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 Tus escritos: A propósito de los Legionarios.- Castalio

125. Iglesia y Opus Dei
castalio :

A propósito de los Legionarios

Castalio, 14 de mayo de 2010

 

 

Leí la interesante reflexión que nos ofrece Joseph Knecht a propósito de las semejanzas y diferencias entre J. M. Escrivá de Balaguer y Marcial Maciel. Y a ese propósito deseo hacer algunos comentarios igualmente comparativos, pero no sobre las personas sino sobre sus fundaciones.

Para empezar, los Legionarios de Cristo han dicho desde hace muchos años que su institución es “como el Opus Dei, pero no tan exigente”. En México, donde, como es sabido, nacieron el fundador y su Legión, se sabe de muchos casos en que estos se filtraron en centros del Opus para observar y copiar su modus operandi. Por ejemplo, cuentan que en una ocasión dos de ellos asistieron a la RUP (residencia de varones del opus en México, D. F.), a una plática que daría un sacerdote en la capilla. En cuanto se terminó la bendición y salieron los residentes, sacaron su flexómetro para medir largos, anchos y grosores de paredes, pisos, techos, ambones y altares. Tomaron nota de todo con el supuesto fin de reproducir un espacio similar en alguna de sus casas...



 Según se contaba en las tertulias de numerarios ellos lo hacían pensando que en las “medidas del oratorio o capilla” estaba la "clave del éxito del Opus Dei”. En fin, como ya se imaginará el lector, de ahí, los numerarios sacaban moralejas muy raras a propósito del contraste entre las “armas” de aquellos y las “nuestras”, decían ufanos. Y añadían, con su característica falta de "humildad colectiva": “Las de los otros se basan en visiones humanas (medidas y construcciones) y las del Opus Dei siempre serán las sobrenaturales, las de la oración y la mortificación como nos enseñó nuestro fundador, bla, bla, bla...”. Pero, en fin, lo importante y lo que quiero resaltar aquí es que los Legionarios, en efecto, a menudo se infiltraban en las actividades organizadas en casas de la obra para copiar, o mejor dicho para plagiar sus espacios y sus modos de conducirse, y se puede decir que lo consiguieron, pues no otra cosa que plagio es su espiritualidad, su normativa interna y buena parte de su modus operandi.

Dicen que en una carta que don Pedro Casciaro le envió a José M. Escrivá, cuando apenas estaba inspeccionando el terreno para ver si el Opus se venía a México, le comunicó que en este país “ya existía el opus o algo muy parecido”. Se refería a los Legionarios de Cristo. No sé qué tanto se parecía en esa época la Legión a la Obra, pero lo cierto es que, con el paso de los años, se le fue pareciendo más y más. Al grado que, según se decía entre los numerarios de los altos círculos de mando en la “Región”, fue don Álvaro del Portillo quien, por indicación expresa del Pontífice de Roma, le aconsejó a Maciel sobre el modo de configurar “jurídicamente” su institución.

Otro fábula que se contaba entre los “mayores de casa” (de la casa del opus) de este país, era la terrible historia del robo de documentos y del boicoteo que, desde Roma, se había fraguado contra la obra, para que ésta no fuese erigida en prelatura personal, como de hecho ocurrió en el año 1982. No recuerdo bien los detalles de la historieta que le escuché contar varias veces al cura mexicano a cuyo cargo estuvo el operativo contra  los Legionarios (“Legios”, se les llama en la Obra en México, o también “Los de ahora”, para decir que sustituyeron a los “de siempre”, es decir, a los jesuitas… en la posición del inimicus, claro está). El caso es que los hijos de Maciel, que no eran peritas en dulce por más que el padre Corcuera diga lo contrario, se encargaron de hacer una campaña en contra de la Obra, enviando a los obispos de todo el mundo información sobre ésta y sobre sus intenciones de ser “una iglesia dentro de la iglesia”, pues, convertida en prelatura personal, quedaría exenta de muchas obligaciones con respecto a las diócesis. Si bien, los Legionarios no estaban del todo equivocados, el caso es que, aunado a esa campaña de medios, extrajeron ilícitamente algunos documentos de las oficinas del Vaticano con el fin de detener los procedimientos burocráticos y jurídicos que los del Opus habían estado apurando para obtener de su amigo el papa la erección canónica de su prelatura. Se decía que todo cuanto los "Legios" habían hecho era por envidia, pues supuestamente “querían ser como nosotros” (sic).

Los astutos mexicanos, por órdenes de los altos mandos del opus en Roma, montaron el operativo para descubrir el origen del boicot y de la campaña mundial en su contra. Después de observar atentamente los indicios que les señalaron en Roma, revisaron el papel en el que se habían mandado imprimir los documentos supuestamente difamatorios y calumniosos, enviados como he dicho a los obispos y a varios miembros de la curia. Por la marca de agua del papel, dieron con una imprenta de mala muerte que, si no mal recuerdo, estaba por el oriente de la ciudad de México, en una colonia de bajo nivel social. El impresor confesó todo o parte de lo que sabía y fue así como los intrépidos numerarios mexicanos descubrieron que el origen de todo lo que se había hecho contra la fundación de su padre J. M. Escrivá, había sido orquestado por un grupo de señores (casados, tipo supernumerarios) del Regnum Christi, quienes, al parecer habían actuado siguiendo las órdenes de sus superiores en Roma (es decir, de Maciel, Corcuera & Cía), y habían mandado imprimir esa propaganda antiopus en la capital azteca.

En fin, que las relaciones entre los Legionarios y los del Opus Dei nunca han sido buenas, y no sólo eso, sino que ha habido momentos en que ha estallado la guerra entre estas dos instituciones. Esto ha sido posible y viable (desde el punto de vista táctico) debido fundamentalmente a que ambas emplean los mismos medios de intriga cortesana y áulica, de golpes bajos, de medias verdades y mentiras completas. Ambas se valen de las mismas tretas proselitistas para insinuar “la posible llamada” a cuanto joven incauto se les acerca, ambas instituciones son campeonas en la creación de atmósferas de privilegio o de una cierta conciencia gnóstica entre sus miembros, ambas, como dice Jospeh Knecht, se basan en la fundolatría, y ambas son excelentes en la construcción narrativa de su pasado mítico-heroico.

Hay algunas diferencias entre las dos instituciones. Una de ellas es el trato tan inhumano y poco evangélico que en el Opus Dei se da a los que se salen, especialmente a los que fueron numerarios por muchos años (como el que escribe). Normalmente se les abandona a su suerte, se les borra de la historia oficial y de la memoria comunitaria, y por lo general se les cierran las puertas de sus obras corporativas, es decir, se les proscribe como traidores. En cambio, en ese sentido, la Legión de Cristo es más benévola. Normalmente no abandonan a los que se salen de la institución, los ayudan, les dan empleo en sus centros de enseñanza y los apoyan incluso económicamente. Al menos es lo que he escuchado. Esto se debe, seguramente, a que los Legionarios, con todo y su “cuarto voto”, son más flexibles en todo aquello que se refiera a la conservación de su unidad institucional. El cuarto voto fue una buena ocurrencia de Maciel para ocultar sus fechorías, pero en el Opus la secrecía y la prohibición de pensar y juzgar, es algo sumamente grave y delicado. Yo diría que lo más delicado que contempla su terrible disciplina. Un numerario puede ir al cine o a una fiesta y bailar con la que sea, incluso entrar a un burdel y pasárselo bomba o cometer un fraude en su empresa (de todo se da), y se le perdonará, pero “faltar a la unidad”, eso sí que nunca le será perdonado. Y es que el opus es una complicada fraternidad cuya fuerza radica precisamente en esa unidad hermética de sus miembros, la cual se basa en la supuesta “filiación al padre” y en el silencio a rajatabla de la mente y de la lengua. 

Así pues, aunque un numerario (o numeraria) pase de panzaso el “IQ-test” o sea un auténtico border line, es suficiente con que sepa “callar y obedecer” (o que aparente que lo sabe hacer), para que pueda llegar a ser incluso director en una delegación o en una comisión (de hecho en México hay varios ejemplos), o hasta de los jerarcas en Roma. Pero que a nadie se le ocurra expresar lo aburrido y soso que le parecen las cartas mensuales “del padre”, o insinuar que el opus no marcha como una unidad de guerra “firme, compacta y segura”, porque entonces sí, ha empezado su terrible descarrío y ha cometido el peor de los crímenes y pecados: “el juicio crítico”. Que a nadie se le ocurra  ni de lejos criticar las horribles y ñoñas canciones de casa, como esa de que "pito pa´ que pites tú, y vete tú también pitando y así todos pitamos" (o algo así), porque habrá empezado su descamino, al menos en la sinuosa vereda del prestigio interno. En fin, ya me entienden, que nadie piense ni diga nada que no deba pensar ni decir. 

Creo que la Santa Sede debería continuar sus inspecciones, pero ahora con el original de la copia legionaria, es decir, con el estereotipo de los hijos de Maciel, que no es como se ha dicho, la Compañía de Jesús, sino el OPUS DEI. Urge que al igual que a su clon mexicano, se envíen inspectores, veedores o visitadores a la matriz aragonesa, para que constaten las formas tan poco cristianas en que embaucan a jóvenes metiéndolos a la inviable carrera del numerariado y de la agregaduría, es decir, del celibato sin identidad ni sentido y sin ton ni son. Que revisen la forma en que se encandunga a los jovencitos de los clubes. A mi modo de ver es urgente que se revisen sus formas salvajes de hacer proselitismo, ofreciendo ilusiones que luego no son sino decepciones profundas. Creo que es justo que si se juzgó al hijo, ahora se juzgue a la madre.

Castalio




Publicado el Friday, 14 May 2010



 
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