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010. Testimonios
confiado :

Sigo siendo un "confiado" tras diez años fuera de la Obra, y me siguen ocurriendo cosas que yo jamás habría hecho cuando estaba dentro como numerario: la última, tras agotar otras vías de lograr empleo, acudir a un numerario como amigo para ver si él –que lleva en esta ciudad, nueva para mí,  muchos años– sabía de algún sitio donde  colocar mi experiencia y mis dos carreras universitarias. Primer contacto, vía teléfono, entusiástico e invitación a comer al día siguiente, invitación que le pedí se pospusiera unos días por tener un viaje inaplazable: yo ya le llamaría. A mi vuelta, llamada diaria de lunes a viernes, de la que su secretaria tomaba amablemente nota... y silencio. Después dejé de llamarle, que ya somos mayorcitos y si algo sabemos es sacarnos las castañas del fuego sin contar con nadie. No obstante, el episodio me ha dejado un poso de tristeza. En fin, me he dicho, estará muy liado; pero la verdad es que acaba uno dudando de todo. En una sociedad donde la cortesía brilla por su ausencia más de uno da la callada por respuesta, aunque no es propio hacerlo si hay amistad y confianza. ¿Pero la había realmente? Por mi parte nunca dejé de atender y querer a quienes quería, aun cuando hubieran dejado la Obra.

 

Sin embargo, no puedo generalizar, pues otros mantienen el trato conmigo y tienen la delicadeza de no hacerlo como medio para que yo vuelva a ponerme en contacto con la Obra, sino simple y llanamente por amistad. Y con esto vuelvo a mi razonamiento habitual: los negativos son casos aislados, por muy frecuentemente que se puedan producir. Su frecuencia –porque yo sí creo que los episodios que leo en estas páginas tienen una gran carga de verdad, y muchos claman al Cielo– sólo da pie a pensar que algo ocurre para que se den tantos casos de falta de madurez humana y de verdadero cariño hacia las personas con las que se ha convivido.

 

Ahora bien, pienso que a una institución no se le puede juzgar por el comportamiento de sus miembros sino por el espíritu que la preside. El espíritu de la Obra como reflejo de la ascética cristiana –piedad, trabajo, esfuerzo por vivir las virtudes humanas y sobrenaturales–no creo que pueda criticarse. Quienes no lo viven, o no saben vivirlo porque no son espíritus libres, tienen un grave problema. A lo largo de mis treinta y cuatro años en la Obra he visto a muchos empeñados en vivirlo, con una entrega total a los demás, sin disquisiciones ni pejigueras “reglamentarias”. Yo no dejé la Obra porque estuviera harto de tanto descender a detallitos asfixiantes, sino porque en un momento dado creí honradamente que no podía seguir. Y, desde luego, no hago mía la expresión “¡gracias a Dios que me fui!” –espero no pasar a ser por ello persona non grata en estas páginas–, pues considero que conocer el espíritu de la Obra sí que ha sido para mí una gracia de Dios. Y, claro está, rezo para que quienes han perdido la libertad de espíritu que yo conseguí gracias a la Obra resuelvan su gravísimo problema y sepan vivir la caridad por encima de todo. A mi parecer, es bastante estéril intentar de modo obsesivo resolver el problema de otro u otros: bastante tenemos con mirarnos a nosotros mismos y resolver los propios.

 

Confiado, 4.XI.09

 




Publicado el Friday, 06 November 2009



 
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