Querido Germano,

cuando leí tu correo del miércoles, me acordé del relato de un superviviente de la revuelta del ghetto de Varsovia, que resumía todo su sufrimiento y todas las privaciones en la ansia que sentía de lavar los dientes una última vez antes que lo mataran.

Él pudo sobrevivir, por suerte, como nosotros. Pura suerte, pura misericordia del Altísimo, no sé. Sé que morir es mucho más difícil de lo que parece a primera vista, y que el peor día fuera del opus es mucho mejor que el mejor día dentro. Fuera, puedes ser tu mismo, (no sé decir de otro modo, lamento de verdad, esto de escribir en otro idioma tiene sus limitaciones, a veces totalmente infelices :)) y esa es sin duda tu verdadera patria espiritual: no la perdiste, al revés, la has recuperado, puedes recuperarla – si sales mentalmente de allí. (Y no creas que en el opus hayan respetado alguna vez tu libertad: nuestra amantísima familia espiritual, esa que tenía “lazos más fuertes que” bla bla, nos soltó en el preciso momento en que hemos dejado de tener la utilidad suficiente, no antes ni después).

Además, no estás nunca solo, nos tienes a nosotros, que somos unos pesados a veces, pero que te entendemos perfectamente, porque ya estuvimos ahí. Los primeros tiempos pueden ser terribles, más que terribles, sí, pero estás finalmente fuera del ghetto y puedes respirar y pensar con paz, la guerra terminó, estás vivo, tienes trabajo, lavar los dientes es una cosa en que ya ni piensas, y sobretodo no estás solo. El opus es la barbarie, la soledad, la miserable patria espiritual de gente salvaje, cruel y deshumanizada, que no sabe amar, ni de lejos.

Un grande abrazo,

Carocha