Estimado Humberto: 

Solamente quisiera agradecer el escrito que enviaste el pasado miércoles: claro como el agua.

Como bien dices, para muestra irrefutable de que entre los numerarios no existe amistad alguna es el hecho de que cuando alguien se marchaba del centro nos “olvidamos” sin mucha complicación mental de la persona con quien pensábamos compartíamos amistad, ideales, sueños... ¡la vida! Y en verdad solo compartíamos la habitación y el saludo de “pax”. Lo más valioso que tenemos es justamente eso llamado amistad (precisamente como Jesús nos quiso llamar: amigos) y el opusdei es lo primero que elimina... ¿Serán capaces de atisbar siquiera la gravedad, lo anticristiano, de esta actitud? Si el opusdei es jurídicamente parte de la Iglesia, me parece que de hecho está muy, pero muy lejos de ella.

Supongo que si hubiera habido amistad (podría bien cambiar el término por caridad) nuestra actitud hubiera sido muy distinta; al menos le preguntaríamos por qué se va, nos preocuparíamos por él y seguramente continuaríamos con la amistad para toda la vida, puesto que la amistad verdadera crea lazos más fuertes que los de la sangre. Ya se ve que eso que llaman amistad, en eso que llaman familia, es eso llamado mentira.

Y esta actitud se repetía si el que se marchaba era quien nos había “jalado al opus”, alguien a quien nosotros “jalamos”, nuestro mejor amigo, nuestro compañero de habitación, el director del centro... Estos “pasos” los viví (como si fueran parte de un aprendizaje obligado), y todos ellos fueron igual y democráticamente olvidados por mi (y por todos, como olvidados finalmente lo fuimos nosotros...). No sé como supieron los directores acallar de tal forma mi conciencia... Si hubo amistad en algún momento, “la obra” tuvo la capacidad, bien podría decir maldita, de acabar con ella.

En alguna ocasión mandé un escrito tratando de explicar el porque la vocación de numerario no existía. Reflexionando un poco, creo que el simple hecho de que exista el punto del catecismo de la Obra que tu mencionas (#221), me parece prueba clara de que el “espíritu de la obra” no ayuda a la perfección de las personas -todo lo contrario-, lo cual me prueba que la tan mal llamada “vocación” soportada sobre tan inhumano, “espíritu” simplemente y llanamente no existe.

Así las cosas, el sentimiento que me viene es el de profunda tristeza por aquellos que viven lamentablemente engañados en una verdadera reclusión en vida, como bien dices: “... una vida solitaria en común”. Al final, paradoja, son ellos los que se quedan como aves de corral en vez de volar como las águilas...

Mientras más pienso en estos temas, más me sobrecoge la terrible maldad de dicho “organismo”, capaz de semejantes hechos... Dramático. 

Sancho1964