo que considera seguro: "Se trata de impartir, de manera concisa, la doctrina positiva, con claridad, sencillez y profundidad. También, para mejorar la formación doctrinal-religiosa, es conveniente que estudien el Catecismo de San Pío V, en edición antigua o, si es reciente, completa y sin interpolaciones: auténtica" (pag.93). A lo que hay que añadir que los Estatutos establecen el sometimiento total a la filosofía y teología de Santo Tomás de Aquino.

Por eso, finalmente la lectura, cuando no hay más remedio, queda reducida a: "Calificaciones doctrinales de libros, notas bibliográficas breves, recensiones, bibliografías positivas, bibliografía general de formación cultural, etc. Los Consejos locales archivan con orden este material -pueden colaborar otras personas del Centro-, para poder localizar enseguida la información necesaria. Por esto, no se saca de las sedes de los Centros. Cuando algún miembro de la Prelatura necesita consultarla, el Consejo local se la facilita, aunque muchas veces, especialmente a los más jóvenes, bastará transmitir de palabra la información necesaria" (pag.99).

El colmo es que este material de segunda mano, debidamente censurado, que termina por remplazar a los libros, ni siquiera puede ser leído por los más jóvenes -no vaya a ser que malinterpreten algo- y éstos tienen conformarse con el resumen que les haga oralmente su director.

Prohibido prohibir

El Vademécum va más allá que el desaparecido Index y prohíbe todos los libros y en particular los marxistas "que hayan sido expresamente reprobados por la competente autoridad eclesiástica; los libros y artículos de autores no católicos, que traten expresamente temas religiosos, salvo que conste con certeza que nada contienen contra la fe o las costumbres; los escritos contrarios a la fe o a las costumbres; los libros que carezcan de aprobación eclesiástica y que la necesiten a tenor del C.I.C., cc. 825-827; las obras de los autores de orientación marxista, teniendo en cuenta que la influencia de esa ideología se presenta en muy diversos campos culturales y científicos; los libros que sin ser explícitamente anticatólicos, heréticos, inmorales, etc., sean, sin embargo, ambiguos y confusos (y, por tanto, peligrosos) en puntos
referentes a la fe o a la moral"
(pag. 102).

De esta censura casi absoluta, no se libran ni la publicaciones con Imprimatur
eclesiástico: "Como enseña la historia, no raramente se editan libros y revistas con Imprimatur -seguramente por error-, que, sin embargo, deben considerarse incluidos en el párrafo anterior" (pag.102).

Tampoco se libran los documentos de la Iglesia. Recuerdo que en los sesenta en América Latina, estaba prohibido leer los textos aprobados en Medellín por la Conferencia Episcopal latinoamericana (CELAM), con participación del papa Paulo VI.

Sin embargo, el Vademécum aparentemente establece una excepción cuando "por razón del oficio que desempeña, o por causas de estudio, de investigación, o de trabajo, etc., una persona de la Obra precisa leer libros erróneos o que puedan conducir al error, el Consejo local, después de asegurarse de la necesidad de la lectura, pedirá el permiso correspondiente a la Comisión Regional, especificando la obra o las obras, el motivo y el tiempo (nunca más de un año) para el que se pide el permiso. En el caso de libros marxistas o de autores considerados como precursores próximos del marxismo, salvo casos excepcionales, sólo se concederá permiso para leer una obra cada vez" (pag. 103). Como se aprecia la obsesión sigue siendo el marxismo -y hasta quienes les parece "autores considerados como precursores próximos del marxismo"- que resulta a los ojos del Opus Dei más dañino que una obra teológica no católica: por eso una obra cada vez. Si estuvieran actualizados y pudieran informarse con libertad, sabrían que el marxismo está en revisión y hasta cuestionado en aspectos fundamentales. Razón por la cual esta fijación resulta un anacronismo, como preocuparse por el gnosticismo en pleno siglo XXI.

Pero esta aparente tolerancia resulta engañosa. En primer lugar, el procedimiento constituye una valla de obstáculos: primero tiene que convencer al Consejo Local y después a la Comisión Regional. Si lo consigues tienes como máximo, si vas con suerte, un año. Como se ve las posibilidades de hacer un trabajo serio y profundo son limitadas. Más aún, no sólo tienen que esperar y disponen de un tiempo o número de obras limitado, sino que además "a la vez que lee el libro, ha de ir redactando una nota crítica detallada -más o menos extensa, según los casos- que entregará a los Directores" (pag. 104). Es decir, mejor se dedican a otra cosa.

Qué hacemos com Stigler

Parece lógico que se vele por la fe y las costumbres. Sin embargo, para el Opus Dei este concepto es tan amplio que acaba englobando todo: "Suelen tener relación con la fe y las costumbres cristianas, no sólo las publicaciones de teología, filosofía o derecho canónico, sino también muchas novelas y obras de creación y publicaciones de ciencias como la psicología, la sociología, o la economía" (98). Asimismo, es peligrosa "una novela (o una obra de creación), con descripciones gravemente inconvenientes" (pag.103). Esto es una consecuencia de creer que todas "las ciencias humanas, en sus problemas más hondos y básicos, guardan siempre relación -más o menos directa- con el contenido de la fe" (pag.107)

Nada se escapa. Pero además el Vademécum deja muy clara la obligación grave de los fieles de la Prelatura de "solicitar el oportuno asesoramiento, cuando esas lecturas se refieren de alguna manera a la fe o a las costumbres" (pag. 98). En pocas palabras, en la práctica no se puede leer sin pedir permiso a las respectivas instancias.

Esto tiene que haber generado muchos problemas prácticos -y hablo por experiencia-, porque un Consejo Local no está necesariamente informado de todo. ¿Qué se aconseja a un estudiante de economía, materia peligrosa, sobre un libro de George Stigler?. Pero el Vademécum tiene la respuesta: "Cuando el Director o el sacerdote no tiene el suficiente conocimiento de una obra determinada -por ejemplo, cuando se trata de estudios especializados, o de obras poco conocidas-, han de pedir, a su vez, orientación a quien pueda darla con seguridad y competencia" (pag.99).

Mientras el Consejo Local pregunta a la Delegación o la Comisión Regional si se puede leer a Stigler, si no es marxista o de esos "autores considerados como precursores próximos del marxismo" (pag.103) -que también están prohibidos- al alumno se le pasó la aprobación de la asignatura o la fecha de entrega de un trabajo en la universidad.

Vade retro tutores

Pero hay algo peor que los libros: "Las explicaciones orales de algunos profesores o tutores, causan quizá más daño que las lecturas" (pag. 112) Por eso el Vademécum -haciendo a un lado la obligación de santificarse mediante un trabajo buen hecho- autoriza que un fiel de la Prelatura pueda ser mal estudiante, si tiene en la escuela un profesor que a juicio de la Obra no da sana doctrina: "El interesado debe plantear su asistencia a esas clases con criterio muy restrictivo: sólo cuando sea verdaderamente imprescindible (quizá, por ejemplo, si pasan lista de asistencias). En la medida de lo posible, y aun a costa de exponerse a aprobar esas asignaturas con calificaciones poco brillantes, preparará los exámenes correspondientes pidiendo información o resúmenes a algún compañero, etc."

Si la presencia en clases es imprescindible, el método para prevenir el mal es bastante bizarro y absurdo: "Si no se puede evitar la asistencia a esas lecciones, se planteará al alumno que tome apuntes detallados de las explicaciones orales, que luego entregará a otra persona de la Obra, designada por el Consejo local, quien le expondrá después el contenido de la materia, con la crítica correspondiente. Para esto, a veces será conveniente que esa persona -y no el alumno- lea, con el oportuno permiso, el libro de texto, o los apuntes multicopiados, señalados por el profesor" (pag. 112).

¿Si el alumno "toma apuntes detallados de las explicaciones orales", tiene algún sentido no permitir que lea "lea los apuntes multicopiados, señalados por el profesor"? ¿Por qué no se dispone mejor que vaya a clase con tapones en los oídos y una grabadora?.

Si los problemas subsisten como solución final "se podría aconsejar la elección de otra rama, de otra Universidad o de una carrera distinta" (pag. 111). Es decir, la libertad de elección de profesión queda totalmente condicionada.

Un clásico problema

Esto afecta especialmente a los numerarios. A su calidad intelectual y a su posibilidad de inserción en el mundo de la cultura contemporánea. Refuerza el aislamiento, la mentalidad de ghetto y una actitud sectaria; y explica también la prioridad que se da a la expansión de escuelas, universidades e institutos, controlados directa o indirectamente por el Opus Dei. El futuro parece estar en formar profesores y crear centros de enseñanza, pensando sobre todo en los hijos de supernumerarios como semilleros de la Obra.

Después de leer el Vademécum se entiende también por qué el Opus Dei no destaca por sus investigaciones teológicas -"ni la materia ni las circunstancias toleran impaciencias: el conveniente progreso en las ciencias teológicas se ha hecho siempre de modo prudente" (pag.96)-; y si más bien como canonistas.

Cuando tiene teólogos y estudiosos, como Antonio Ruiz Retegui, o Raimundo Panikkar, estos llegan a serlo a pesar del Opus Dei; y los Directores reaccionan silenciándolos o concediéndoles la salida.

Hay otra consecuencia más profunda. Esta radical censura del pensamiento, unida a una formación y praxis del más rancio integrismo, genera una actitud esencialmente conservadora. Como dice Antonio Saralegui después de algunas décadas de experiencia: "La santificación del trabajo, idea básica de la espiritualidad del Opus Dei, resultaba muy atractiva para las generaciones de la posguerra española, educadas en la fe católica, la moral rigurosa, floren y la sobriedad. Tenía un matiz progresista y abierto, unas gotas de calvinismo y una cierta apertura social. Pero lo que yo entiendo, dicha idea se fue envolviendo poco a poco en un estilo autoritario, al borde del totalitarismo y en un ambiente inmovilista y conservador" (Historia Oral del Opus Dei).

Agrega Saralegui: "Desde Trento y el latín hasta la sotana y la mantilla, desde San Agustín y Santo Tomás hasta la decoración de los centros, la balanza se inclinaba por el platillo conservador. La desconfianza era sistemática ante los teólogos modernos, ante las innovaciones litúrgicas, ante cualquiera adhesión que no fuera incondicional" (Historia Oral del Opus Dei).

A esto ha conducido la rigurosa censura y la reglamentación del pensamiento y el conocimiento. En el Vademécum, por ejemplo, se puntualiza que en las casas donde haya numerarios con los cuatro años de teología terminados, podrá existir "una pequeña biblioteca, con los manuales teológicos necesarios: libros clásicos y seguros" (pag.94). Nada moderno ni nuevo, sólo "clásicos". Significa la fosilización del pensamiento teológico.

Pero, además habrá bibliotecas teológicas exclusivamente donde los numerarios hayan terminado sus estudios, porque tácitamente se prohíbe que los demás centros pueden disponer de una. No vaya a ser que se infiltre algo que no sea "clásico".

Todo este proceso tiene también una consecuencia política. Saralegui tiene razón cuando afirma: "Si los esquemas en que uno vive son autoritarios, inmovilistas y conservadores, sólo con un esfuerzo mental casi esquizofrénico se puede ser, de veras, socialista o liberal" (Historia Oral del Opus Dei).

Los fieles de la Prelatura, y en particular los numerarios, se encuentran cada día más al margen de la historia y la vida. ¡Qué lejos se está del desafío de ser la "aristocracia de la inteligencia" para poner a Cristo en la cumbre de las actividades humanas!.

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Publicado el Thursday, 27 May 2004



 
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