Creo que el problema arranca de un mal encauce de la afectividad, que es entendida como la manera en que el hombre se siente afectado por los múltiples acontecimientos de su vida. Cada hombre/mujer, dependiendo de sus intereses específicos, que a su vez le mueven a la acción, se siente afectado de distinta manera por los acontecimientos que le acaecen a lo largo de su vida; por lo tanto son esas “motivaciones” las que hacen que algunas personas se sientan afectadas de distinta forma; y esas motivaciones, no son otra cosa que los instintos biológicos de cada uno.

Podemos distinguir, por lo tanto, distintas formas de afectos, en concreto tres formas:...

            1) Las emociones, que es la afectación brusca de una representación mental. Esa brusquedad nos lleva a un desequilibrio somático.

            2) Otra forma de afecto serían los sentimientos, son más matizados que las emociones y no conlleva a una modificación somática. Son situaciones momentáneas.

            3) Por último, tenemos los estados afectivos, que no dependen de ninguna representación o idea, y que suele calificarse como estado de ánimo, son nuestras situaciones afectivas básicas, nuestra forma peculiar de ser, vivir, una forma estable de sentirse afectado.

Por lo tanto, comprender la dinámica afectiva de una persona sería comprender la estructura individual de sus intereses o tendencias.

De todo esto, podría extrapolar lo que sería una reacción vivencial anormal, que no es otra cosa que la patología de la emoción.

Citando a Jaspers, “una reacción vivencial normal, sería aquella caracterizada por una respuesta adecuada al acontecimiento que la provocó. Por el contrario, las reacciones emocionales anormales se producen cuando las personas reaccionan ante un acontecimiento nimio con una gran intensidad o de una forma insólita”.

Lo que parece estar de base en tales anormalidades emocionales es la personalidad previa del sujeto, por lo que esta forma anormal de reaccionar puede hacérsenos más comprensible si atendemos a las temáticas conscientes e inconscientes del propio sujeto.

Los tres grandes síntomas de la afectividad, entre otros, son la depresión, la manía y la angustia, de la que sólo me voy a centrar y superficialmente en la depresión.

En la actualidad el modelo estructural de depresión distingue cuatro dimensiones, y es posible efectuar una ordenación jerárquica de la totalidad de los síntomas y signos depresivos, psíquicos y corporales. Absolutamente todos los rasgos propios de cualquier enfermo depresivo corresponden a uno de estos cuatro apartados: 1) humor depresivo, 2) anergia (debilitación de los impulsos), 3) discomunicación o 4) ritmopatía (desregulación de los ritmos).

Hablando en términos no clínicos, cuando una persona no tiene regulado el sistema afectivo, todo le afecta muchísimo, y en estos el ambiente de vida de familia, vocación, etc., del opus, es un caldo de cultivo apropiado para provocar en numerarios/as en gran manera y en agregados/as en menor medida, un estado que les lleva a la depresión. Pero para llegar a la depresión, hay muchos pasos, y en primer lugar hay que tener en cuenta la situación afectiva del paciente. Personas con una psiquis fuerte, con una afectividad en su sitio y madurez personal, no llegan nunca a la depresión. Sucede en personas jóvenes, todavía sin formar, y que se quedan abrumadas por las barbaridades que ven en la obra y al aceptar tratamientos médicos no adecuados, es cuando se hunden.

Con este preámbulo, es preciso reconocer que sufren un cuadro clínico de infantilismo, de problemas afectivos no superados con el tiempo, de humor variable y desencajamiento total en su vida opusina.

Parece que lo remedian en aceptar la situación que Dios les ha mandado, en sus esfuerzo personales por salir de su situación, en llevar lo mejor posible sus episodios depresivos periódicos.

En definitiva, son persona enfermas desde el punto de vista clínico. No mejorarán en sus síntomas mientras estén dentro y se auto convencen de que están bien donde están. No tienen futuro. Quien, habiéndose ido ya de la obra, intente razonarles lo mejor posible la vida tan especial que llevan dentro, no lo entenderán. Y esto suponiendo que tengan depresión y no otra patología psiquiátrica más grave.

Pidamos los que somos creyentes, para que su querido opus los cuide hasta el final de sus días, pues de algunos se deduce que no pueden salir, además de por su enfermedad psíquica, por su situación externa, ya que bastantes de los que siguen dentro no tienen a nadie al otro lado que les eche una mano, que los cuide y les ayude a salir adelante, por eso también siguen dentro.

Pimpinela escarlata