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 Tus escritos: Cada vez haciendo más “vida de familia” (V).- Nicanor

010. Testimonios
Nicanor :

La frase del título y los entrecomillados referirán a slogans que se recogen, ya sea en estampas, cuadros, grabados, etc., que pueden encontrarse en las casas del Opus Dei y que provienen de las vivencias y elucubraciones del Fundador o partes de textos que se leen en los escritos públicos o documentos internos del Opus Dei. Sepa el lector que algunos de los denominados “documentos internos” son de lectura para los numerarios, agregados y supernumerarios (tomos de Meditaciones, Cuadernos...) pero, la mayoría, sólo para los que “gobiernan” (dirigen) los centros de la Obra.

Durante los “círculos breves”, que son una especie de rito semanal en la que se educa a los fieles de la Obra en la espiritualidad, normas y costumbres, hay una sección titulada “examen”, obviamente de conciencia. Me llamaron la atención dos preguntas, una referente al estudio que iba por el estilo de “¿He estudiado lo suficiente sabiendo que para mi es obligación grave?”...



Ya no tenía amigos sino conocidos para acecharles y “discriminar en la oración” si podrían ser “pitables”, si llevaban esa “estrella en la frente” que les identificaba como elegidos de Dios. A mis padres y hermanos me limitaba a verlos sólo lo necesario, puesto que mi rutina se había comprimido en “el plan de vida” (normas de piedad), las clases en el centro pre de la universidad a la que iba a postular y en la “vida en familia”, vale decir: estar con los otros de mi especie en el Centro Cultural Tradiciones.

De entre mis conocidos en el Centro Pre de la Universidad no hallé a nadie digno de ir por “casa” (Centro). El empleo rutinario de estos términos como “casa”, el saludo “pax” con la correspondiente respuesta por parte del otro “in aeternum”, la invitación a participar de las “tertulias” que son reuniones en la sala de estar del Centro donde – se supone – que se habla “como en familia” pero siempre tiene que hacerse referencia al proselitismo y cuidar el tono sobrenatural de las conversaciones, ver las habitaciones con camas… todo ello iba calando en mi interior con la apariencia de estar en una “casa”, en un hogar – con sus rarezas – pero hogar al fin y al cabo.

Tras el regaño de mis padres por no haber ingresado en la primera convocatoria y la amenaza de no pisar un centro de la Obra si no ingresaba y, la exigencia en presentar los ejercicios matemáticos, geométricos, lingüísticos, etc., sumado esto a hacer de portero y conserje en la casa por ser el “recién pitado” crearon en mí un cierto “stress” que se trasformó en una jaqueca periódica que comenzó a preocupar a mis padres. Tal era la condición del “recién pitado” que, cuando me presentaron a un sacerdote español que estaba de paso, el padre Pastor, me dijo “¡Ah! Tú eres el puto adscrito. Has de saber que un adscritillo es un ser miserable”. El saludo me dejó de una pieza y molestó porque venía de un sacerdote al cual por primera vez conocía y encima tenía la rara costumbre de introducir su dedo en el ojo y ejercer presión sobre el globo ocular. A pesar de todo era un cura querido por su rareza porque otro “de casa” al salir por el pasillo y verlo se puso de rodillas, se quitó los anteojos y le suplicó: “padre Pastor, por favor introduzca usted su dedo en mi ojo”. Luego se levantó, lo tomó por la cintura – al cura – y lo alzó dándole una voltereta, mientras el cura exclamaba “¡suéltame!, ¡suéltame!”. En fin. Álvaro era conocido, no solamente por su cerebro brillante, sino también forzudo.

Trataba de estudiar lo que podía en el tiempo que me permitía todo lo antes mencionado. En las casas de la Obra hay un cuarto llamado “sala de estudio” en la que se supone que uno…estudia. Puesto que era “el puto adscrito” y mi carácter era de sonriente servicio, se agregó a mis deberes de atender puerta, teléfono, despachar el correo, pagar el periódico, abrir la puerta del garaje y ayudar a dejar colocadas las cosas para la misa. En las casas del Opus hay un “oratorio” o pequeña capilla donde está “el dueño de la casa”, el Santísimo. Este deber suele ser atendido por las numerarias auxiliares, pero el C.C. Tradiciones no tenía una “Administración Ordinaria”, lo que significa dentro del diccionario particular del Opus: no podían vivir allí las auxiliares y atender el Centro.

Aprendí con rapidez el cómo se colocaban las prendas con las que se reviste el sacerdote, preparar la disposición de las vasijas y vasos sagrados pero me costó entender lo de los tiempos litúrgicos y la selección de las lecturas. Más aún cuando me instruyeron que en “casa” se celebraban “fiestas” [ver Meditaciones  V: Fiestas del Opus Dei (I) y Meditaciones VI: Fiestas del Opus Dei (II)] clasificadas en A+, A, B y C. Para ser sinceros no sé quién inventó esta clasificación, pero se traducía como muy importante, importante, regular y añádase esta también. Cuando no aparecía una letra escrita a lápiz en un interesante librito que recoge el tipo de misa que ha de celebrarse cada día había que remitirse a lo que allí se indicaba, de lo contrario, se recurría a un archivador y se buscaba la fiesta por celebrar. Por ejemplo, si era dos de octubre, fecha fundacional del Opus Dei, la fiesta era A+, por lo tanto las lecturas no eran las que mandaban el librito mencionado, sino las que decía el archivador en la pestaña “misa de dos de octubre” y las lecturas había que marcarlas en el leccionario correspondiente y en el misal romano.

Para el lector, que no necesariamente es erudito en materias de preparar oratorios, no se apene por no entender nada de lo escrito anteriormente, sepa no más que hay dos libros que se emplean en la Misa: el leccionario para las lecturas y el misal. Bueno, el encargado del oratorio – me delegó su encargo para poder extenderse él a hacer alguna “norma” del plan de vida que se le hubiese atrasado en su cumplimiento durante el día o simplemente no aparecía a la hora indicada en que teníamos que cumplir nuestro “encargo material”. Dejaba pues ese trance para los eruditos. Al tiempo, esta persona se retiró de la Obra.

Si bien mi “encargo material” oficial – porque cada numerario ha de tener uno, supongo que con el fin de “sentir la el edificio como casa – era el de ayudante de oratorio., la verdad es que fungía de conserje y mil oficios con lo que, si hacemos la sumatoria de horas, apenas me quedaban dos o máximo tres para dedicar al desarrollo de ejercicios y prácticas del centro pre universitario con todas las distracciones del caso.

Mi padre me recogía por la noche, alrededor de las nueve y media, a veces a las diez. Probablemente uno de mis tiempos más provechosos para la “obligación grave” era el tiempo que se tomaban los residentes en cenar: sin llamadas, sin abrir puertas y ya dejaba listo el oratorio.

Llegaba a la casa de mi “familia de sangre”, saludaba a mi mamá y hermanos. José seguía yendo por el C.C.SAMA y me sentía feliz porque Tito Mavila le había propuesto ser numerario y, también, porque a Sofía, mi hermana menor, había aceptado ir a un retiro con cierto empujón de mi madre. La habían llamado de un “Centro de la Sección Femenina” tras pasarle datos en un papelito al padre Tamayo (puesto que los apostolados entre hombres y mujeres no se mezclan) y, aunque no le hacía ninguna ilusión, pero no le quedaba otra. Valga una aclaración: mi madre y padre no estaban de acuerdo con la excesiva espiritualidad de la Obra pero les era grato saber que íbamos a lugares donde había gente era “sana” y puesto que en la casa donde vivíamos quedaba en zona… no muy sana.

La casa de mis padres se ubicaba en el distrito de la Victoria colindante por unas cuantas manzanas con la residencial Matute, ampliamente conocida por asaltos, violaciones, pandillaje y otras artesanías. Por lo menos en mi barrio – mis amigos de infancia – éramos “zanahorias” (plural del adjetivo “sanos”), de los que juegan a tocar timbres y correr, etc. Obviamente todos eran hijos de padres divorciados, fumaban cigarrillo desde el vientre materno y tomaban licor a la edad del uso de razón sino antes. Mi madre – con su carácter fuerte y enérgico – nos había mantenido al margen de esas prácticas. Saber que estaba en un lugar “protegido de vicios” le otorgaba tranquilidad puesto que ambos trabajaban casi todo el día fuera de casa.

Conforme mi personalidad iba “por un plano inclinado” a ser “más ipse Christus” según la visión de “Christus” del Fundador, mi madre caería en la cuenta de su error.

Nicanor (jnwong@caplima.pe)

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Publicado el Friday, 26 March 2010



 
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