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 Tus escritos: Lo que queda del día (II).- Jacinto Choza

010. Testimonios
Jacinto Choza :

Lo queda del día (II)

Jacinto Choza, 24 de febrero de 2010

 

            Me siento en la necesidad de añadir algunos comentarios al texto “Lo que queda del día”, en relación con lo que habéis escrito en la web y con los mensajes que me habéis enviado a mi directamente en relación con él. Quiero agradecer a Ana Azanza sus comentarios amables, a todos vuestros elogios, y a algunos vuestras preguntas que paso a contestar ahora.

 

Lo que queda del día

            Además de la novela "Lo que queda del día", otras obras literarias que me ayudaron a entender la Obra y mi situación en ella fueron "1984" de Georges Orwell, la película "La confesión" ("La veuve", de Ives Montand y Simonne Signoret, en la que se relata la expulsión de ambos del Partido Comunista francés) y, sobre todo, "Archipiélago Gulag" de Alexander Soltzenistchin. En esta novela se expone la vida en un mundo dominado por el derecho_ficción, sobredeterminado por una serie de reglamentaciones tan abundantes y minuciosas que resultan imposibles de aplicar y de cumplir, y que se aplican aleatoriamente.

            Además de estas obras, Kafka era un autor en cuyos textos yo encontraba una expresión adecuada de lo que era la vida en el Opus Dei a partir de los 70. En otra perspectiva, la obra artística de Dalí también expresaba lo mismo desde mi perspectiva. Porque Dalí había convertido todo lo natural, como el cuerpo humano, las plantas o los animales, en cosas artificiales con engranajes, ruedas, y poleas, y había convertido todo lo artificial en natural, había convertidos los relojes en medusas, los cubiertos en amebas y los sofás en labios femeninos. Para mí Dalí era la apoteosis de la desnaturalización, de lo que encontraba sobremanera repugnante, y yo me sentí vivir en un universo daliniano.

            También le fui cogiendo un cariño y admiración creciente a Admusen el explorador de los Polos, que murió cuando fue a rescatar a otro explorador de su equipo que había iniciado una expedición muy arriesgada. Me sentía como el explorador que buscaba el paso del noroeste y que murió entre los hielos sin encontrarlo.

            Por lo que se refiere a la cuestión de qué ocurre cuando uno se da cuenta de que la empresa  por la que trabaja es malvada, quiero y debo precisar, que lo que en un determinado momento empieza a mostrarse como algo ilegítimo y malvado no es la empresa en la que trabajábamos, sino la cúpula directiva de esa empresa, al asumir y apoyar la contradicción creciente entre la ambición de poder del fundador y la idea del Opus Dei como asociación de fieles, como instituto secular, o como entidad con cualquier otra figura jurídica, que podía haber sido legítima...



 Lo que Retegui y yo no podíamos creer hace 10 años

            Lo que Retegui y yo no podíamos creer hace 10 años es que nosotros dos, y otros muchos fieles de la Prelatura, pudiéramos haber tenido una idea legitimable de la institución, mientras que el triunvirato de fundadores no estaba dispuesto a aceptar ninguna idea que no les diera a ellos un poder soberano dentro de la Iglesia.

            No éramos capaces de aceptar que, si había carisma en algún sitio, era en nosotros, los fieles de la prelatura llegados a la segunda y tercera hora, pero no en el triunvirato de fundadores, que adoptaban y definían instrumentalmente un carisma u otro según convenía más a sus aspiraciones de poder (poder que, por supuesto, solamente se quería para salvar a la iglesia)   

 

Las aportaciones de historiadores y canonistas desde 2007

            Tras las observaciones de algunos lectores de opuslibros y el repaso de algunos documentos, debo precisar que las observaciones de José Ignacio Arrieta no fueron dirigidas a Del Portillo, sino a Echevarría, y que los mencionados decretos son emanados por Echevarría precisamente a raíz del reproche de José Ignacio. Con esto Echevarría sancionaba la ilegalidad perpetrada por del Portillo en 1982 y 1983 cuando obligó a todos los socios a profesar los tres votos y cuando aceptó para la Obra la figura de Prelatura Personal, implicando ello que la institución sería una asociación de sacerdotes tal como quedaba definida en el código que se promulgó en 1983.

            En segundo lugar, debo precisar que la pretensión de Escrivá y del Portillo no era constituir la Obra como iglesia particular y tampoco como diócesis personal, sino como un análogo de ambas, de manera que tuviera todas las prerrogativas de ellas pero sin depender tanto de la curia romana. Es decir, lo que Escrivá quería para esta "partecica de Iglesia", según esa expresión suya que recoge el teólogo de la Prelatura Pedro Rodríguez, era un poder eclesiástico absoluto con una dependencia de Roma mínima, como la de las iglesias particulares.

 

Por qué queríamos así al padre

            Escrivá era una persona a la que llegó a costarme diferenciar del mismo Cristo. Durante los diez años que viví en Pamplona cerca de la Clínica Universitaria, y durante los cuales me tocó atender a enfermos de “los primeros de casa” y hablar a fondo con ellos, como Hernández de Garnica, Rodríguez Casado y Fernández Vallespín, entre otros, indagué bastante sobre “Quien es” o “quién era el padre” haciéndoles preguntas al respecto. El programa que se nos proponía de ser “alter Christus” y mejor aún “Ipse Christus”, él lo había realizado de un modo para pensar el cual a mi me faltaban herramientas conceptuales, y por eso acaba en perplejidad, porque cuando les pregunté si el Padre era una persona humana como ellos y como yo, me respondían que sí rotundamente.

            Por otra parte, creo que, en efecto, también en nosotros el programa de santidad que teníamos que seguir fomentaba el narcisismo, sobre todo en los numerarios. Éramos los aristócratas del amor en el mundo, la aristocracia de la inteligencia, habíamos sido elegidos por Dios desde toda la eternidad, teníamos una piedra blanca, etc., en el cielo juzgaríamos a no sé cuantas personas, habíamos conocido a un fundador que era más que muchos obispos y papas, éramos cofundadores, y muchas cosas más.

 

Las cinco clases de socios

            Identificarse con la idea de la Obra o con la tarea encomendada, era y es una defensa frente a la crítica que venía de fuera o que se insinuaba en nuestras conciencias, y que nos podía hacer aparecer como ilegítima la obediencia a unas directrices que nos parecían contrarias al espíritu, porque se introducían con la cláusula “esto no es de nuestro espíritu, pero...”.

            La defensa podía y puede realizarse porque uno en su buena fe y en su creencia de que la fidelidad es la más alta virtud, enlazaba directamente con Dios su idea o su tarea, enlace que, efectivamente, venía y viene permitido por la idea y por la tarea.

            Los socios de tipo 1 son los que tienen más responsabilidad en el desarrollo de esa contradicción entre los reglamentos y praxis internas y el carisma tal y como se definía en los diversos momentos. A ellos es a quienes más se aplica lo que dije en los escritos "La inocencia de los directores del Opus Dei", "De la Inocencia a la mala fe" y  "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral".

            Ellos son los que tendrían más legitimidad política y legal para resolver la contradicción mediante un Congreso general que se celebrara “en espíritu y en verdad”, y “en justicia y en caridad”, pero son los más atrapados moralmente en la cobardía y la injusticia y los más atrapados intelectualmente en la mentira.  

 

Por qué en la Iglesia y en la Obra nadie ha defendido a los fieles de la prelatura del fundador y de su equipo.

            En realidad, cuando la Iglesia se ha defendido de Escrivá, defendía también de él a sus fieles. Así ocurrió con Pio XII, que siempre receló de Escrivá y evitó todas las concesiones que solicitaba. Así ha ocurrido con Pablo VI en los mismos términos, y de modo más explícito al defender a Raimon Panikkar frente a Escrivá.

            Cuando en 1965, después de un programa de televisión en la RAI en que aparecía Panikkar hablando de las semejanzas entre el cristianismo y el hinduismo, Escrivá nos contó en una tertulia en el Colegio Romano, que fue a ver al Papa para pedirle la reducción al estado laical de Panikkar porque confundía a los fieles hablándoles de hinduismo y cristianismo. Como me contó Panikkar 24 años más tarde, Pablo VI le contestó a Escrivá: Panikkar no causa ningún problema a la Iglesia. Si les causa problema a ustedes arréglenlo entre ustedes, pero no apelen a la Iglesia porque para la Iglesia él no es ningún problema.

            Entiendo que Benedicto XVI ha protegido de alguna manera a Juan Ignacio Arrieta promoviéndolo al episcopado, después de sus recriminaciones a Echeverría.

            En relación con lo que dije en el escrito anterior, tengo que matizar que ha habido y hay obispos que sí han defendido a sus fieles de la voracidad y de las ilegalidades de la Prelatura, y que entre ellos merece destacarse al cardenal Hume de Londres, cuando dirigió a sus fieles y a la prelatura la carta que recoge Carmen Tapia en su libro “Tras el umbral. Una vida en el Opus Dei”, Ediciones B, Barcelona, 1992. Junto al cardenal Hume ha habido y hay otros obispos de otros países, algunos también españoles, y teólogos de diversos países europeos, que también han adoptado la actitud de defensa de los fieles frente a las pretensiones de Escrivá y de la Prelatura. 

  

Responsabilidad de los directores de la prelatura.

            Los socios de tipo 1) son los más atrapados moralmente en la cobardía y la injusticia y los más atrapados intelectualmente en la mentira. Pero a ellos les corresponde en primer lugar la responsabilidad de reparar el daño causado a tantos fieles corrientes que se acercaron a la prelatura con buena fe, y se integraron en ella a través de la coacción moral con que se ejercía el proselitismo. En segundo lugar esa responsabilidad le corresponde a los socios de tipo 2) y 4) que ocupan cargos directivos del nivel que sea, porque pueden oponer una resistencia a las directrices de los socios tipo 1) a beneficio de la recomposición mental, moral, intelectual, laboral y económica de los socios de a pie.

            Especialmente canallesco y repulsivo resulta el dispositivo por el cual se les enseña a todos los socios que tienen un derecho de apelación directa al Padre, el cual les creerá más que a cien notarios. Este dispositivo genera en los socios unas expectativas, una fe, una esperanza y un amor al Padre, que les hace aguantar hasta que no pueden más y hasta destruirse psíquicamente, unas arbitrariedades de las que piensan se libraran cuando ejerzan su derecho de apelación.

            Los directores todos saben que tal derecho es falso, que las arbitrariedades emanan directamente del prelado, y que el ejercicio del derecho de apelación lleva a la estigmatización y marginación del que lo ejerce. Pero difícilmente o mejor, en ningún caso, se inclinan más hacia el lado de la verdad y la justicia que hacia el lado de la sumisión al poder superior.

            A todos conjuntamente corresponde la responsabilidad de plantearse la pregunta “¿Qué es el Opus Dei? ¿Qué quiere ser el Opus Dei? ¿Para qué quiere ser eso el Opus Dei? y ¿Qué función y qué papel puede y debe desempeñar el Opus Dei dentro de la Iglesia, dentro del Derecho de la Iglesia?

            Porque es posible que esa pregunta no se haya hecho nunca en serio y no se haya respondido en serio. Es posible que el libro “EL ITINERARIO JURIDICO DEL OPUS DEI. Historia y Defensa de un Carisma” (EUNSA, Pamplona, 1990) hable de una idea de la institución que el código de 1983 frustró y nunca fue intentada realmente ni por Escrivá ni por del Portillo ni por Echevarría.

 

Responsabilidad de los mandatarios eclesiásticos

            ¿Cuánta es la responsabilidad de la Iglesia sobre lo que sabe, sobre lo que no sabe, sobre lo que duda? ¿Cuánta es su responsabilidad sobre los escándalos y abusos sexuales de clérigos en diócesis americanas o irlandesas, o de cualquier sitio? ¿Cuánta es su responsabilidad en la aceptación de limosnas y donaciones de capital cuyo origen no puede ser determinado? ¿No ha sido siempre una forma de redención de pecados la limosna y la donación a las causas santas de bienes muebles e inmuebles obtenidos por procedimientos dudosos?

            ¿Cuánta es la responsabilidad y la obligación de la prelatura en la investigación del origen del dinero que recibe? ¿Y si lo recibe mediante la extorsión que ejerce sobre sus socios, tiene la Iglesia el deber de sospechar de esos  fondos siempre? ¿Deberían  tener la Iglesia y la Obra un protocolo que asegure de algún modo la trasparencia del origen de los fondos que reciben?

            El modo en que los fondos aportados por el Opus Dei han contribuido a la construcción de la catedral de Madrid, o a tapar el agujero del Banco Ambrosiano, y el modo en que la iglesia pueda haber agradecido esas aportaciones, ¿tiene relevancia en orden a admitir o no el carácter divino de la institución misma de la Iglesia? Ya antes dije que no y ahora vuelvo a insistir en que no. Tiene relevancia, como dije antes y repito ahora, en orden a revisar lo que para cada uno significa "institución divina de la iglesia", revisión que estimo puede y debe hacerse en la línea de lo que han escrito EBE sobre "La Iglesia, El Opus Dei y Opus libros" y Gervasio en su "Carta abierta a atomito". Agradezco y suscribo plenamente ambos escritos.

 

Qué pinta Dios en esto

            Pero, ¿por qué ha permitido Dios que me engañe tanto?, ¿por qué me ha dejado extraviarme tanto, y precisamente en su nombre? ¿Por qué me ha dejado perder 30 años de mi vida?

            Si alguien pierde 30 años de su vida luchando por el engrandecimiento de la raza aria o por la abolición de las clases sociales, y luego se encuentra con nada… bien empleado le está porque esos ideales son injustos, imposibles, antinaturales, falsos, y todos los etc. que se les quiera añadir… Pero Dios… Dios es verdadero y su doctrina también. Dios existe y por lo tanto no debería permitir que nadie instrumentalice su nombre y su doctrina. Por tanto, toda persona que actúe en nombre de Dios debería tener el apoyo inmediato de Dios, y la garantía de que no va a engañarse ni engañar a los demás.

            O sea, todo el que actúe en nombre de Dios debería gozar de infalibilidad en sus teorías y de indefectibilidad en sus obras. Probablemente eso creía el triunvirato fundador del Opus Dei, pero creer eso equivale a creer que los humanos que proclamen mucho el nombre de Dios se convierten por eso mismo en sobrehumanos.

            En fin, para quien tenga estos sentimientos y estos pensamientos, entre los cuales quizá yo me he encontrado durante algún tiempo, la tarea importante es revisar su idea de Dios y su fe en Dios.

            La idea de Dios que cada uno tiene puede jugarle a uno malas pasadas, porque aunque Dios exista, la idea de Dios que tiene cada uno puede no existir, y puede tener muy poco parecido con el Dios realmente existente.

            ¿Y eso cómo se sabe? Los filósofos han dedicado mucho trabajo a aclararlo. Uno de ellos, Benito Spinoza, llegó a sostener que todo lo que sucede emana inmediatamente de la voluntad de Dios y se identifica con Dios mismo. Esta teoría filosófica concuerda con la creencia expresada en el dicho popular "estaba de Dios", "Dios lo ha querido", según la cual lo que pasa es lo que Dios quiere, o lo que es igual, Dios es lo que pasa.

            Uno de los beneficios de mi salida de la Obra fue entender mejor que la relación entre Dios y lo que pasa es mucho más enigmática e incomprensible de lo que pensaba. Yo creía ya de antes que Dios no se mete en esas cosas y esos líos de los concilios, el gobierno de la Iglesia, la disciplina de los sacramentos, etc… Pero que quizá estaba un poco al tanto. Cada vez creo más que a Dios eso le da lo mismo.

            Y cada vez creo más que ese espacio entre lo que sucede y Dios es el espacio del enigma y de la fe. El terreno donde se juega la fe de cada uno, lo que uno puede y lo que no puede aceptar de Dios, de Cristo y de la Iglesia.

            ¿Qué es lo que pinta Dios en todo esto? No lo sé. Pero la verdad es que no me he enfadado con él. Bueno, en algunos momentos sí, un poco. 

 

Lo que yo puedo sacar de esto

            Como yo no creo que Dios es lo que pasa, y además no sé qué relación hay entre Dios y lo que pasa, no creo que todo lo que pasa es el pretexto para sacar mayores bienes, es decir, no creo en la teodicea. No creo que de las mayores desgracias puedan obtenerse los mayores bienes. No me creo que la redención tuviera que realizarse necesariamente a través del sufrimiento, ni me creo que el holocausto del pueblo elegido ni la muerte de Antonio Petit sean requisitos para algo muy excepcional, según los razonamientos humanos. La razón humana no da para tanto, no da para calcular un mal muy tremendo del que resulte un bien mucho mayor, porque los males tremendos rompen el proceso racional y la razón misma, y lo que queda es la locura. A lo mejor Dios es inmune a la locura y es capaz de moverse por esos escenarios, pero yo no.

            Hay un antropólogo famoso, Clifford Geertz, fallecido hace pocos años, que sostiene  que esa es la idea más adecuada y más universal de Dios, la de un ser al que se supone capaz de encontrar sentido en los abismos más hondos de lo absurdo. En efecto, así puede comprobarse en las plegarias que todos los hombres de todas las culturas dirigen al ser supremo en las situaciones límites. Según Geertz, lo que todas las religiones comparten es el dogma, relativamente modesto, de que Dios no está completamente loco.

            Si uno ha dedicado su vida al engrandecimiento de la raza aria o a la abolición de la propiedad privada, está bien que al final se queden sin nada, pero si uno la ha dedicado a Dios,... no es justo que se quede sin nada... ¿Por qué es injusto? ¿Por qué se queda sin nada?

            A lo mejor los que se embarcan en esas aventuras aprenden un idioma nuevo, o varios, aprenden interpretaciones de la historia o de los dogmas, aprenden muchas formas de hacer bien a los hombres, aunque sean ajenas a las intenciones de sus jefes, aprenden a  ser abnegados, valientes, disciplinados... A lo mejor encuentran compañeros excepcionales por su calidad humana, a lo mejor pasan hambre, a lo mejor aprenden a vivir para los demás gracias a esas ideas, aunque no fuera creída muy en serio por quienes las predicaban. 

            Hay gente capaz de sostenerle la mirada a los abismos de lo absurdo, y por hacerlo dicen cosas asombrosas, que nos pueden dejar admirados a los demás. Eso me pasa, cuando leo el poema "Espera, no te salves" de Mario Bedetti, y cuando leo el poema  "Oh, di, poeta, ¿qué haces tú?" de Rilke. Cuando los leo comprendo mejor eso que se repite en los primeros capítulos del Génesis "y vió Dios que era bueno, muy bueno, lo que había hecho",

 

"No te quedes inmóvil

al borde del camino

no congeles el júbilo

no quieras con desgana

no te salves ahora

ni nunca

no te salves

no te llenes de calma

no reserves del mundo

sólo un rincón tranquilo

no dejes caer los párpados

pesados como juicios

no te quedes sin labios

no te duermas sin sueño

no te pienses sin sangre

no te juzgues sin tiempo

pero si

pese a todo

no puedes evitarlo

y congelas el júbilo

y quieres con desgana

y te salvas ahora

y te llenas de calma

y reservas del mundo

sólo un rincón tranquilo

y dejas caer los párpados

pesados como juicios

y te secas sin labios

y te duermes sin sueño

y te piensas sin sangre

y te juzgas sin tiempo

y te quedas inmóvil

al borde del camino

y te salvas

entonces

no te quedes conmigo.

 

Mario Benedetti,  "Poemas del Alma"

 

            "Oh, di, poeta, ¿qué haces tú?   Yo alabo.

            Pero lo mortal, lo monstruoso, ¿cómo

            lo asumes en ti, cómo lo asimilas?   Yo alabo.

           Pero lo que no tiene ningún nombre

            ¿Cómo puedes llamarlo tú, poeta?   Yo alabo.

            ¿Por qué tienes derecho en toda máscara,

            en todos los disfraces a ser verdad?   Yo alabo.

            ¿Por qué lo silencioso y lo fogoso

            como estrella y tormenta te ven?   Porque yo alabo".

                                    (Para Leonie Zacharias) 

            ( R. M. Rilke, De las poesías dispersas o inéditas, segunda parte, en Obras, ed. de J.M. Valverde, Plaza y Janés, Barcelona, 1977)

 

            Benedetti y Rilke no son poetas considerados creyentes ortodoxos, fieles de ninguna iglesia oficial, ni por los demás ni por ellos mismos. Pero la actitud que muestran en estos poemas me parece que bosquejan un tipo de relación entre Dios y lo que pasa que permiten llegar a tener fe en Dios.

 

Jacinto Choza

 

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Publicado el Wednesday, 24 February 2010



 
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