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020. Irse de la Obra
hormiguita :

Santa Teresa de Jesús exhorta a no desoír la "voz interior" por miedo o por comodidad. Yo lo hice durante nos años antes de irme de la Obra. Esa voz interior me creaba un conflicto tremendo. Durante un tiempo la comodidad pudo conmigo. No me iré por el qué dirán, por no hacer daño a la Obra, y además tenía la tonta vanidad de ser numerario. Por otro lado, la Obra había sembrado en mí el miedo: las condenas del fundador a quienes se marchan. Sus amenazas espirituales -que hoy aquí no repetiré- las juzgará Dios. No me daba cuenta que ese mismo miedo no podía venir de nada divino. Dios no amenaza. Solo ama. Tampoco me daba cauenta de que ya había hecho todo lo que estaba en mis manos durante mi estancia en la Obra. En mi conciencia había fecundado una sombra de "incumplidor", cuando en realidad había sido cumplidor, sincero, entregado, etc. etc. como muchos. Tenia además una sequedad de alma que es impropia para quienes se entregan a Dios. Porque luego descubrí que Dios da mucha ternura y contento por poco que hagamos, pero entonces no lo sabia...



Fue una lectura en una noche de insomnio, -las tenía a pesar de las pastillas- de una frase de San Buenaventura, un místico franciscano, lo que me dio el primer tímido impulso. Decía "tranquillus Deus tranquillans omnia". Algo así - traducido- como que Dios da paz y tranquilidad a lo que El hace. ¿Cómo podía yo estar tan angustiado en esa obra que se decía divina? No tenia la respuesta, pero mi inconsciente se quedó con la lógica de la frase.

No tenia a nadie que me ayudase a descubrir la verdad, salvo mi "voz interior" y mi cuerpo, el cual me pedía a gritos que me fuera de la Obra aflorando un intenso sufrimiento psiquico, emocional, y corporal. En definitiva somatizando.

Al entrar en el Opus Dei no había contrastado mi vocación con nadie externo a la Obra... y dentro no había desobedecido nunca a un confesor o director. Me habían propuesto ir a la labor de otro pais, pero lo había rechazado por intuición. Aún creía profunda e ingenuamente en la libertad profesional que la Obra dice dar a sus socios. Lo peor de todo es que no tenia elementos para discernir. No habia internet, contactos externos, o familiares, ni los medios actuales. Yo estaba demasiado debilitado para buscar mi propia verdad. El temor y angustia no se disipaban, por mucho que hablase con los directores. Algunos de los cuales encontré comprensivos, si bien tan victimas de un sistema cerrado, como yo. El Opus Dei me había quitado, eliminado, mi autenticidad. Por tanto, buscar la verdad, me era muy difícil. La propia verdad, aquello de sí mismo que uno debe amar, si quiere cumplir el mandato divino de amarse a uno mismo, me era invisible. No se explicarlo, lo siento....

Quizás era porque en la Obra, la relación amorosa con Dios nunca fue lo primero. Era el envoltorio eso sí. No me daba cuenta de que el amor transfigura, libera, modela el alma para producir su mejor yo. Esto no me sucedía. Mi vida en la Obra no iba de eso. Y esto producía en mí una tremenda contradicción de mi persona y libertad. O me quitaba la gangrena interior o me moría como persona. Durante largo tiempo no supe qué hacer, y la dosis de desespero -yo diría inculcada por los mecanismos de dirección espiritual- me movió a irme.

Acabo este testimonio con quien la comencé. Santa Teresa de Jesús recurrió hasta 23 sacerdotes letrados, asesores de su espíritu, movida por el afán de conocer y vivir en verdad. Entre ellos, figuran tres nombres de futuros santos, varios consultores de la Inquisición, y profesores de universidad. Yo no lo hice, ni consulté con nadie, porque el opus dei me había enseñado que era de mal espíritu consultar con gente de afuera.

Bueno, sólo quería dejar estas palabras, por si alguna persona de la Obra se encuentra en una situación similar a la mía. Desde aquí le envío un saludo.

Hormiguita




Publicado el Monday, 07 March 2011



 
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