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 Tus escritos: La madre de sangre.- (Cap.2 de 'El buen pastor').- Nacho

010. Testimonios
Nacho :


La madre de sangre

Cap.2 de 'El buen pastor'
Enviado por Nacho el 6/5/2004

Dije adiós a la obra después de casi 34 años. De 1981 a 2000 estuve cuidando a mi madre de sangre, alternando mi trabajo profesional con el cuidado de ella y llevar un grupo de supernumerarios, la mayor parte de los cuales eran mayores de 70 años. Estaba muy contento, pero en los últimos años mi dedicación e ELLA (mi madre de sangre) se puso muy difícil, al tener más de 82 años y necesitar de mi calor y compañía. Por ello, pedí que me libraran de la atención a esos "hermanos" para poderme dedicar a la persona que me trajo al mundo, que falta le hacía. Sin embargo, paso a detallar lo que sucedió. Fueron las últimas gotas que llenaron el vaso de algo que llevaba diez años pensando...


Pues bien, el primer año que lo planteé me dejaron el encargo de sólo dos supernumerarios mayores. A título de ejemplo diré que durante el tiempo que tuve este encargo raro era el año que alguna de esas personas mayores no moría. Les quería y me querían. Sin embargo, en el centro de la obra solo se acordaban de ellos cuando morían, para intentar conseguir alguna posible herencia --así sucedió más de una vez--, cuando antes no les habían hecho caso. Se me rompía el alma y no es un decir.

En la opus se suele decir que ellos son nuestra familia y la familia de sangre ocupa un segundo plano. Sé que intentarán rechazarme esto, pero es cierto. Mi madre me pidió que estuviera más con ella, pues me necesitaba. Así lo reflejé y planteé dejar cualquier encargo apostólico. El agregado mayor del que dependía directamente, me invitó a que me ayudara mi hermano en cuidar a mi madre, pero esto tampoco era posible. En vista de ello, optó por invitarme a mandar a mi madre a una residencia. ¿Qué os parece?

A la persona que llevaba mi charla fraterna, le comenté que había encontrado una señora que podía cuidar por la tarde a mi madre, ya que, por las mañanas, había una asistenta, que le hacía compañía. En consecuencia, le anuncié que iba a reducir la parte del sueldo que les entregaba cada mes. La respuesta del celador fue rápida: "Que lo pague tu madre de sus ahorros". Mostré mi extrañeza por tal actitud, a lo que mi interlocutor respondió: "Te va a dar lo mismo. Cuando muera la vas a heredar".

Cuando dejé la obra dejé claro al celador que uno de los motivos por los que abandonaba la prelatura después de treinta y cuatro años era eso. No me gustaba cómo había tratado a mi madre de sangre, que es mi verdadera madre, no la opus por mucho que lo pregone en charlas y diga que es santa. La persona que llevaba mi alma aseguró que tal afirmación no tenía importancia y era solo un comentario. ¡Pues vaya comentario! ¡Qué poca gracia tenía!

La tarde que dejé la obra lo tenía claro. No se me olvida aquel centro, en el que en uno de los pisos residían los numerarios y en otro nos reuníamos los agregados. En la residencia teníamos meditaciones en el oratorio y poco más. Me sentía totalmente desplazado. No olvidaré que no podía comentar nada de mi trabajo profesional de relación con muchas personas, porque era objeto de pitorreo. A ello se añadiía que yo era de una edad superior a los demás y quedaba un poco sin trato de ellos. Eso sí, una vez más, entregué mi sueldo mensual y solo me quedé con una pequeña parte para sacar adelante mi casa. Algún día comentaré más detalles que merece la pena que se sepan.

Al encontrarme con mi madre le comenté que se había acabado todo y había abandonado la obra. Añadí los detalles de los que querían que mandara a mi madre a una residencia y que la bendita persona que Dios me puso a mi lado pagara a la señora que le cuidaba por la tarde. ¡Bendita la hora en que tomé la decisión! Ella, (mi madre) me comentó: "Si esa es tu decisión, me parece bien. No te podía decir que no estaba de acuerdo con la obra, pues respetaba tu libertad".

Para la gente de la obra, ésta es su familia. No saben lo engañados que están. Si leen esto, que abran los ojos. Dos o tres socios de la obra supieron el fallecimiento de mi madre, aunque luego lo hayan negado. Ninguno fue al entierro. Otros, principalmente del gobierno de la obra en España, me escribieron cartas muy duras por no habérselo dicho, a la vez aue expresaban su pésame con frases de serie de las que llos tanto usan. Claro, el funeral de mi madre fue oficiado por el Secretario de la Conferencia Episcopal. Había que guardar las apariencias en las relaciones con los obispos. El monseñor, que sabía mi abandono, me preguntó si había alguien del opus. Le hice ver que no, pues no los había invitado. Si no fueron al entierro, no había por qué invitarles a la ceremonia religiosa. Pienso que con esta carta de opuslibros.com me van a terminar por proscribir para siempre. No me importa.

Uno de los que se decían mis "amigos", antes de morir mi madre, me manifestó: "La relación de amistad ya no es lo mismo". Ni falta que me hace. Ahora vivo solo y soy muy feliz. Poco antes de morir mi madre, me compré un apartamento en la playa con los ahorros que me habían ido haciendo mis padres. Es mi sitio de escape y uno de los lugares elegidos para cuando me jubile.

Al salir de la obra, lo hice con una mano delante y otra detrás. No tenía casi dinero (ellos no te dan nada, solo saben pedir). Sólo el de mi sueldo profesional y los ahorros con los que me compré el apartamento. Iba a ahorrar para decorarlo. Pero Dios es muy bueno. Me fui en octubre de1998 y en las Navidades de 1999, por ir a buscar a mi madre a un sitio de diversión, me tocó el segundo premio de la lotería nacional, que adquirí a una señora que estaba allí. Era una cantidad ligeramente superior a lo que me había costado el piso. Al tener noticia del hecho, uno de mis amigos me dijo: 'Te ha tocado una doble lotería, la de Navidad y... la de dejar el opus". ¿Verdad que es cierto?


Publicado el Thursday, 06 May 2004



 
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