Quisiera hacer un breve comentario a un par de escritos aparecidos recientemente en esta página y firmados por casper y palo (11.03.09), a propósito de la cita evangélica “... Y no llaméis padre a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: El que esta en el cielo...”.

Si aplicáramos la cita con la rigurosidad que se pretende, cometeríamos un gran pecado al llamar “padre” a nuestro padre biológico, así como “maestro” al que nos da clase en nuestra infancia (aplicando también la frase anterior a la citada). Y qué decir de la denominación de Santo Padre para el Papa, o de la habitual de Padre que se utiliza para dirigirse a muchos sacerdotes.

El texto, y es algo muy sabido, quiere recalcar que cualquier paternidad viene de Dios, y que toda otra posible paternidad no es más que una participación (en el contexto que fuere) de la paternidad divina, única paternidad en el sentido más estricto. Porque si no, ya puestos, nosotros no existimos, puesto que Yahvé es “El que Es”, así que nosotros no podemos ser. No descubro la pólvora.

Por favor, no saquemos las cosas de quicio ni busquemos los tres pies al gato, porque hacemos un flaco favor a quienes puedan tener serios motivos para la crítica.

Alguno dirá que en la Obra se va más allá de entender esa paternidad como una autoridad participada y delegada “ad casum” por Dios, para darle un carácter sustantivo. A eso tengo que decir que es posible que haya veces que así lo entiendan algunos. Pero, en cualquier caso, ese sería su problema, pero no el de la Prelatura, donde esto, al menos en teoría, está claro.

Un saludo afectuoso

Savonarola