Opuslibros - De los cambios en la dirección espiritual.- Mediterráneo

Mediterraneo :

He seguido los artículos que se han ido publicando acerca de la dirección espiritual y ese fenómeno único e irrepetible según el cual cada quien puede elegir con quién hacer la charla y cuándo hacerla.

El lunes 16 de agosto Carmen Charo comentaba que las nax de Ecuador y Perú no saben nada de eso; no sólo son ellas. Hace tres o cuatro semanas cené con una agd [agregada], una raya en el agua en cuanto a apertura mental e independencia de vida. Le pregunté qué era eso de las novedades en la dirección espiritual y no supo de qué le estaba hablando; insistí, “eso de que uno puede elegir con quién hablar, y cada cuando”, me miró sorprendida y dijo “pues no sé nada, no nos han dicho nada en mi centro”.

Después de mucho pensar, he llegado a la conclusión de que no me lo creo. Me suena al “conceder sin ceder, con ánimo de recuperar”. Lo que me hace llegar a esa conclusión es la traducción práctica del fenómeno y su materialización en el día a día.

Supongamos que fuera cierto, que hubieran dicho la verdad y así es como deberían funcionar a partir de ahora. Más de un@ y más de tres personas que llevan charlas se quedarán sin parroquia porque la gente está de ell@s hasta las pelotas y no ven el momento de cambiar. De momento ya tenemos a un@s cuant@s que no lo llevarán nada bien, con un ego arañado por todas partes. Por otro lado, tenemos a otr@s cuant@s que verán su encargo apostólico elevado a la sexta potencia porque, no se sabe cómo, hay doce personas que quieren hablar con ell@s. La envidia está servida y el conflicto para el consejo local, también.

Vamos a por la periodicidad. Much@s, encantad@s de la vida de no tener que andar semanalmente con la misma monserga, deciden que una vez al mes y va que vuela. Otr@s, un poco asustad@s de esa libertad nueva, deciden que cada quince días. Y finalmente están quienes, entre Pinto y Valdemoro, piensan que cada tres semanas es suficiente. De un plumazo hay que cambiar el plan de vida del círculo (¿se ha visto algo más inamovible desde que se levantaron las pirámides?), porque lo de semanalmente confesión sacramental y charla fraterna, va a ser que no. Ahí ya empieza a crujir el andamio, ya se escuchan ruidos sospechosos: las numerarias auxiliares… ¿decidiendo con quién hacer la charla y cada cuándo? Aquí se conmueven los poderes del cielo, los astros tiemblan y el fin del mundo se acerca al galope.

Sin embargo, el quid de la cuestión no es éste. El meollo del asunto, el quicio, es que de repente el personal está menos controlado. Y ahí, querid@s tod@s, con la iglesia hemos topado y Vade retro, Satanas. Nunca, nadie aceptará que se controle menos. Tienen que aceptar lo que la vida les pone por delante, si quieres lo tomas y si no lo dejas, como no leer la correspondencia (a ver quién es el guapo o la guapa que se pasa el día conectado a internet, tecleado los passwords de todo el personal y leyendo sus correos), que la gente tenga que viajar por sus trabajos y que no tener tarjeta de crédito sea como cocinar en el pasillo de casa con carbón de encina, pero de ahí a dejar decidir a la gente con quién hablar y cada cuando, va un abismo que no van a cruzar.

Ha habido que decirle que sí al Papa, a ver qué remedio, pero ¿cuántas veces se le ha dicho al Papa una cosa y de puertas para adentro se ha seguido haciendo la contraria? escrivá lo hizo siempre que le vino en gana, esta vez es una más.

No digo que no vaya a haber cambios, sí los habrá porque la vida se los presentará por delante y no habrá más remedio que aceptarlos, pero no creo que sea durante el prelatazgo de Echevarría, de hecho creo que falta tiempo todavía. Empiezan a notar la crisis, desde luego, pero todavía no les ha golpeado la ola gigante y les ha pegado un revolcón de los que hacen época.

En la novela “Las sandalias del pescador” hay una frase curiosa, cuando el todavía cardenal Lakota habla con su colega de Polonia y le pregunta “¿cuál era su mayor tentación durante las sesiones de tortura?” y éste le contesta “Roma, donde sabían tanto y parecían preocuparse tan poco”. Son unas palabras que se ajustan perfectamente a la situación de la peña esa: ¿cuánto se sabe en Roma de las personas empastilladas, desgraciadas hasta la médula? ¿cuánto de la escasez de vocaciones? ¿cuánto de los motivos por los que personas que llevan ahí dentro la vida entera se largan? ¿alguien ha hecho en serio examen de conciencia?

Por todo eso yo no me creo los cambios. Y me encantará que alguien me demuestre, con razones fundamentadas, que estoy equivocada, me gustará mucho. El ocaso de la peña es uno de los acontecimientos históricos, como la desaparición de la URSS o la caída del muro de Berlín, que será apasionante presenciar.

Mediterráneo

Publicado el Monday, 23 August 2010