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 Correos: Predicar la vida como un holocausto... (y II).- Salvador

125. Iglesia y Opus Dei
Salvador :

Predicar la vida como un holocausto: ¿La voz de Satanás? (y II)

Salvador, 7 de junio de 2010

 

(Capítulo I)

 

Recuerdo que en la Obra se me hacía muy difícil leer el Antiguo Testamento. Y algunos libros imposible, por ejemplo, no pude pasar de dos primeros capítulos del Eclesiastés. Me preguntaba qué hace este texto en la Biblia. Porque para una mentalidad opusdeística el texto es lo contrario de la suya, la del mundo de los elegidos y la de ciertos holocaustos. Ahora este texto autobiográfico (de Cohelet) me reconforta. Un texto que se acerca mucho al tipo de sabiduría que divulga Gabuzo & Vera: la radical relatividad o contingencia de la realidad, vivir el presente, aceptación de la realidad sin aditivos.

 

El Eclesiastés (o Cohelet) es un texto escrito poco antes del 200 a. C. Su redactor no cree en la resurrección de los muertos, ni en el cielo. Se concentra en el aquí y ahora. Su conocido “todo tiene su momento y hay un tiempo para cada cosa”  (capítulo 3) lo certifica. Habla, cosa única en la Biblia, del destino, la fortuna y el azar como factores decisivos a la hora de determinar la muerte. Nunca llama a Dios Yahvé. Y escasamente lo cita y, cuando lo hace, lo trata como alguien muy remoto...



Un libro como el Jesús de Nazaret del actual Papa tampoco puede gustar a un miembro de la Obra. Pero interesa recordar que Ratzinger, en su libro, defiende como método exegético de lectura del Nuevo Testamento lo que llama la “exégesis canónica”; es decir, que cada parte de un texto bíblico es parte de un todo, el canon, o sea la Biblia como la entendemos los católicos. En conclusión: que, aunque no guste a un miembro de la Obra, la sabiduría del Eclesiastés es válida y legítima. En eso consiste el pluralismo religioso que tan tenazmente niega la Obra.

 

En los primeros 18 versículos del primer capítulo, Cohelet nos lanza su manifiesto sobre la contingencia y la relatividad de la historia y del ego definido como deseo. Porque la “vanidad de vanidades”, “todo es vanidad” no es un slogan nihilista sino que su referencia son nuestros deseos/voluntad; sean de voluntad /deseo de ser, de tener, de conocer, ya sean eróticos o pertenezcan a la ambición. Trata de la vanidad del deseo. Seguir el deseo no es el criterio para una vida sana. Un budista lo firmaría.

 

¿Vanidad de vanidades! –dice Cohelet-, “vanidad de vanidades, todo vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? Una generación va, otra generación viene; pero la tierra siempre permanece. Sale el sol y el sol se pone; corre hacia su lugar y allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur el viento y gira hacia el norte; gira que te gira sigue le viento y vuelve el viento a girar.

Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al lugar donde los ríos van, allá vuelven a fluir. Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el oído de oir.

Lo que fue, eso será;

lo que se hizo, eso se hará.

Nada nuevo bajo el sol.

Si hay algo de que se diga: “mira eso sí que es nuevo”, aun eso ya sucedía en los siglos que nos precedieron. No hay recuerdo de los antiguos, como tampoco de los venideros quedará memoria en los que después vendrán.

Yo, Cohelet, he sido rey de Israel en Jerusalén. He aplicado mi corazón a investigar y explorar con la sabiduría cuanto acaece bajo el cielo. ¡Mal oficio este que Dios encomendó a los humanos para que en él se ocuparan!. He observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad y atrapar vientos.

Lo torcido no puede enderezarse,

lo que falta no se puede contar.

Me dije en mi corazón: tengo una sabiduría grande y extensa, mayor que la de todos mis predecesores en Jersualen; mi corazón ha contemplado mucha sabiduría y ciencia. He aplicado mi corazón a conocer la sabiduría, y también a conocer la locura y la necedad, he comprendido que aun esto mismo es atrapar vientos, pues:

donde abunda sabiduría, abundan penas,

y quien acumula ciencia, acumula dolor”

 

Ciertamente reconoce que la sabiduría explica muchas cosas (“vi que la sabiduría aventaja a la ignorancia como la luz a la oscuridad, que el sabio ve bien y el loco camino a oscuras”) pero constata a continuación que “una misma suerte les tocará a ambos”. Y sin embargo, la sabiduría y la ciencia no permiten comprender la totalidad y el sentido del universo (“8:17 y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla”). En el fondo, el mundo y el hombre son totalmente impenetrables, un misterio, y solo Dios tiene la llave (11,5).

 

Niega que la conducta buena o mala (moralidad) del hombre determine las condiciones de vida en este mundo (8:10-14: los malos son honrados en entierros santos, no hay sentencia de mala conducta que se ejecute inmediatamente, por eso los hombres no se cansan de hacer daño, “el pecador comete el mal cien veces y tiene una larga vida” no es cierto que al temeroso de Dios tenga felicidad y que el malo no tenga felicidad).

 

(No es esta misma descripción de la realidad la que nos describe Mt. 5,45 cuando dice “así sereis hijos de vuestro padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos”?).

 

Y sobre la retribución en el más allá es escéptico (6,12: (…) quien informará al hombre sobre lo que habrá después de el bajo el sol?” o en 3:21 ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?”).

 

¿Es Cohelet un escéptico total? No, en absoluto. El texto defiende que nuestra breve existencia que disfrutar de todas las cosas buenas de la vida como un don de Dios:

 

2:24 -25:” No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios. Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?

 

3:13 : “y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor”.

 

3:22 :”Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?”

 

5:18 -20: He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte. Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios. Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón.

 

8:15 -16 “Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol. Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos);

 

9:7 -10  Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios. En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza. Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol. Todo aquello de que seas capaz de hacerlo hazlo según tus fuerzas; porque en el reo de los muertos, adonde vas, no hay obra, ni recompensa, ni ciencia, ni sabiduría. (no es este mandato de implicación máxima en el hoy y aquí, en el presente, cuando Mt. 6,34 aconseja: “no os reocupéis del mañana, que el mañana ya se ocupará de él mismo?).

 

11:9 Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos.

 

¿Se nos está proponiendo el sempieterno programa hedonista?. En absoluto. El texto nos dice que la vida es un don menguante pero maravilloso y su secreto es vivir esa alegría del corazón por la vida misma. La mejor participación en “la vida” es vivir el amor de una pareja y la creación en tu trabajo. Disfrutar de ello, aquí y ahora, sin ulterior consideración porque eso es don de Dios. El disfrute, la gracia no consiste en el placer (vanidad de vanidades) sino en reconocer y disfrutar que es un don de Dios. En el círculo que nos da Cohelet (que quiere decir “reunir”, hombre de la asamblea o iglesia) lo que nos pide es visión sobrenatural.

 

Ante el el dolor, el padecimiento de injusticias, la existencia habitual de sinsentidos que hace queaborrecí la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu”, propone silencio, aceptación por lo inexplicable y misterioso de la experiencia. Pero, junto con el libro de Job, propone la valoración y aceptación de la recepción de ese don que es la vida misma, que produce alegría a pesar de todos los pesares, y que es posible alcanzarla, al menos, durante temporadas.

 

Es el único texto bíblico que menciona, como mensaje central, el trabajo. Sanjosemaría fundamentaba la vocación universal a la santidad “del, en y por del trabajo” en Mt. 5,48 (“sed perfectos como vuestro Padre celestial es pefecto”). Una cita extravagante por el contexto si quiere referirse al trabajo.

 

En su traducción de la Biblia, Lutero tradujo el pasaje de Eclesiástico, 11, 20-21 (no confundir con Eclesiastés) con la palabra “profesión” con la resonancia de un trabajo sin límites, en el sentido de una actitud vital y religiosa de dedicación a una tarea encomendada por Dios. Esa actividad debida, especializada y permanente de un hombre, la Vulgata latina la traducía como “opus”. Las Biblias de lengua inglesa a veces usan “calling” (vocación).

 

En los cuatro evangelios no se habla del trabajo. La santificación del trabajo aparece, para los religiosos, en su vertiente de monjes, por primera vez, en la regla de san Benito (ora et labora), tiene su antecedente en el mundo seglar con los terciarios fundados por San Francisco de Asís y un pleno desarrollo teológico con Calvino. El neo-calvinismo inicial de la Obra debería fundarse, por tanto, en textos del Antiguo Testamento. Curiosamente, el que más lo trata, el Eclesiastés, constituye, en la curiosa terminología de esta página, un libro silenciado. La concepción del trabajo de Eclesiastés no es la calvinista (o teóricamente opusdeista) sino la típicamente judía: una co-creación con la que disfrutar. Pero también la puramente relativa, pues muchas veces es preferible el ocio al trabajo y otras veces recomienda vivirlo con un carácter puramente instrumental (trabajemos para evitar las penurias del futuro).

 

Obviamente, Cohelet no es un texto evangélico, pero es un texto canónico. Como dice el Evangelio “en la casa del Señor hay muchas estancias” Desde luego la habitación de Cohelet es la más lejana a la habitación de la Obra. Que uno quiera encerrarse en la suya, sin aprender de otras, no es signo de sabiduría, sino más bien de empobrecimiento; pero que no se reconozcan o se excluyan otras es signo de locura. El sectarismo es un signo de locura. Y, por último señalar que el judeo-cristianismo tiene su oriente en su seno, aunque sea minoritario o haya sido mayoritariamente silenciado.

 

Muy cordialmente,

Salvador

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Publicado el Monday, 07 June 2010



 
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