Hace poco leí un libro titulado “Lo que el tiempo no dejó atrás” y me he sentido identificada en muchos aspectos, no por lo que dejé, sino por lo que no supe, no quise o no pude. Han pasado los años y me doy cuenta de que hubiera podido de no estar sola. Nunca traicioné mis principio, como suele decirse “lo cortés no quita lo valiente” y tampoco pertenecí al grupo de los miembros que señala Choza, los que fueron atraídos por el ambiente o lo que la vocación lleva consigo sobre todo al principio.

Ese no fue mi caso, pero en definitiva entré como la mayoría de vosotros en crisis. Lo biográfico ya no era rectilíneo, sino que de repente había hecho un zig-zag. Tarde mucho, muchísimo en soltar el lastre, aunque a la vez me equivocaba una y otra vez ¿Por haber sido del Opus Dei? Hasta ahora pensaba que sí, pero el libro me ha hecho reflexionar. Me fui, pero seguí mirando de reojo al pasado. A mi favor debo decir que muchas veces no sabía por dónde tirar, pero tenía la suficiente lucidez para saber por dónde no. Eso me ha salvado, mi lucidez, no hablo de inteligencia, sino de claridad.  Y como dice el libro, al final lo que me llevé consigo es lo que no supe, en el fondo, no quise soltar. Era lo más costoso y preferí no enfrentarme a ello.

Sin embargo, y ahí termina bien la historia, como, por decirlo así, no la pringué y si bien es cierto que no tuve ayuda, la tengo ahora. Gracias a Dios por la lucidez y también porque OpusLibros y VuelaLibre me ha enseñado a tirar definitivamente lo que el tiempo no dejó atrás,