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 Tus escritos: LA INAGUANTABLE IMPOSIBILIDAD DEL OPUS DEI (II).- Canencio

070. Costumbres y Praxis
canencio :

LA INAGUANTABLE IMPOSIBILIDAD DEL OPUS DEI (II)

Canencio, 26 de febrero de 2010

 

Desde aquí quiero expresar mi agradecimiento a Mineru pues las palabras de su último comunicado me han aclarado mucho y me ayudan a sobrellevar mi rejalgar con más paciencia.

Las cosas imposibles cuando se transforman, influyen a las cosas posibles, afectan a las cosas probables y perturban a las cosas inevitables por lo que llegan a participar de lo tangible, pero ellas solas nunca suceden como un acontecer tangible inevitable. “Dum res impossibiles mutantur res probabiles etiam inevitabiles, infulciunt, affectant et perturbant quoniam partes esse tangibilium adveniunt sed numquam tangibiles inevitabiles solae eae accidunt.”

El fundador fusionó en una misma clasificación imposible a los clérigos con los laicos para influir en el mundo eclesiástico. Él mismo no se contuvo nunca de expresarlo con claridad y así lo refleja en una carta dirigida a sus coaligados “El Opus Dei, en la Iglesia de Dios, ha presentado y ha resuelto muchos problemas jurídicos y teológicos —lo digo con humildad, porque la humildad es la verdad—, que parecen sencillos cuando están solucionados: entre ellos, éste de que no haya más que una sola clase, aunque esté formada por clérigos y laicos.” Sin embargo el opus dei ,para influir en las esferas vaticanas, aplicó lamentablemente todas las propiedades clericales de modo descafeinado al mundo de los laicos, abundando en el error del clericalismo institucional en el cual se había incrustado gran parte de la Iglesia Católica de los años previos a la segunda guerra mundial...



El clericalismo institucional fue un desliz de ciertos eclesiásticos que con mucha ingenuidad identificaban a la vida clerical con el universal de todas las posibles conductas particulares santificantes; por lo cual, todas las gracias de la predestinación cristiana se derraman con más cantidad en los fieles que adoptan una vida ascética propia de clérigos. Con este pobre raciocinio propio de un catolicismo inclericalizado se puede concluir que los laicos, que no realizan ninguna tarea clerical carecen de casi todas las condiciones necesarias para alcanzar la vida eterna fuera de la gratuita misericordia de Dios.

El opus dei pretendió influir en este terrible clericalismo que padecía la Iglesia pero se quedó corto, pues solo señaló que los laicos podían ser santos si realizaban ciertos comportamientos ascéticos pseudoclericales, y de ahí surgieron sus imposibles normas y costumbres de piedad.

El opus dei, sociedad de comercio espiritual con afán de lucro santificante, pretende influir en las almas cándidas declarando que un laico católico gana definitivamente su predestinación al cielo, si se singulariza especialmente en sus actividades para contemplar racionalmente a lo divino y ejercita nuevas acciones ascéticas contemplativas, además de las que la tradición bimilenaria de la Iglesia proporciona a los seglares.

Las actividades de contemplación divina necesarias para que un laico católico alcance la salvación con sobrada suficiencia, han sido ya definidas por la Iglesia católica hace mucho tiempo; se imparten en las parroquias, se gobiernan por los obispos y son inspiradas por el Vaticano. Estas suficientes prestezas contemplativas son las únicas necesarias que coexisten equilibradamente con las actividades mundanas de los laicos y son propias de todos los fieles católicos. Estas operaciones contemplativas universales han sido inducidas, ensayadas y comprobadas con cariño afectuoso por la Iglesia romana, desde hace ya veinte siglos. Estas rutinas contemplativas son verdaderas condiciones para alcanzar el cielo, las cuales son acudir a misa los domingos y fiestas de guardar, confesarse y comulgar una vez al año, ayunar y mortificarse cuando la iglesia lo solicite y ayudar a la parroquia, al obispado y al papado en sus necesidades. Todas estas acciones están sacralizadas por sacramentos específicos que facilitan su ejecución y, fuera de estas actividades contemplativas, cualquiera otra es accesoria y es innecesaria por muy benéfica que pueda resultarle a algún católico.

La razón es la actividad propia de la mente inoperante por la cual cada humano reflexiona, y la ocupación es la acción operante propia del cuerpo, por la cual cada humano se mueve en el mundo. “Ratio propria actio mentis inoperantis propter quam homo quisque deliberat et occupatio propria actio corporis operantis propter quam quisque homo in universis movetur.” Todos los hombres deben ejercer ambas actividades pues la inmovilización de alguna de ellas desnaturaliza a la otra y perjudica a la persona. “Omnes homines ambas actiones facere debent quia aliquae inmotio naturam alterae perturbat et personam nocet.” Y es por ello que ya en las primeras reglas monacales se determinara con mucha temperancia en el “Orat et laborat” el tiempo adecuado a la ratio y la duración precisa de la occupatio.

La iglesia desde su amable y dilatada experiencia, ha sugerido con mucha delicadeza cual es el mejor balance de las acciones ocupacionales y racionales que deben ejercer los fieles según sus estados vitales. De tal manera que, por un lado, los laicos están llamados a exponer la mayor cantidad de sus actividades en una vida ocupacional, mientras que los clérigos contemplativos asientan la mayor cantidad de su vida en acciones racionales. Los clérigos parroquiales y los clérigos asistenciales establecen el peso de sus actividades racionales según el sobrante de tiempo que les deje su vida ocupacional. La particular dirección espiritual monástica que está dirigida a los clérigos y se realiza por los clérigos, es una específica ayuda accidental que reciben estos para poder ejercitar con más calidad sus redundantes especiales actividades contemplativas.

En el Opus Dei, la dirección espiritual corresponde, en primer lugar, a los Directores locales, laicos y después, a los sacerdotes de la Obra, a través de la confesión sacramental.” (Vademecum de Sacerdotes). La parte del opus dei que lleva a cabo una imposible dirección espiritual impartida por laicos y dirigida a seglares muestra como la ascética propia de los monjes de vida retirada, ha sido transformada y adaptada a los laicos mediante ciertas normas ascéticas que aportan una improbable eficacia para la contemplación de Dios y mediante ciertas costumbres que pretenden conceder un acceso ineficaz a una plena beatitud celestial en el mundo. Además, estas superfluas normas y costumbres vienen enseñadas por un fundador que se ha transformado en un supuesto verdadero padre y un presunto fidedigno maestro, desfigurando así a la inevitable realidad de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, tal como declara Jesús “Et patrem nolite vocare vobis super terram, unus enim est Pater vester, caelestis. Nec vocemini Magistri, quia Magister vester unus est, Christus.” No llaméis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos y no llaméis a otros maestros, porque el único Maestro es Cristo. Mat 23. 9-10.

Las cosas imposibles, por sí mismas, nunca están en los espacios tangibles, jamás chocan con las cosas probables ni con las cosas tangibles porque no las pueden desplazar. “Res per se impossibiles numquam in tangilibus spatiis exsistunt et cum rebus probabilibus neque inevitabilibus ne collidunt quia easdem non pellere possunt.” El fundador en su esforzado afán de mover, conmover y desplazar a sus coaligados robó con descaro los merecimientos posibles de los héroes del pasado porque su mismidad imposible no podía afectar a nada ni a nadie. Por eso distribuyó por diversos lugares del opus dei, al modo de los patricios romanos, bustos de bronce y retratos personales. Las apariciones del fundador en los interiores lugares se celebraban con una espuria solemnidad, se acompañaban del canto de “Acclamatio”, tal como se les hacía a los cónsules triunfadores en la capital latina cuando retornaban de una campaña bélica. Era muy importante que se saludara al fundador hincando la rodilla izquierda en tierra. Y bordeando los territorios de la blasfemia, el primer presidente llegó a hacerse igual que Cristo, “Hijo mío, estás en la Obra porque El te ha llamado; y el mismo que te llamó, te da ahora los medios sobrenaturales y completos para que llegues a ser Ipse Christus.

El opus dei imposible pretende hacer una transubstanciación identitaria del humilde fiel cristiano, de tal manera que la substancia quiéntica individual de cada asociado se aniquile para ser transformada en la substancia de Cristo al modo en que las especies del pan y del vino se transmutan en naturaleza completa de Cristo. Esta imposible falacia no es capaz de interpretar con cordura las palabras de San Pablo “no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí (Galat. II, 20).” Aquí la substancia quiéntica del individuo queda intacta y ciertas partes accidentales de Cristo se incrustan en el modo de vivir de la persona la cual se siente gratamente influida por la Divinidad. Cavilar lo contrario es un pensamiento delirante pues, entre otras muchas cosas, Cristo ab initio et antea saecula se viene incrustando en cada ser humano y esa es la razón radical por la que llegamos a ser semejantes a Dios no iguales y ese es el fundamento por el que Cristo se siente bien tratado por sus hermanos cuando sus múltiples modos humanos de incrustarse en cada individuo son confortados por un prójimo. “Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogiste.” Mat 25.-35. Cualquier identificación substancial con Cristo es inapropiada e imposible. Las cosas imposibles necesitan transformarse para que puedan ser partes transmutadas las cuales intervengan en un encuentro con las cosas probables y con las cosas tangibles. “Res impossibiles mutari egent ut mutatae potentes pars quae in occurso cum rebus probabilibus tangibilibusque interveniant.”

La realidad del opus dei imposible influye en sus miembros desnaturalizándolos, sus almas se van inmovilizando mientras sus cuerpos se artifician hasta que son presas de graves enfermedades psicosomáticas. La influencia de lo imposible del opus dei en la genuina naturaleza humana de un asociado, hace que su individualidad se vaya desprendiendo de la legítima curiosidad intelectiva por las cosas naturales, hace que su voluntad reprima su natural libre albedrío y hace que la memoria contenga sus naturales recuerdos. Las personas admitidas en el opus dei se despersonalizan pues sus buenas naturalezas humanas probables, al contacto con lo imposible, se van deshumanizando hasta que acaban inevitablemente siendo unos seres desalmados absolutamente despersonalizados.

Hace ya unos días pude presenciar con mucha pena en una consulta médica a un provecto sacerdote ya mayor del opus dei. Estaba solo pleno de soledad sin ningún acompañamiento, era un amasijo de sentimientos desacompasados que fluían de un cuerpo autoagredido, solo emitía unas consignas intelectuales ininteligibles y relataba unos sucesos extravagantes increíbles. Todas estas cosas las escuché mientras veía la mucha tristeza que destilaba.

El opus dei, desde sus inicios, ya venía transformado como una máquina rejalgante que, cuando admite e integra a sus socios, los convierte en naturalezas imposibles. Los despersonaliza y posteriormente, si no perseveran, no sólo los castiga con cierta maledicencia sino que también les impone la tortura de una inevitable reconversión humana a quien no debió introducirse en esta organización imposible.

Un asociado cuando decide salir al mundo posible, comprueba que ha sido desnaturalizado, se le ha convertido en un individuo inconsistente pleno de una desnaturaleza subhumana imposible. La mixtura de las ocupaciones inenlazables que ha realizado durante años en el opus dei, ha destruido la buena probable naturaleza de su alma la cual se ha acostumbrado a vivir en ciertos espacios imposibles extravagantes extramundanos y, cuando este individuo salta a la realidad, siente que se ha caído sin salvavidas a un mar desconocido. Pero ese océano inmenso está lleno de las buenas naturalezas del mundo y el Buen Dios no permite que sus creaturas se extravíen en el nuevo universo de las naturalezas felices, pues con toda seguridad fue la Providencia Divina quien le extrajo del imposible mundo del opus dei.

Las cosas imposibles pueden ser pensadas con acierto o equivocadamente. “Res impossibiles rectas vel ancipites cogitari possunt.” Opus diaboli. Si las cosas imposibles no se observan y se inducen por un método apropiado, si no se razonan y se deducen con una lógica apropiada y no se comprueban; entonces el pensamiento sobre las cosas imposibles es erróneo y confunde a las cosas imposibles con las posibles o con las probables o con las inevitables. “Si impossibilia non ab apto methodo observantur et inducuntur si non ab apta logica argumentantur et deducuntur nisi comprobantur tunc rerum impossibilium cogitatio anceps et eaedem cum possibilibus, probabilibus et inevitabilibus confunduntur.”

En la España de la primera mitad del siglo XX, palpitaba en algunas zonas eclesiásticas un gran clericalismo acompañado de una manifiesta hipocresía religiosa y, ciertos clérigos, mostraban una falta de rectitud de intención católica, tal sería el caso del canónigo arcediano Albás de Zaragoza que, desposeído de toda caridad, maltrató a las claras a su hermana y al propio futuro autor del opus dei. Este dato palmario muestra que por aquellos tiempos, cierta parte de la Iglesia española sufriera algo de confusión ideológica derivada de la disonancia que se vivía entre la doctrina cristiana y cierta práctica defectuosa. El fundador del opus dei en aquellos días no veía claro su proyecto vital, no sabía como encajarse en una iglesia que percibía como agresora de su personalidad, por eso incansablemente, con una seria disposición a la meditación espiritual, invocaba “Domine ut videam, Domina ut videam, Domine ut sit, Domina ut sit”, necesitaba ver su proyecto vital, necesitaba acometer un camino de vida que le redimiese y que le condujera a la salvación.

Uno de los modos escogidos para salir del ahogamiento anímico que padecía el sobrino del canónigo arcediano de Zaragoza, debido a la hipocresía de cierto entorno clerical en el que vivía, era identificar al buen pensamiento de un proyecto vital perfecto con la existencia real de esa senda vivencial hacia la santidad, por lo que el fundador del opus dei aspiraba a encontrar una nueva organización religiosa con la que él se pudiera alojar cómodamente en la Iglesia, pues ello le haría respirar en paz, pues ello le liberaría de sus terribles sufrimientos. Y como su búsqueda no tenía éxito se esforzó en argüir intelectualmente el modo en que los fieles corrientes pudieran acceder a la santidad sin pasar por las arduas obligaciones clericales o las hipocresías de una iglesia no muy coherente en sus prácticas.

Pero, al contrario que sucediera en los tiempos previos a la primera guerra mundial, cuando Sor Lucia y los pequeños pastores de Fátima acudieron con prontitud infantil a la Iglesia para difundir sus experiencias enriquecedoras con Santa María, él presunto receptor del mensaje del opus dei acudió a un laxo director espiritual, no se asistió al inicio de sólidas instituciones eclesiásticas donde pudiera proclamar su contacto con la divinidad, porque quizás desde su sólida honradez cristiana no tenía claro cual era la naturaleza real de su experiencia mística. Sin embargo, ante esa constante duda, no supo abstenerse de crear su invento, acaso porque fuera jaleado por incitadores eclesiásticos ingenuos. El opus dei no se vio aleteante en el mundo inevitable, fue una cosa presumida por el fundador bajo una imprecisa intuición divina el dos de octubre de 1928. El fundador del opus dei conforme se llevaba a cabo su invento, indujo que la inclusión en el mundo católico de su organización fallaba seriamente, por eso lo innovó con varias refundaciones.

Al principio, los primeros admitidos se le escapaban de las manos como anguilas resbaladizas y el fundador intuyó de nuevo que aquello sucedía porque no había ni mujeres, ni sacerdotes y es por ello que ciertas posteriores fundaciones dieron cabida a estos grupos. Sin embargo, a pesar de inventar el instituto secular como una nueva forma asociativa eclesiástica, no quedó satisfecho y siguió buscando nuevas adaptaciones canónicas, pues no era tonto y veía que eran muchos los cristianos de buena voluntad que no podían perseverar ahí dentro, pues a lo largo de la historia del opus dei se puede comprobar como un hecho palmario que siempre dos tercios de las personas que solicitan la admisión no consiguen perseverar.

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Publicado el Friday, 26 February 2010



 
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