Querido Heraldo:

He leído y releído tu correo del pasado viernes 24 de abril y cada vez me resulta más difícil entender qué es lo que quieres decir. Efectivamente no has afirmado que las palabras de un ateo o un agnóstico hagan perder valor testimonial a esta web, lo que dices es “…me parece que hacen un flaco servicio a una de las más importantes finalidades de opuslibros. Lo voy a decir directamente y sin rodeos: si quienes tengan el deber de revisar al Opus Dei leen opuslibros y llegan a la conclusión –falsa, pero posible- de que sus colaboradores son ateos o agnósticos, opuslibros perderá inmediatamente su valor testimonial” (entiéndase, si me permite, la ironía).

Digo que he leído y releído tus escritos y pienso que todo se basa en una personal opinión tuya, en tus conjeturas. Es cierto que nos leen eclesiásticos, eso lo sé, pero no me los imagino desechando un testimonio porque llegado un punto se dan cuenta de que el autor es ateo. O agnóstico. Siempre pensé que sería muy al contrario, que les daría mucho que pensar el hecho de que unas personas, muchas, que estuvieron dispuestas a entregar toda su vida, el día y la noche, por amor a Dios ahora nieguen su existencia, o duden de ella. Siempre creí que a ellos mismos les llevaría a escándalo ese hecho, pero no porque el testimonio no valiese sino porque tiene el valor extraordinario del que después de sufrir tanto llega a la conclusión de que Dios no existe.

Otro punto importante es que, pienso que somos mayoría, no escribimos pensando en que allá, en un lugar lejano del Vaticano, nos van a leer; o en un lugar cercano de mi diócesis. Por ejemplo yo hoy escribo pensando en que serás tú quién lea mi razonamiento; otros días escribí porque a mí misma me venía bien, me desahogaba; otros, porque pensaba que había alguien por ahí que había vivido lo mismo que yo y que podía ayudarle saber que no es único. Y así casi todos.

Y ahora resulta que a Agustina hay que felicitarla porque no haya quitado el ¡Gracias a Dios nos fuimos!, el otro día sí había que quitarlo para evitar el tono de revancha. Yo, chico, no te entiendo.

Un saludo

Inés