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 Correos: No hay divorcio, pero sí nulidad.- gomez

078. Supernumerarios_as
gomez :

Hola, Gallo.

Viniste por lana, y saliste trasquilado.

Te han dado más de un tirón de orejas.

Yo no soy canonista, ni mucho menos, pero tengo las experiencia de la nulidad de mi matrimonio, por si te sirve. Fui numerario doce años, me salí, me ennovié, me casé por la Iglesia. Tuve dos hijos. Me separé, y hablé con un matrimonio de ex numerarios que tienen (o tenían en esa época) un curioso servicio para parejas en conflicto. Lo primero que intentaban era reconciliarlos, pero si definitivamente el amor no renacía y el matrimonio no funcionaba, asesoraban a la pareja para conseguir la nulidad, que gestionaban ante el Tribunal Eclesiástico...



Para un católico, como ya te lo han dicho en este sitio, no existe el divorcio, pero existe la nulidad, que es, en palabras de un profano (como yo), establecer que nunca hubo matrimonio. No importa que en la práctica sí lo haya habido, con amor, con hijos y todo. De lo que se trata es de establecer que en el momento en que se dio el sí ante el sacerdote faltaba alguna condición en alguno de los contrayentes. La causal más socorrida es la inmadurez. El abogado canonista debe establecer que uno de los contrayentes era inmaduro para asumir semejante responsabilidad como es el matrimonio.

El procedimiento es más o menos así: el canonista o un asesor (sicólogo o siquiatra) hace el cuadro siquiátrico de la persona. En mi caso, por ejemplo, se estableció un cuadro de obsesivo. Yo era obsesivo (y sin duda sigo siéndolo). Cuando el abogado me dijo que había decidido plantearle así el asunto al Tribunal, yo me molesté muchísimo, pues no quería admitir que yo fuera el culpable, y que me declararan inmaduro, cuando yo era la persona más madura que conocía, con una carrera profesional y estudios serios de filosofía y teología, aparte de una vida llena de actitudes maduras, incluso precoces, como pertenecer a consejos locales, llevar charlas, sacar adelante apostolados difíciles, etc.

El canonista me explicó que mi cuadro de inmadurez era el de obsesivo, y cuando me lo leyó, me pareció perfecto. Le dije: "yo soy así". Finalmente, lo que me interesaba era que se declarara nulo el matrimonio. Hubo una parte medio divertida, medio aburrida, que fue el peritazgo del siquiatra. El hombre me oyó con paciencia, para corroborar el diagnóstico, y eso fue liberador, pero llegó un momento en el que abusó, pues parece que quería hacer algún trabajo de investigación conmigo, algo que creo que se llama sicoanálisis, acaso para su tesis doctoral o qué sé yo. Cuando me aburrí de tanta preguntadera, le dije que ya estaba bien, que le pagaba su peritazgo y que mandara de una vez por todas el informe al Tribunal y me dejara en paz.

No hubo que hacer nada más. Esperar a que el Tribunal se pronunciara, y en efecto lo hizo varios meses después. Declaró nulo mi matrimonio, y quedé libre, a la vez que dejaba libre a mi ex esposa (o a quien canónicamente nunca lo fue) para que contrajera matrimonio, si quería. Por mi parte, pasé muchos años sin intentar un nuevo matrimonio, y cuando quise hacerlo me choqué con que el cuadro siquiátrico de la nulidad había sido tan perfecto y contundente, que yo estaba vetado para un nuevo matrimonio.

Así que tuve que ir de nuevo al Tribunal, entrevistarme con un cura con cara de palo, que preguntaba intimidades y anotaba datos sin apenas perturbarse. Y soportar que me exigiera un tratamiento sicológico, para levantarme el veto. Otro disgusto. Si yo soy una persona bastante equilibrada, pensaba. Más de lo que suelen serlo mis iguales. Pero, ¡bendito sea Dios!, será ir a donde el sicólogo. Afortunadamente pude escoger a mi sicólogo, a quien ya conocía por alguna consulta sobre depresión, después de que la selección de fútbol de mi país fue eliminada de un  Mundial. El sicólogo me hizo todo tipo de tests y de ejercicios y terapias, para cumplir con el Tribunal, pues bien sabía él que yo no tenía más desequilibros mentales que los que tiene cualquier persona normal de la nuestra sociedad. 

Llevé el certificado de mi tratamiento y el diagnóstico solicitado, y me levantaron el veto. Ahora ya me podía casar por la Iglesia.

El procedimiento puede ser engorroso y lento, pero existe, y es bueno que tengas en cuenta esta salida. Nadie está obligado a ser infeliz por el resto de su vida. La Iglesia lo sabe, y por eso tiene este recurso. Entre otras cosas, en muchos países hay canonistas del Opus Dei que tienen esta actividad de las nulidades como su trabajo profesional. Hay más de un supernumerario al que le han arreglado la vida, consiguiéndole la nulidad del matrimonio con una persona que quizá no entiende la vocación al Opus Dei, para que se pueda casar con alguien que sí entienda su entrega, por ejemplo, otro supernumerario(a).

Todo lo que te digo aquí te lo digo desde mi experiencia, y no desde las teorías del Derecho Canónico o de la Teología Moral, pues de eso ya tienes bastante con las respuestas que te han dado. Para un católico común y corriente las cosas son así. Uno no se entiende con su pareja, se separa de ella, y si quiere arreglar las cosas ante la Iglesia, en su condición de católico, puede acudir a este sistema.

Es muy parecido a lo que se hace cuando un sacerdote quiere casarse. Tiene varios caminos, que incluyen llevar una doble vida (bastante frecuente), pasarse a la Iglesia Anglicana (caso de Alberto Cutié, de Miami, supercomentado en los medios informativos en el 2009), o pedir la dispensa del ministerio y ser reducido al estado laical. Nunca deja de ser sacerdote jurídicamente, pero en la vida real será lo que decida (profesor de filosofía en bachillerato) y tendrá, con total tranquilidad ante Dios y ante la sociedad, una esposa y unos hijos, con quienes será feliz.

Abro mi paraguas para aguantar la andanada de críticas que me lloverán, pero tú tranquilo que lo que te digo es así.

Un abrazo,

Gómez




Publicado el Wednesday, 03 February 2010



 
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