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 Tus escritos: Mi historia (V). El cajón de las sorpresas.- Txiqui

010. Testimonios
Txiqui :

 

 

 

MI HISTORIA (V). El cajón de las sorpresas.

Txiqui, 20 de abril de 2009

 

 

A partir de entonces cualquiera con todo desconocimiento de causa se creía inmerso en la Obra, formando parte de aquellos valientes amigos de Dios que en virtud de la “llamada” iluminarían los caminos de la tierra con su ayuda imprescindible, a través de la confesión y de la charla fraterna.

 

En un principio sentía una sensación de curiosidad y respeto por el tema de “los medios de formación” a los que se comprometían, dejando siempre claro que el resto era competencia de cada uno, intuyéndose que si no salía bien, el fallo era personal. Delante de esta premisa quien mas, quien menos, experimentaba un cierto respeto que en micaso iba acompañado de curiosidad...



El “curso anual” era el espacio principal para esta tarea. Más adelante lo es el “centro de estudios“ y las charlas y “asignaturas internas” que se van repartiendo a lo largo de los años de nuestra vida dentro. El primer curso anual, disfrazado de “una convivencia” de cara a la familia desconocedora de la pertenencia a la Institución, se aproximaba.

 

Por lo que vi, se solían efectuar en colegios cerrados en verano y aumentaban de calidad o “exotismo” según la edad, los años de pertenencia, el trabajo profesional, o la suerte.

 

Pero en fin, llegó el día y con el mejor espíritu nos inflingimos la obligación de acudir al evento. Aquí empezaban las “sorpresas”.

 

Nos encontramos cuatro de una edad alrededor de 23 o 24 años, con las carreras acabadas y trabajo, con unas 20 criaturas que oscilaban entre 15, 16 o 17 años.

 

Nos distribuían en grupos asistidos por una persona concreta y las charlas, según el consejo local determinaba, se adscribían a una persona concreta del consejo o vinculada.

 

Fundamentalmente se enseñaban las costumbres de la obra, las maneras determinadas de comportarse en la mesa y de celebrar las tertulias, sobretodo –al lado de la directora jamás debía quedar un espacio vacío- como señal de unidad con la cabeza. Era de buen espíritu comer algún día en la mesa de dirección y de malo colocarse siempre en el mismo sitio o con las mismas personas.

 

El tema de las “amistades peligrosas” era captado inmediatamente y motivo de alguna que otra corrección fraterna si se detectaba.

 

Sobre las correcciones fraternas hay todo un ritual, no quiero extenderme dado que seguro alguien lo ha explicado. Si no es así o alguien lo reclama, lo escribiré.

 

Podían oscilar entre la buena intención, la represalia, la envidieta o el absurdo, si algún alma en pena o directora escrupulosa veía que a determinada persona no se le había hecho ninguna. En tal caso se la cogía, muy remilgadamente se buscaba un lugar reservado y se le decía por ejemplo: “Mira, tenemos que poner mucho empeño en cerrar la puerta del pasillo de la planta a en el tramo b, como expresión del cuidado en las cosas pequeñas”.  No podías contestar, preguntar era mejor no, aclaraciones en la charla, y se debía agradecer porque era un elemento muy santificador. Algunas correcciones eran bastante incorrectas, pero en todo caso lo ofrecías para mas gloria de Dios, ya que “solo somos humildes cuando nos humillan”.

 

Un detalle muy divertido era cuando te acercabas a alguien para cualquier pregunta o qué sé yo…, la cara de alivio que ponían las interesadas al ver que “no era una corrección”.

 

El retorno al Centro ya era de una forma diferente.

 

Y… os preguntareis porqué? La espontaneidad había desaparecido, la gente se contenía, cuidaba las maneras “no oficiales”, se hablaba menos, lo que se comentaba era habitual que fuese en torno a “que se sabe del Padre”, “nos han contado tal anécdota” pregunta por la “pitables” por las que todo mundo donde fueres rezaba. Con ninguna discreción corrían nombres de personas aquí allá y acullá a veces en delegaciones diferentes.  

 

Las que vivían en la misma casa, casi siempre hablaban de la misma forma, los mismos giros, las mismas expresiones en general estereotipadas. Se había iniciado un proceso de uniformización.

 

No se iba en grupo grande de paseo o romería porque era propio de escolares o monjas, era “cleri”…

 

El hecho sociológico era que todo el mundo veía este aspecto caricaturesco, comentando en la universidad que “…las numerarias todas hablan y se mueven igual”.

 

Sobre el vocabulario que corría podríamos hacer un recuento a modo de diccionario, con el significado correspondiente: ej. “ ay , que mona es fulanita… ay, sí, ¡es monísssima…”! aludiendo a una posible victima para asimilar. Me pasmaba la cantidad que de “niñas” grandes y pequeñas aparecían en el paisaje, no sé si por influencia andaluza, por infancia espiritual o por inmadurez supina.

 

Pero nadie vaya a pensar que esta “superficialidad” era todo, porque rezábamos mucho, los rosarios en latín, excepto si aparecía “alguien de fuera”, llevábamos mantilla, los pantalones en aquel momento, ni pensar.

 

Una tarde hace años que visité un centro no vi a nadie con faldas. El proceso de uniformización continua. Incluso detecté que alguna agregada había logrado adquirir el mismo tono de voz que una determinada numeraria. Casuística muy concreta.

 

Lo peor de lo mejor aparecerá en próximos capítulos así que ¡hasta pronto!.

 

Que Dios nos cuide .

Txiqui

 

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Publicado el Monday, 20 April 2009



 
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