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 Tus escritos: Sobre el sigilo sacramental. (Alguien sabe... Cap.12).- Satur

060. Libertad, coacción, control
Satur :

Capítulo 12 de '¿Alguien sabe qué es el Opus Dei?'

(Enviado por Satur el 21-Dic-2003)

Se ha tratado en varias correspondencias de si en el opus de Dios se rompe el sigilo sacramental, el secreto de oficio, o el no guardar la debida discreción en asuntos de conciencia que se conocen por razón del cargo, encargo, o por ser sacerdote.

Es muy fuerte afirmar que sí siempre, pero lo cierto es que los modos de encauzar la dirección espiritual en la Prelatura llevan a que se lesione con demasiada frecuencia estos temas. Mi experiencia dice que sí, aunque puedo estar más equivocado que la paloma de Serrat.

Resulta muy difícil guardar y proteger la intimidad de las personas porque la formación lo impide y, en algunos casos, lo anima; hasta tal punto es así que, con frecuencia, muchos directores, subdirectores y secretarios son nombrados en edades pipiolas, sin ninguna experiencia, sin poso, sin auténtica vida interior, sin formación específica, pensando que el director del centro que le han asignado -otro pipiolo que lleva dos o tres años de dirección de almas- le irá formando. Y lo que hacen todos es copiar, imitar y calcar los consejos locales que asistieron por primera vez. Si tuviste la suerte de estar con personas sensatas, pues muy bien, pero si no...

Yo me enteré a los treinta años, siendo director de un centro, de que había asuntos que no podían hablarse en el consejo local. Y gracias a una Comisión de Servicio donde un señor muy mayor de Roma, este no era Sotanillo Pata Negra este puro Paúles, asistió a nuestro consejo local y que se quedó cazando moscas cuando empezamos a hablar del personal del centro. Nos paró en seco, miró al de San Miguel, y dijo "¿pero esto qué es?, ¿así habláis de la gente?". Le contestamos que sí, que eso no era nada, que ya vería cuando llegáramos a fulanito y zutanito: de traca. Y le anunció al de San Miguel: "esto está pasando en demasiados centros; toma nota". En fin, seguimos el consejo local, pero ya en otro plan: zutanín es muy majo, lucha, se esfuerza, ama el espíritu de Casa, lo que pasa es que tiene dificultades en algunas virtudes.

Poco tiempo después llegó una nota de la delegación sobre el modo de tratar en los consejos locales ciertos temas, y de qué criterios seguir cuando se reciben confidencias digamos que extraordinarias; en ningún caso se aconsejaba el silencio total, sino que se compartiría criterio o con el sacerdote, o con el director del centro. Surgió efecto unos meses, pero se volvió a las andadas, porque es muy difícil que la burra no vuelva al trigo.

Si ya de recién pitado te forman para que juzgues intenciones, observes actitudes interiores, interpretes gestos; y un día te viene el director en la charla y te anima -que tiene narices el asunto por lo que supone de violentar una conciencia, un carácter y una libertad- a que le hagas a Menganas una corrección fraterna sobre tal asunto. Corrección fraterna que, por supuesto, tú no habías caído, y que el otro, el director, con la información que posee por el cargo, te endilga para que le resuelvas la papeleta y, lo que es peor, poder decirle al corregido, " ¿lo ves?, hasta tus hermanos se dan cuenta". Si eso no es cobardía, animar a la delación, fomentar el cotilleo aldeano, que baje Encarnita Ortega y me lo diga.

Sé de alguno que como era muy tímido y no le hacía una corrección fraterna ni a la campanilla del comedor (por cierto, quise imponer la costumbre de la campanilla en mi casa -le da un aire de distinción a la mesa- y mi mujer me dijo cosas que la pluma no puede ni debe expresar), y el director crackcatacrack de turno le indicaba correcciones fraternas a destajo para que las hiciera a otros. El pobre lo pasaba fatal, no dormía la noche anterior, sufría de palpitaciones, conatos de diarrea... y un día el tímido se destapó, hizo ¡fú!, como los gatos, y hasta hoy.

Los informes de personas que se envían a la delegación son la cosa más versallesca, complicada y estereotipada que se ha visto. Allí todos copian modelos archivados y tiran de "copiar y pegar". Más encorsetados que el wonderbrá. Es difícil que en los informes se lesione nada; yo creo que imposible. Porque si pilla alguien un informe, alucina. Yo creo que no se entera, si pudiera acceder a él, ni el propio interesado. En un sobre se envía la propuesta y el informe del candidato a lo que sea -oblación, fidelidad, etc-, de un modo tan potito, tan genérico, tan para todos igual, que no hay manera de saber si habla de Satur, de Juan Brouenauer, de Pedro Picapiedra o del profeta Jodías. Si hay alguna virtud que no vive bien se pone una referencia que se envía en sobre aparte. Pero la referencia nos lleva a un plan de formación que indica de modo muy ambiguo que é lo que é de lo que le pasa al tipo. Pues que no chuta en castidad (cfr. B-10,III 28) por ejemplo. ¿Y eso qué significa?: ¿es zoófilo, quizás?, ¿tiene problemas personales, de algún modo?, ¿mira los anuncios de ropa interior de Telva, de hito en hito?.

No, en los informes no se lesiona el sigilo, ni el secreto de oficio

Donde se lesiona, patea, se exprime y machaca, es en los centros, en las convivencias y cursos anuales, sobretodo cuando alguno está en crisis o tiene algún problema. Y sin mala voluntad. Siempre se hizo así, así lo quiere Dios porque así lo vio nuestro santo y amadísimo Fundador el 2 de octubre de 1928. Y ya es clásico, que si uno se confiesa con el sacerdote de falta grave y el sacerdote observa que su director no sabe nada -porque en los consejos locales se habla de las personas-, pues aguanta una semana; pero si a la semana siguiente vuelve a confesarse, y se repite la historia de comprobar que el director ignora la situación del señor, a la tercera confesión le dice que debe decírselo al director, y se lo pone de penitencia, o no le imparte la absolución. Auténtico. Pero si el tipo, digamos que tiene un carácter difícil de dominar, insiste en no decir nada al director, el sacerdote, si es discreto, le dirá al director a solas "pregúntale a fulanín por tal cosa". Y punto, entendidos. Y si el sacerdote es un Chico del Maíz, lo suelta en el consejo local sin problemas. Y eso no se entiende como romper el sigilo sacramental.

En el curso anual los directores saben todo de todos; pero como cada uno, al cabo de los años, ha sido director y dirigido de un buen racimo de convivencias, pues allí conoces la vida y milagros de todos: en virtudes, en vida de familia, en profesión, en situaciones personales, económicas, filias y fobias.Y vale todo porque es por el bien de la almas que, dicho sea de paso, es una pasión dominante en el opus de Dios. En la última convivencia de supernumerarios que fui a una tertulia de invitado ocurrió algo realmente impactante. El director, un Smidt Matrix que ponía la gallina de piel, me dijo que los chicos, -eran jóvenes-, no acababan de entender la entrega, y que parecían de una cofradía más que del opus. Y me comentó que diez de ellos, diez, se habían escapado la noche anterior de farra y marcha, habían regresado a las seis de la mañana, y estaba el ambiente algo tenso. Pero esa no era la verdad, como supe poco después, pues él les dio permiso. Y lo peor: alguien del grupo de urcos que fueron de marcha le consultó al dire una corrección fraterna porque uno, en la discoteca, había bebido el mediterráneo en copas, se había puesto a ligar con una como un desaforado, bailó con la woman in love de un modo desinhibido total, y le parecía que eso no era propio del espíritu de casa. Y el dire va y le dice que no se la haga. Y el hipercrack de director llama A LA MADRE DE LA NOVIA DE ÉSE SUPERNUMERARIO y le cuenta lo que hay, que su futuro es un pendón de tres pares de narices, que con el tiempo le darán el premio "El Preñón de Gibraltar".

¿Se armó una gorda?. Pues gordísima; la futura suegra supernumeraria, la novia supernumeraria, el pobre supernumerario alucinado cuando regresa a su ciudad y advierte que todo se ha roto y no sabe por qué y, lo que es peor, lo suyo lo sabía hasta el último adscrito de Manila de Abajo... ¿Sucedió algo?. Nada. Ahora siguen juntos; el tío tragó -mira que lloró, y se indignó ante la injusticia- y no mandó a freír monas al opus dei, al dire, y Bruno Buozzi todo. Y es que eso es una plaza de mercadillo, alcahuetería pura, chismorreo. Todo por el bien de las almas: con la excusa de si dejarías que alguien muy querido se tirara por la ventana qué harías; pues lo mismo. Vale todo: Dios está con nosotros.

Si a eso le añadimos los que están un poco tocados del ala, con la azotea de mudanzas y una mala leche como los orcos de Saurón, que por una tontería te cuentan la vida del que les lleva a mal traer, pues no lo arregla ni Rita la churrera. No es lugar, pero en mis últimos años en el reverso tenebroso varios sacerdotes me contaron cosas muy graves de terceras personas, conocidas en confesión. Y al marchar yo, de mí mismo, y a personas muy cercanas y queridas, también se usó del sigilo sacramental, pero en otro sentido: un sacerdote, que jamás hablé con él, ni en confesión, buscaba encontrar entre sus supernumerarias si éste que firma le había dado un repasín (cfr B-10. III, 28) a alguna, como si dijéramos. ¿Quién le contó al presbítero mi vida?: buen título para una película.

¡Ay, el susurro de ciertas confesiones qué ruido y qué daño hace!.


Publicado el Saturday, 20 December 2003



 
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