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 Correos: NO SON COSAS DEL PASADO.- Costanza

010. Testimonios
costanza :

Hola a todos/as! A Calandria le aclaro que yo hace diez meses dejé la Obra, y estuve en ella tan sólo cuatro años -a Dios gracias- como supernumeraria por lo que con seguridad hay muchas cosas de las que no llegué a enterarme. Pero con la misma seguridad le puedo confirmar que suceden todavía muchas de esas cosas que ella cree son del pasado. El centro al que yo asistía, el único en mi ciudad (pues el Opus Dei ha desembarcado en nuestros pagos hace tan sólo seis años) y hay que reconocer que crece alarmantemente pues existe un snobismo típico de pueblos chicos donde lo nuevo es chic y es el "carnet social". A quienes viven de la imagen esto les resulta muy atractivo. Dios irá decantando con el tiempo, de eso estoy también segura.

Pues bien, en ese único centro observé que las únicas lecturas disponbles en la sala de estar eran las revistas permitidas del Opus. ¡Jamás un diario local o nacional! No veían televisión y mucho menos iban al cine, por lo que las charlas con las directoras eran francamente aburridísimas pues no estaban ni enteradas de lo que sucedía en el mundo -en este mundo- no había noticia política, de religión o social de la que estuvieran enteradas. Desinformadas totales, en un país convulsionado como el nuestro esto resulta hasta inadmisible.

La biblioteca que debíamos consultar (un armario) contenía sólo los cuadernos y libros de la Obra que debíamos leer estrictamente allí, no se permitía llevarlos a casa ¡y mucho menos fotocopiarlos! ja,ja. El saber queda restringido a esos muros, los cuadernos debíamos consultarlos según el grado en que íbamos avanzando en la secta. Si se me ocurría algún chiste a raíz de lo que había leído y me atrevía a comentarlo, sólo se limitaban a mirarme con rostro impávido como diciendo: ¿de qué te ríes?

Nunca un chiste, nunca una sonrisa, todos eran rostros amargos, seriedad mortal. La sala quedaba comunicada a las habitaciones por una escalera, me queda todavía el recuerdo de las numerarias jovencitas que por allí bajaban o subían. Serias, rígidas, antipáticas, pasaban de largo sin siquiera decir Buenos días o Buenas tardes. Las sonrisas sólo estaban permitidas en sus grupos aparentemente, es decir, entre las inocentes chicas a las que estaban intentando captar. Habían pasado seis meses y ni siquiera les conocía el nombre a las numerarias que vivían allí. Como dije, pasaban de largo.

No son cosas de hace cuarenta años, es una experiencia muy reciente. He conocido otros centros en otro país donde el ambiente era más distendido y lucían más simpáticas. Pero yo era vivista, sólo pasaba por allí, y había que captarme claro. Apenas se dió la ocasión escuché la más increíble  afirmación de racismo sobre un miembro de mi familia. Eso sí, con una sonrisa y casi como al pasar.

En fin, falsedades, hipocresías, sonrisas engañosas, como tantas cosas que ya han contado aquí.

Y tristemente veo que Calandria no es la única, hay unos cuantos adeptos enceguecidos más que han escrito a esta página en estos últimos días. Me causan pena, pues son producto del mundo tortuoso y oprimido en el que viven, donde ven y piensan sólo lo que les está permitido ver, leer o pensar.

Sólo les diría que pidan fervientemente a Jesús: "Señor, que yo pueda ver". Hay un mundo fuera de ese mundo en el que están encerrados, y ellos pobrecitos, no están enterados.

Un saludo a todos/as

Costanza




Publicado el Friday, 06 November 2009



 
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