Hola, Ana Azanza:

            En “Adiocesanos y espejismos” apostillas mis “Comentarios al Catecismo 2010” y muestras desacuerdo con dos de las ideas allí expuestas. Je suis désolé, como diría un francés. Estoy desolado. La próxima vez procuraré hacerlo mejor. 

            La idea de que la figura jurídica de la prelatura personal no se inventó para acoger al Opus Dei, no es un lapsus de escritura, como sugieres, sino que la he desarrollado con cierta amplitud en “El Opus Dei como Prelatura”, publicado en Opuslibros el 4 de febrero de 2009.

            Desolado, pero también reconfortado porque das tu beneplácito a una tercera idea, la de la adiocesanidad del Opus Dei, cordialmente,

            Gervasio

PD. Pablo VI, que fue quien, en ejecución del II Concilio Vaticano, reguló las prelaturas personales en su Distribución del Clero y ayudas que deben prestarse entre sí las diócesis (Ecclesiae Sanctae, nº I), lo que menos preveía era que dieciséis años más tarde la figura de la prelatura personal pudiese albergar a algo tan adiocesano como el Opus Dei. A los padres conciliares que aprobaron el decreto  Presbyterorum Ordinis, nº 10, no se les pasó por la cabeza, mente o caletre —salvo a cuatro, que estaban en el ajo— que lo de las prelaturas personales acabaría en un Opus Dei hecho prelatura. Pensaban en instituciones y actividades pluridiocesanas, como lo son la Misión de Francia, los seminarios interdiocesanos e iniciativas de esta índole. Fallecidos ya Pablo VI, el propio Escrivá y muchos padres conciliares, con la figura de la prelatura personal hubo que hacer mangas de capirotes para introducir allí como se pudo, a cascaporro, al Opus Dei. En cambio, entre la creación de la figura del instituto secular en 2-II-1947 por la Provida Mater Ecclesiae y la aprobación del Opus Dei como primer instituto secular en 24-II-1947 mediaron sólo veintidós días. Todo fue como la seda. Hasta las negociaciones previas fueron rápidas. Ese sí que fue un traje a la medida.