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 Correos: Sobre cómo me pescaron (II).- Nicanor

010. Testimonios
Nicanor :

SOBRE CÓMO ME PESCARON (II)
Nicanor Wong, 19 de marzo de 2010

Tuve pues una entrada magnífica en el C.C.SAMA (es un centro de agregados, vale decir, fieles del Opus Dei que viven en celibato pero que por motivos personales no pueden ser numerarios), donde mi profesor particular de matemática – Ricardo Serida – me había presentado. Gente amable, yo – chiquillo de quince años – era la mascota entre estudiantes universitarios y a mis mejores amigos de colegio les agradaba también el ambiente. Nos organizaban con el director del círculo (Martín Mares) para ir a la playa y la pasábamos fenomenal con las “guerras de arena” en la playa la Ensenada. Por otra parte recuerdo que nos dejaban hacer travesuras, inclusive nos incitaban a hacerlas, porque la ubicación del SAMA era frente a un oscuro parque – ideal para parejas románticas – y subíamos a la azotea para lanzar globos de agua...



Así trascurría la adolescencia, entre aulas de clase, estudio intenso y una de las amistades más conmovedoras de mi vida: la chica de mis sueños. Nos conocimos estudiando inglés en una Academia y quedé prendado de ella. Toda una figurita, bailarina de ballet y de de un carácter risueño, abierto y cordial. Tranzamos amistad rápidamente, formamos grupo con otros compañeros y empezamos a salir en grupo a pasarla en clubes de recreación.

Durante tiempo de exámenes en el Colegio, me invitaron a asistir a una Convivencia en Sierralta. Era una de estas convivencias que luego me enteré “de pitables”. Me conmovió que durante el trayecto rezasen el rosario, oración que – por extraño que parezca mis oraciones iban dirigidas a que esta buena moza chica aceptase mi petición de ser mi enamorada.

La verdad es que también estaba un tanto nervioso, porque el día lunes tendría que rendir examen de matemática y lenguaje. Por la noche vimos un video del Fundador del Opus y pregunté a quien tenía al lado una palabra rara que jamás había escuchado “jaculatoria”. El español Miguel Ferré se encargó de explicármela. A la mañana siguiente, el mismo Consiliario, Don José Luis López Jurado, dirigió la primera meditación: “la parábola del joven rico”. Al Consiliario ya lo había conocido en el SAMA y me pareció un hombre en olor de santidad.

Terminada la parábola, Miguel, un hombre de unos cincuenta, me llamó a pasear a solas. Fue él quien me propuso el ideal de difundir el mensaje de santidad por todo el mundo, un llamado privilegiado de Dios. La idea me entusiasmaba y sentíame orgulloso. Le dije – con alegría – que estaba dispuesto. “Un pero”, “¿cuál?”, “has de renunciar al matrimonio y es para toda la vida”. Hay un problema, le espeté, quiero estar con una chica y el lunes mismo le voy a hacer la propuesta. “Tendrás que dejarla” me dijo, “así como todas tus amistades femeninas y eso es buenísimo, porque mientras más te cueste, más valorarás tu vocación de predilección”. Para esto yo no conocía la diferencia ni entre agregados, numerarios y menos la existencia de supernumerarios. Ni siquiera sabía explicar qué era la Obra. Habían pasado tres meses desde que había conocido el SAMA.

Azorado, no pude estudiar ni una pizca. ¿Qué hacer? Tenía ya un montón de amigos del Opus y ¿a todos los iba a dejar con la expectativa de haberles fallado?, ¿todos esos ratos de oración con la indicación expresa del sacerdote de meditar el tema de la vocación varias semanas previas a la convivencia? Tomé una resolución, no se hacía la idea de pasar mi existencia sin esa chica a mi lado. Martín me llamó, junto con otro al oratorio y leímos Cuadernos Nueve, texto que recoge explícitamente que, el temor, la señal inefable de la llamada de Dios. Peor aún todo retornó a foja cero.

Me retiré apenado al jardín, oculto tras una mata. No quería desilusionar a mis amigos del SAMA y menos a Martín y al padre Rojas – mi confesor. También estaba Dios y su elección privilegiada, ¿pero ella? ¿Y si luego fallo?… “Si es verdad que Dios me llama, Él me sacará adelante”, me respondí con todo mi entusiasmo quinceañero. Obviamente, salí desaprobado en los exámenes escolares del día siguiente. Un disgusto más para mis padres.

Fui donde el director de la Convivencia y le hablé de mi resolución: “¡Quiero ser de la Obra!” (Que ni conocía en toda su magnitud, Opus Libros creo que ni existía y nunca había escuchado opiniones en contra). “Piénsalo y búscame el miércoles”. Fue así que, con todos los vacíos de a qué me estaba metiendo de por vida, me dejaron “pitar” (término empleado dentro del Opus Dei para indicar “pertenecer”) como “aspirante” (porque jurídicamente se puede ser numerario a los dieciséis años y medio) y escribir la carta al Consiliario (no al Padre, como es usual, por se aún aspirante). Me dieron las “Preces” y una breve explicación de rezarla todos los días besando el suelo en señal de sumisión a la Voluntad de Dios y la famosa frase “Pax” y la respuesta “in eternum” con la que nos saludamos todos los que éramos del Opus y, además, no decirle nada a mis padres. Mantener ocultas las preces y rezarlas igualmente en lugar solitario por la rareza de besar el suelo, hacer media hora de oración y asistir a misa diaria.

Afuera me esperaban varios agregados para saludarme con el “Pax”, de la pura emoción yo ya había olvidado el “in eternum”. Todos felices, yo también feliz, corría el 23 de noviembre de 1988 en el C.C. SAMA.

 

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Publicado el Friday, 19 March 2010



 
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